martes, 10 de noviembre de 2015

Las invisibles. Las Mujeres en la Revolución Mexicana






Podría buscar mil textos inteligentes, reflexivos, rigurosos sobre el papel de la mujer en la Revolución mexicana, pero creo que el texto de Eduardo Galeano en un puñado de palabras lo dice todo:



"Las invisibles"


Mandaba la tradición que los ombligos de las recién nacidas fueran enterrados bajo la ceniza de la cocina, para que temprano aprendieran cuál es el lugar de la mujer, y que de allí no se sale.
Cuando estalló la revolución mexicana, muchas salieron, pero llevando la cocina a cuestas. Por las buenas o por las malas, por secuestro o por ganas, siguieron a los hombres de batalla en batalla. Llevaban el bebé prendido a la teta y a la espalda las ollas y las cazuelas. Y las municiones: ellas se ocupaban de que no faltaran tortillas en las bocas ni balas en los fusiles. Y cuando el hombre caía, empuñaban el arma. En los trenes, los hombres y los caballos ocupaban los vagones. Ellas viajaban en los techos, rogando a Dios que no lloviera. Sin ellas, soldaderas, cucarachas, adelitas, vivanderas, galletas, juanas, pelonas, guachas, esa revolución no hubiera existido. A ninguna se le pagó pensión.







Es bien sabido el importante papel que las mujeres desempeñaron en la Revolución Mexicana. Sin la colaboración de las mujeres no hubiera sido posible ninguna revolución. Es más, sin ellas no hubiera habido Historia (con mayúsculas).

En la imagen de arriba: La Adelita.
En la imagen de abajo: Las soldaderas
Las soldaderas solían viajar encima o debajo de los trenes, las prostitutas iban en el interior.







"Encargadas de las tareas domésticas, como siempre, pero en tiempos de guerra en medio de condiciones más adversas, peregrinando de un lugar a otro, pernoctando en los campamentos improvisados, se ocuparon no sólo de alimentar a la tropa, lavar la ropa y cuidar a los hijos, sino también de atender a los heridos, servir de correos y de espías en los pueblos, abastecer de armas y brindar compañía sexual a sus hombres".



La gran mayoría de mujeres campesinas se incorporan a los distintos ejércitos en función de su lugar de origen, acompañando al padre, esposo o hermano, por propia voluntad o bajo el viejo sistema de leva.



El rapto y la violación fueron actos de agresión que las mujeres padecieron en este periodo de ilegalidad y en nombre de las distintas facciones. Diversos relatos hablan de esos abusos sexuales. Algunas de ellas fueron, La Cucaracha, La Generala, y María Pistolas entre otras.  “Sin las soldaderas no hubiera habido Revolución Mexicana Las soldaderas tenían muchas tareas como simples mujercitas con menos merito  que una yegua. Ellas cuidaban, vestían  y alimentaban, a sus soldados, cargaban metates, trincheras, pólvora, y a sus hijos si es qué tenían. Y muy a pesar de todas esas labores. “La pérdida de una yegua era irreparable para el soldado, pero la perdida de una soldadera, pues ni modo,”  dijo ella.

Los soldados de la revolución arrasaban con ellas. Fueron bonitas, feas, viejas o jóvenes. Se las robaban, violaban y las ponían como escudos cuando se enfrentaban contra otros ejércitos. Ellas caminaban todo el día, porque lógicamente, los caballos eran para los hombres "Estas mujeres durante el día no tienen más hogar que la calle; y la cuadra del cuartel en la noche. Sentadas en la banqueta, con el perro a sus pies, y el muchacho recostado contra el canasto, forman frente á los cuarteles, grupos que ocupan media calle; acompañan al marido o amacio en sus marchas militares, llevando a cuestas al niño de brazos, al canasto lleno con ropa y los trastos de guisar [...] La mayor parte son concubinas de los soldados pero fieles, y jamás tienen dos amacios a la vez [...] Son celosas y valientes, habiendo, muchas veces, saqueado las poblaciones pequeñas; pues se encargan de procurar alimentos á la tropa; y los consiguen por la fuerza, cuando los rehusan los dueños de tiendas, corrales ó rancherías".



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