Un estudio de 1995 —que ha
sido ampliamente replicado y confirmado después— demostró que la sola mención
de los posibles estereotipos negativos esperados de parte de un miembro de un
grupo demográfico específico puede afectar su desempeño. Este efecto es
conocido como stereotype threat o amenaza de estereotipo, y refleja la ansiedad
y los perjudiciales efectos que produce el ser retratado injustamente y a
priori.
Otro experimento, llevado a
cabo por la doctora Tamar Saguy, demostró que las mujeres, al percibir que son
observadas y examinadas por hombres, hablan menos, mientras que no existe sobre
los hombres ningún efecto similar.
El estudio colocó hombres y
mujeres solos en una sala frente a una cámara de video que filmaba la mitad
superior de su cuerpo, la inferior, o sólo transmitía sonido, y hacia la cual
tenían que hablar sobre sus planes a futuro o las cosas que más les gustase
hacer, por un máximo de dos minutos. Las mujeres hablaron en promedio un minuto
y medio cuando pensaban que estaban siendo observadas por un hombre, y que éste
podía estar observando o inspeccionando su cuerpo, mientras que utilizaron los
dos minutos completos cuando creyeron que estaban siendo inspeccionadas por una
mujer, sin importar hacia dónde apuntara la cámara, o cuando creían que un
hombre las escuchaba pero no las podía ver.
Mientras tanto sus
contrapartes masculinas no sufrieron tales complejos, y utilizaron los dos
minutos ya fuese que los observara un hombre o una mujer sin importar hacia
donde apuntase la cámara.
Los resultados de estos dos
estudios son muy importantes porque demuestran que:
Primero, la objetificación de
las mujeres por parte de los hombres —y sólo de los hombres— les afecta psicológicamente
de forma negativa.
Y segundo, porque demuestra
claramente que los hombres no perciben la objetificación o atención sexual
indeseada de la misma manera que lo hacen las mujeres.
Esto probablemente porque las
dinámicas de poder y los roles de género cosifican de manera muy diferente a
hombres y mujeres, convirtiendo a los hombres en conquistadores y a las mujeres
en objetos de conquista. A los hombres en fantasías de poder y a las mujeres en
cosas.
Muchos hombres realizan una
falsa equivalencia al hablar de objetificación y acoso callejero, simplemente
invirtiendo los roles y diciendo "me encantaría que las mujeres me dijeran
cosas al pasar", porque ellos en ese escenario no hablan de un subversión
de privilegios en la sociedad, sino de una situación en la que ellos mantienen
sus privilegios masculinos, su seguridad y su status social, sumándole a ello
una adoración sexual directa, sin entender que un hombre frente a varias
mujeres se encuentra en una posición muy diferente a una mujer frente a varios
hombres.
Una mujer frente a uno o más
hombres sexualmente agresivos es por lo general físicamente vulnerable y
dependiente de la buena voluntad de aquellos hombres para mantenerse segura.
Al contrario, un hombre muy difícilmente
experimentará esa inseguridad y vulnerabilidad física frente a un grupo de
mujeres, sin importar su número o su actitud.
Así mismo, el sentimiento de
cosificación en ambientes académicos afecta a las mujeres por diversas razones:
Puede ser la sensación de ser
juzgadas por su físico y no por sus habilidades, y la consiguiente sensación de
reforzar estereotipos negativos sobre mujeres en el lugar de trabajo,
sintiéndose más decoración que otra cosa.
Puede ser la sensación de reforzar
estereotipos negativos sobre la incapacidad de las mujeres de ser tan capaces
como los hombres en matemáticas y ciencias, y la ansiedad que eso conlleva al
intentar probar su valía.
Puede ser el miedo a ser juzgadas por el falso
estereotipo de que las mujeres hablan demasiado.
O puede ser la incomodidad de
ser tratadas como objetos sexuales por personas que deberían comportarse
profesionalmente.
El punto es probablemente que
los hombres rara vez han sido capaces de interactuar con una mujer sin
prejuicios de por medio, y esa costumbre ha quedado profundamente arraigada en
la mayoría de las mujeres víctimas de aquellos prejuicios al punto de que estos
subconscientemente les limitan.
Pero otro gran problema,
quizás el mayor de todos, es que que muchos hombres ven todas las instancias de
interacción interpersonal con una mujer como una oportunidad de conquista y a
todas las mujeres (sin importar la dinámica de la relación entre ellos) como un
posible objetivo, por lo que en lugar de comportarse de forma profesional y adecuada
al lugar y el momento de la interacción, se pasan de la raya.
Fuente: nuevamujer.com