Las Brigadas Rojas de Lucknow han enseñado a decenas de
miles de indias a responder físicamente a la violencia ejercida por los
hombres, en un país en el que se han producido 30 violaciones por minuto en la
última década, según informa The Times of India.
La tragedia de la mujer india se agrava por atavismos y
tradiciones arcaicas como el sistema de castas —en 2014, dos chicas dalit
fueron violadas y ahorcadas a plena luz del día—. Que se unen a la connivencia
política y social. También el año pasado, un parlamentario perteneciente al
partido en el gobierno condenó las violaciones a menores mientras justificaba
las de mujeres adultas.
Ser mujer en la India es una desventaja, mientras que los
niños son patrimonio.
Usha Viswakarma, de 28 años y fundadora de las Brigadas
Rojas, explica la necesidad de que exista su grupo con ayuda. Acabar con la
impunidad y vencer el miedo es lo que Usha, víctima de agresiones sexuales como
todas sus compañeras, se propuso cuando estableció el grupo en 2010. Creado
para hacer campaña contra la violencia machista, el grupo ahora lleva un par de
casos legales de violaciones mientras usa métodos que sus agresores conocen.
“Al principio entrenábamos artes marciales pero nos dimos cuenta de que la
defensa personal era más apropiada para nuestra lucha, porque necesitas menos
fuerza y permite desarrollar técnicas rápidas en espacios reducidos”.
“Que vengan todos a violarme si tienen valor”, desafía
Archina Kumari, de 16 años, ante los rumores de que los hermanos de su agresor,
10 años mayor que ella, planean vengarse cuando este salga de prisión. “Les
enseñaré lo que sé hacer si se atreven a tocarme”. Dice no tener miedo. Sabe
que ese es el mayor aliado del silencio: “Mi hermana mayor también sufría
abusos de un familiar cuando iba a su casa a asearse porque nosotros no
teníamos agua. Pero mi madre nunca se quejó por miedo al qué dirán”. La perdió cuando
su vecino aprovechó para agredirla sexualmente mientras dormía en su terraza.
“Este lugar es inseguro para cualquier chica. Mis padres me
aconsejaban quedarme en casa y no ir a la escuela para evitar problemas”, explica
Afreen Khan, de 18 años. Codazos a la altura de la cara recordando a los dos
vecinos a los que visitaba a diario para tomar clases particulares y que le
obligaban a sentarse en sus regazos para manosearla bajo la ropa. Rodillazos a la altura del vientre al
acordarse del hermanastro que le amenazaba con hacer daño a su madre mientras
la desnudaba —“Mi madre creía que no quería estar con él y me pegaba si me
quejaba”, añade—.
Primero nos ponemos en contacto con la familia del agresor.
Si ellos no hacen nada, vamos a la policía. Y si nadie hace nada, le damos una
paliza.
El pequeño grupo también organiza patrullas callejeras para
informar a vecinos y congrega a centenares de seguidoras para manifestaciones,
como la que celebran cada 29 de diciembre, rememorando el día en que la menor
de Delhi moría a causa de la brutal agresión de 2012.
Cuando los métodos violentos se cuestionan las expertas en
violencia de género indias lo aclaran: “El valor de estas chicas es romper el
silencio impuesto por décadas y generaciones. ¿Por qué tienen ellas que
garantizarse una seguridad que debería venir dada por el estado?”
Resumen de un texto de Ángel L. Martínez Cantera