sábado, 10 de marzo de 2018

Cómo criar a un hijo feminista




Si queremos crear una sociedad equitativa, una en la que todos puedan progresar, también debemos darles más opciones a los niños. Como señala Gloria Steinem: “Estoy contenta de que hayamos comenzado a criar a nuestras hijas más como a nuestros hijos, pero no funcionará hasta que criemos a nuestros hijos más como a nuestras hijas”.

Eso se debe a que los papeles para las mujeres no pueden expandirse si no lo hacen también los de los hombres. Sin embargo, no se trata solo de las mujeres. Los hombres se están quedando rezagados en la escuela y el trabajo porque las habilidades como la cooperación, la empatía y la diligencia —que a menudo se consideran femeninas— cada vez se valoran más en las escuelas y los trabajos de hoy, y los empleos que requieren estas habilidades son los que están creciendo con mayor rapidez.

Neurocientíficos, economistas, psicólogos y otros especialistas  responden a la pregunta:¿cómo podemos criar hijos feministas?. Definí feminista de manera simple, como alguien que cree en la igualdad total entre hombres y mujeres. Sus consejos tienen aplicaciones amplias: están dirigidos a cualquiera que quiera criar niños amables, seguros y libres para perseguir sus sueños.

Déjalo llorar

Los niños y las niñas lloran con la misma frecuencia cuando son bebés y niños pequeños, según muestran las investigaciones.
Sin embargo, alrededor de los cinco años, los niños reciben el mensaje de que el enojo es aceptable pero que no se espera que muestren otros sentimientos, como la vulnerabilidad.
A nuestras hijas se les permite ser humanas, pero a nuestros hijos se les enseña a comportarse como robots. Enséñale que tiene una variedad completa de emociones, que puede detenerse y decir: ‘No estoy enojado; tengo miedo’, o ‘Me siento lastimado emocionalmente’, o ‘Necesito ayuda’”.

Proporciónale modelos a seguir

Los niños son particularmente receptivos cuando pasan tiempo con modelos a seguir. Modelos como hombres que asuman las responsabilidades de la vida.
Pero también bríndales modelos femeninos a seguir. Habla sobre los logros de mujeres que conoces y de mujeres famosas en los deportes, la política o los medios de comunicación.

Déjalo ser él mismo

Aun cuando los roles de género en los adultos se han mezclado, los productos para niños se han dividido más que hace 50 años, según estudios: las princesas color rosa y camiones azules ya no solo están en el pasillo de los juguetes sino también en las tasas y los cepillos de dientes. No sorprende que los intereses de los niños acaben por alinearse a eso.

Los especialistas en neurociencia dicen que los niños no nacen con esas preferencias. Hasta mediados del siglo XX, el rosa era el color para los niños y el azul para las niñas. En los estudios no se ha demostrado que los bebés tengan marcadas preferencias por determinados juguetes. La diferencia, de acuerdo con los investigadores, surge al mismo tiempo en que los niños toman conciencia de su género, alrededor de los dos o tres años, y en ese momento las expectativas sociales pueden invalidar los intereses innatos. Los estudios longitudinales muestran que la división de juguetes tiene efectos a largo plazo en las brechas de género en términos académicos, así como en el desarrollo de habilidades espaciales y sociales.

Para que los niños desarrollen todo su potencial, deben seguir sus intereses, ya sean tradicionales o no. Déjalos. La idea es no asumir que todos los niños quieren las mismas cosas y, en cambio, asegurarse de que no estén limitados.

Denuncia los estereotipos (“Qué mal que en la caja de ese juguete solo haya fotos de niñas, porque yo sé que a los niños también les gusta jugar con casitas de muñecas”).

También puede mejorar la condición de las mujeres. Los investigadores sostienen que la razón por la que los padres alientan a sus hijas a jugar fútbol o a ser doctoras, pero no a sus hijos a tomar clases de ballet o ser enfermeros, es que lo “femenino” se vuelve sinónimo de un estatus menor.

Enséñale a hacerse cargo de sí mismo

“Algunas madres crían a sus hijas pero adoran a sus hijos”. Hacen que sus hijas estudien y hagan tareas del hogar, pero no es igual con sus hijos.

