Un
arqueólogo de la Universidad de Pennsilvania, Dean Snowha ha realizado un
estudio en las cuevas con pinturas rupestres de España y Francia que arroja una
conclusión sorprendente: la mayoría de las impresiones fueron realizadas por mujeres.
Ha
comparado el tamaño de los dedos que aparecen donde los hombres de hace muchos
miles de años (de 12,000 hasta 40.000 años de antigüedad) dejaron pintados en
los muros de las cuevas. Lo hicieran como amuleto, o como marcas de su paso por
el mundo, lograron que sus pinturas perdurasen gracias a una sencilla técnica:
espurreaban los pigmentos desde la boca sobre la mano apoyada en la pared y el
hueco que dejaban aparece retratada.
Snow
ha comparado la longitud de los dedos,sobre todo la proporción entre el índice
y el anular, y también frente al meñique; y el volúmen de la mano, de forma
que, utilizando un sencillo algoritmo, esos datos arrojan conclusiones sobre si
la mano perteneció a un hombre o una mujer. Snow le otorga a su estudio una
exactitud del 60 %.
Parezca
mucho o poco, lo cierto es que el resultado es sorprendente: 24 de las 32 manos
analizadas eran femeninas. Se da la circunstancia de que las diferencias por
sexos son mucho más marcadas que en las manos de los hombres que hoy poblamos
la tierra. Es decir que la conclusión es que el 75 % de las manos que estudió
Snow son de mujer. El estudio aún no ha salido en revistas científicas de
pares, pero National Geographic ha publicado un adelanto. Aunque aún es pronto
para aceptar todas sus conclusiones, el debate científico ya ha comenzado.
En
la revista aportan una reflexión evidente: el hecho de que las más antiguas y
llamativas pinturas rupestres realizadas por el hombre en las cuevas
representasen animales y escenas de caza ha llevado a suponer que los primeros
artistas fueron hombres.
El
hombre era el cazador en las sociedades primitivas. Snow piensa que
"cuanto más sabemos de estas pinturas más tenemos que replantearnos
nuestro conocimiento de aquellas sociedades".
Las
mujeres se involucraban en la caza para transportar y despiezar y cocinar los
animales. Ahora, además, se puede concluir que tuvieron un gran protagonismo en
las pinturas de las cuevas.
(www.madrimasd.org/informacionIDI/noticias)
Pero
el sesgo de género al contar la prehistoria no solo resalta cuando aprendemos
arte. Según el Director del Museo de Altamira, José Antonio Lasheras, los divulgadores crearon al “Hombre de las cavernas”, y presentaron a una
mujer relegada a funciones que en el S.XX se tildaron de segundo orden: cuidar
de las crías y hacer la comida. Y no. Las paleolíticas no se quedaban en la
cueva esperando la caza.
“Hace
15 años cuando concebimos los conceptos de la exposición del Museo de Altamira,
compramos muchos libros de texto, escolares, de divulgación etc. y constatamos
que la mujer apenas existía al contar la prehistoria. No se mostraba y, cuando
lo hacían, se las veía, por ejemplo, aplaudiendo la llegada de los heroicos
cazadores cargados de animales, o cocinando, o cosiendo, o jugando con un niño
pequeño. Al mostrar que las mujeres del paleolítico solo hacían eso, cuando no
hay ningún dato que lo demuestre, crearon la falsa idea de que era así”.
Pero
las paleolíticas hacían de todo. “Al observar a las comunidades de
cazadores-recolectores en el Amazonas, el Chaco, tierras altas de Papúa Nueva
Guinea etc. vemos que su aportación a la dieta es más importante que la del
hombre, porque es constante. La recolección de frutos y pequeños animales es
diaria, mientras que la caza de un gran animal ocurre solo de vez en cuando.
Pero, además, en selvas centro africanas y orientales, la caza y pesca son
actividad en grupo, con redes y venenos, en las que participan igualmente
hombres y mujeres. Así pues no hay razón para pensar que las mujeres del
paleolítico no lo hicieran”.
Hay
otras erratas de género en nuestra idea de prehistoria. Por ejemplo, que las
mujeres no mandaban. Lasheras decidió corregirlo: “En el Museo de Altamira
creamos una figura de una anciana neandertal con muchas marcas de expresión en
torno a los ojos. Está sentada en el suelo, y levanta el dedo a un hombre joven
que se encoge de hombros y se disculpa. No damos explicación a la imagen,
sencillamente recreamos la opción de una mujer que advierte a un hombre, y él
pide disculpas. En el paleolítico las mujeres daban órdenes, pueden darlas y
deben darlas. Entonces, como hoy, ordenaban y regían el comportamiento y las
relaciones interpersonales de la comunidad”.
Hay
otro mito del que me encantará tratar en otra ocasión, y es el de la
representación de la familia como un hombre, una mujer y los hijos. “La
monogamia tampoco fue entonces una condición única, como no lo es ahora”.
Artistas,
cazadoras, líderes, mono o polígamas, también madres, por supuesto, y
cocineras… Las paleolíticas no eran diferentes a nosotras.
Queda
algo que Lasheras destaca, y es importante. Él lo llama “actualismo” y tiene
que ver con que a veces se atribuye al pasado características sesgadas, de
género en este caso. Se genera así un pasado falso y la ponzoña está en que a
partir de ahí se utiliza para justificar el presente. La idea de “la mujer en
casa, con la pata quebrada” no tiene justificación ancestral. Por más que
algunos aún lo intenten. (http://hominidas.blogs.quo.es)