sábado, 26 de marzo de 2016

La "amenaza de estereotipo" un efecto perjudicial solo para las Mujeres.



Un estudio de 1995 —que ha sido ampliamente replicado y confirmado después— demostró que la sola mención de los posibles estereotipos negativos esperados de parte de un miembro de un grupo demográfico específico puede afectar su desempeño. Este efecto es conocido como stereotype threat o amenaza de estereotipo, y refleja la ansiedad y los perjudiciales efectos que produce el ser retratado injustamente y a priori.

Otro experimento, llevado a cabo por la doctora Tamar Saguy, demostró que las mujeres, al percibir que son observadas y examinadas por hombres, hablan menos, mientras que no existe sobre los hombres ningún efecto similar.

El estudio colocó hombres y mujeres solos en una sala frente a una cámara de video que filmaba la mitad superior de su cuerpo, la inferior, o sólo transmitía sonido, y hacia la cual tenían que hablar sobre sus planes a futuro o las cosas que más les gustase hacer, por un máximo de dos minutos. Las mujeres hablaron en promedio un minuto y medio cuando pensaban que estaban siendo observadas por un hombre, y que éste podía estar observando o inspeccionando su cuerpo, mientras que utilizaron los dos minutos completos cuando creyeron que estaban siendo inspeccionadas por una mujer, sin importar hacia dónde apuntara la cámara, o cuando creían que un hombre las escuchaba pero no las podía ver.

Mientras tanto sus contrapartes masculinas no sufrieron tales complejos, y utilizaron los dos minutos ya fuese que los observara un hombre o una mujer sin importar hacia donde apuntase la cámara.




Los resultados de estos dos estudios son muy importantes porque demuestran que:

Primero, la objetificación de las mujeres por parte de los hombres —y sólo de los hombres— les afecta psicológicamente de forma negativa.

Y segundo, porque demuestra claramente que los hombres no perciben la objetificación o atención sexual indeseada de la misma manera que lo hacen las mujeres.

Esto probablemente porque las dinámicas de poder y los roles de género cosifican de manera muy diferente a hombres y mujeres, convirtiendo a los hombres en conquistadores y a las mujeres en objetos de conquista. A los hombres en fantasías de poder y a las mujeres en cosas.

Muchos hombres realizan una falsa equivalencia al hablar de objetificación y acoso callejero, simplemente invirtiendo los roles y diciendo "me encantaría que las mujeres me dijeran cosas al pasar", porque ellos en ese escenario no hablan de un subversión de privilegios en la sociedad, sino de una situación en la que ellos mantienen sus privilegios masculinos, su seguridad y su status social, sumándole a ello una adoración sexual directa, sin entender que un hombre frente a varias mujeres se encuentra en una posición muy diferente a una mujer frente a varios hombres.

Una mujer frente a uno o más hombres sexualmente agresivos es por lo general físicamente vulnerable y dependiente de la buena voluntad de aquellos hombres para mantenerse segura.

Al contrario, un hombre muy difícilmente experimentará esa inseguridad y vulnerabilidad física frente a un grupo de mujeres, sin importar su número o su actitud.

Así mismo, el sentimiento de cosificación en ambientes académicos afecta a las mujeres por diversas razones:

Puede ser la sensación de ser juzgadas por su físico y no por sus habilidades, y la consiguiente sensación de reforzar estereotipos negativos sobre mujeres en el lugar de trabajo, sintiéndose más decoración que otra cosa.

 Puede ser la sensación de reforzar estereotipos negativos sobre la incapacidad de las mujeres de ser tan capaces como los hombres en matemáticas y ciencias, y la ansiedad que eso conlleva al intentar probar su valía.

 Puede ser el miedo a ser juzgadas por el falso estereotipo de que las mujeres hablan demasiado.

O puede ser la incomodidad de ser tratadas como objetos sexuales por personas que deberían comportarse profesionalmente.

El punto es probablemente que los hombres rara vez han sido capaces de interactuar con una mujer sin prejuicios de por medio, y esa costumbre ha quedado profundamente arraigada en la mayoría de las mujeres víctimas de aquellos prejuicios al punto de que estos subconscientemente les limitan.

Pero otro gran problema, quizás el mayor de todos, es que que muchos hombres ven todas las instancias de interacción interpersonal con una mujer como una oportunidad de conquista y a todas las mujeres (sin importar la dinámica de la relación entre ellos) como un posible objetivo, por lo que en lugar de comportarse de forma profesional y adecuada al lugar y el momento de la interacción, se pasan de la raya.

Fuente: nuevamujer.com