La diferencia se refleja en los datos: las chicas de entre 10 y 17 años pasan dos horas más a la semana en quehaceres que los chicos, y es un 15 por ciento más probable que se les pague a los varones por hacerlos.

“Enseñemos a nuestros hijos a cocinar, limpiar y cuidarse: a ser igual de competentes en la casa que como esperamos que lo sean nuestras hijas en una oficina.

Enséñale a cuidar a otros

Las mujeres todavía son quienes cuidan más a otros —los niños y los ancianos— y se encargan de las tareas de la casa, aunque ambos padres trabajen de tiempo completo, según demuestran los datos. Los empleos de cuidador son los que están creciendo más rápido, así que hay que enseñar a los niños a cuidar de otros.

Háblales de cómo los hombres pueden equilibrar el trabajo y la familia, y cómo se espera que no solo las hijas, sino también los hijos, cuiden a sus padres y otros familiares cuando sean ancianos.

Pídele ayuda a tu hijo para hacerle sopa a un amigo enfermo o para visitar a un pariente hospitalizado. Hazlo responsable de cuidar a las mascotas y hermanos menores. Anímalo a cuidar niños, a ser entrenador o tutor. Hay un programa que lleva bebés a salones de primaria y se ha descubierto que eso aumenta la empatía y disminuye las agresiones.

Comparte el trabajo

Cuando sea posible, oponte a los roles de género en los quehaceres domésticos y el cuidado de los niños entre papá y mamá. Los actos dicen más que mil palabras: “Si la mamá cocina y limpia la casa, y el papá corta el césped y sale de la casa a menudo, eso se aprende”.

También compartan el ganarse el pan. Un estudio muestra que es más probable que los hombres criados por mujeres que trabajaron por lo menos un año cuando sus hijos eran adolescentes se casen con mujeres que trabajaban. Los hombres criados por mujeres empleadas son significativamente más igualitarios en sus actitudes respecto del género.

Aliéntalo a que tenga amigas

Hacia el final del preescolar los niños comienzan a separarse según su género, y esto refuerza los estereotipos. Sin embargo, los niños a quienes se alienta a jugar con amigos del sexo opuesto aprenden a comunicarse y solucionar problemas de mejor manera.

“Cuanto más obvio es que el género se usa para categorizar a grupos o actividades, más probable es que se refuercen los sesgos y estereotipos de género.

Organiza fiestas de cumpleaños y equipos de deportes mixtos cuando los niños son pequeños, para que no crean que es aceptable excluir a un grupo con base en el género.

También es menos probable que los niños con amigas consideren a las mujeres como solo conquistas sexuales.

Enséñales que ‘No es no’

Otras formas de enseñar respeto y mutuo acuerdo: pide a los niños que pregunten antes de tocar el cuerpo de otro desde que estén en la guardería . También enséñales el poder de la palabra no: deja de hacerles cosquillas o jugar luchitas cuando la pronuncien.


Pronúnciate cuando alguien sea intolerante

Di algo cuando veas burlas o acoso, y practica juegos de roles con tus niños para que puedan intervenir si los presencian.

También señala cuando se estén comportando de manera inapropiada. “Son niños” no es una excusa para una mala conducta. Espera más de ellos. Pon atención en reorientar una conducta que sea denigrante, intolerante, irrespetuosa o grosera.

Nunca uses la palabra ‘Niña’ como insulto

No digas, ni dejes que tu hijo diga, que alguien lanza la pelota o corre como niña, ni uses “mariquita” o alguno de sus sinónimos más ofensivos. Lo mismo vale para las bromas sexistas.

Ten cuidado con usos de la lengua más sutiles. Los padres inculcan los roles de género tradicionales en los hijos principalmente porque temen que se conviertan en objetos de burla de otro modo.

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Léele mucho, en especial historias sobre mujeres y niñas

Quizá hayas escuchado que los niños son muy buenos en ciencias y matemáticas, y las niñas en lenguaje y lectura: los estereotipos pueden convertirse en realidad.
Las mamás hablan más con sus hijas que con sus hijos. Combate el estereotipo hablándoles a los niños, leyéndoles y animándolos a leer.

Lean sobre una gran variedad de personas e historias que rompan el molde, no solo las que tratan de niños que salvan al mundo y niñas que necesitan ser salvadas. Cuando un libro o una noticia siga ese molde, habla al respecto: ¿Por qué la mamá de este cuento siempre trae abrigo y casi nunca sale de la casa? ¿Por qué esta fotografía de las noticias solo muestra a hombres blancos?

Eso debería comenzar a los tres años, cuando realmente pescan los estereotipos y se dan cuenta de ellos. Si no los ayudas a etiquetarlos como estereotipos, asumen que así son las cosas.

Fuente:Cómo criar a un hijo feminista –- The New York Times.

sábado, 3 de marzo de 2018

El Hombre juega,la Mujer trabaja



General las Mujeres tienen que aguantar la carga mental que supone estar pendiente de todas las tareas de su familia (planificarlas, coordinarlas, tomar decisiones…). Todos somos capaces de reconocer situaciones que están ligadas con este concepto, aunque no se le haya puesto nombre hasta hace poco tiempo. La ilustradora francesa Emma Clit fue una de las impulsoras del concepto carga mental a través de su cómic Me lo podrías haber pedido (aquí puedes leerlo español), en el que lo visibiliza con viñetas de escenas cotidianas que despiertan más de un “a mí me ha pasado lo mismo”.





La psicóloga Ana Kovacs explica que “es agotador y frustrante tener siempre presente en la cabeza la idea del ‘tengo que ocuparme yo". La actitud, la motivación, el cansancio y la manera personal de abordar las situaciones juegan un papel determinante a la hora de gestionar la carga mental. Tanto para ellas, como para ellos. En ese modo personal de abordarlo, Kovacs incide en que aún hoy existe un hándicap fundamental para las mujeres: “El modo de actuar de las personas es en gran parte heredado, de ahí que muchas mujeres asuman como propias las tareas de la casa y el cuidado de los hijos, les resulta extraño y poco común pensar en la posibilidad de compartirlo porque no lo han visto antes”.


La dedicación media diaria de las mujeres españolas a la casa y a los niños siempre es mayor, en todos los tipos hogares. Lo desvelan los últimos datos del INE, que se apoyan en la Encuesta del Empleo del Tiempo de 2010: en el caso de los hogares formados por una pareja e hijos, la dedicación de la mujer asciende a 4 horas y 45 minutos diarios y la de ellos, a 2 horas y 34 minutos. Esta diferencia de tiempo es casi la misma en el caso de las parejas sin hijos, en las que ellas invierten 4 horas y 37 minutos cada día y los hombres 2 horas y 34 minutos.




La carga mental puede considerarse un factor de riesgo para la salud. Según Kovacs, el mundo actual nos brinda “mayores recursos pero también más exigencias”. “Y nuestra capacidad sigue siendo, por el momento, limitada, por eso tenemos que cuidar nuestro recurso más valioso: nuestra salud mental”, afirma. 


Según un informe de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés (SEAS), el 48,7% de las mujeres sufre estrés frecuente, frente al 31,5 % de hombres.
Aunque cada hogar es un mundo distinto y no hay métodos infalibles para fomentar la conciliación, que los dos miembros de la pareja tengan responsabilidades es fundamental: “Cada vez que no dejamos espacio para que el otro actúe le impedimos hacer y lo descalificamos, lo ahogamos y lo despojamos de su valía”, dice Kovacs.
Además, es muy fácil que uno de los dos se acomode a la situación de que sea el otro quien soporte la carga mental del hogar, tal y como visibilizaba la ilustradora Clit con frases como “nunca me pediste que lavase los platos” o “si no lo he hecho es porque no me has pedido ayuda”.

La invisibilidad de la carga mental fomenta que muchas mujeres no lo contabilicen como trabajo, pero lo es. Y eso, sumado a las tareas remuneradas, al cuidado personal, a la formación, o al ocio es inasumible para una persona.
Kovacs advierte que muchas mujeres consideran que compartir las funciones de coordinar, pensar y tomar decisiones puede ser sinónimo de “pérdida de poder”, incluso se sienten culpables por no ocupar “el lugar principal”. Pero esas sensaciones hay que combatirlas con dos realidades: la primera, que somos limitadxs, y la segunda, que somos dos y que el hogar es de ambos.

Texto: Brenda Valverde