miércoles, 3 de febrero de 2016

Simone Weil. Filósofa, pacifista , sindicalista, revolucionaria, mística.




Simone Weil (París, 3 de febrero de 1909 – Ashford, 24 de agosto de 1943) Filósofa, pacifista radical, sindicalista, revolucionaria, mística. Estuvo siempre con los más desfavorecidxs.

Nació en París en 1909 en una familia burguesa de judíos agnósticos. Su padre fue un médico destacado y su hermano André, dos años mayor que ella, llegaría a ser uno de los matemáticos más importantes de su generación.

Dotada de una inteligencia excepcional, a los 14 años sufre una crisis espiritual que le “hace pensar seriamente en morir” al comparar sus dotes intelectuales con las de su hermano, un genio precoz.

Estudia filosofía y literatura clásica, es alumna de Alain (Émile Chartier).

A los 19 entra en la Escuela Normal Superior, una de las universidades más prestigiosas de Francia. con la calificación más alta, seguida por Simone de Beauvoir.

Se gradúa a los 22 y obtendrá una plaza de profesora de instituto y comienza su carrera docente en diversos liceos



 



Conoce a León Trotsky en París, con quien discute sobre la situación rusa, Stalin, y la doctrina marxista.
A los veinticinco años, abandona provisionalmente su carrera docente, para huir de París y durante los años 1934 y 1935, trabaja como obrera en Renault: "Allí recibí la marca del esclavo", dirá.

En 1941, en Marsella, trabaja como obrera agrícola. Piensa que el trabajo manual debe considerarse como el centro de la cultura.


Pacifista radical, luego sindicalista revolucionaria, finalmente llegará a pensar que sólo es posible un reformismo revolucionario: los pobres están tan explotados que no tienen la fuerza de alzarse contra la opresión y, sin embargo, es absolutamente imprescindible que ellos mismos tomen la responsabilidad de su revolución. Por eso es necesario crear condiciones menos opresivas mediante avances reformistas para facilitar una revolución responsable, menos precipitada y violenta.

Sindicalista de la educación, se muestra a favor de la unificación sindical y escribe en la revista La escuela enmancipada.

Antiestalinista, participa desde 1932 en el Círculo comunista democrático de Boris Souvarine a quien ha conocido a través de Nicolás Lazarévitch.

Participa en la huelga general de 1936.

Milita apasionadamente por un pacifismo intransigente pero, al mismo tiempo, forma parte de la columna Durruti en España, que lucha contra Franco dentro del bando republicano español.









Es periodista voluntaria en Barcelona y se incorpora al combate armado en Aragón. Allí aprende a usar el fusil pero nunca se atreve a dispararlo. De esta cruda experiencia, le queda el amargo sentimiento de la brutalidad y del sinsentido de la guerra.

 Durante la II G M su familia estaba en grave peligro de ser clasificada como no-aria, con las consecuencias del caso. Irónicamente, Weil no tuvo formación judía alguna. Sus escritos religiosos son netamente cristianos, si bien sumamente heterodoxos. Su posición frente al judaísmo y a la identidad comunitaria judía es de rechazo explícito y total, lo cual ha resultado en que haya sido acusada de "auto-odio" por algunos autores.


Cuando en 1940 es obligada a huir de París y refugiarse en Marsella, escribe permanentemente para exponer una filosofía que se quiere proyecto de reconciliación  entre la modernidad y la tradición cristiana, tomando como brújula el humanismo griego.

En 1942, visita a sus padres y hermano en Estados Unidos, pero rechaza para ella ese estatuto que siente como demasiado confortable en tiempos tempestuosos.

Parte hacia Inglaterra para incorporarse a la resistencia pero sólo consigue trabajar como redactora en los servicios de Francia Libre, liderada por el General Charles de Gaulle. En julio de 1943 deja de pertenecer a esta organización.



Enferma de tuberculosis, se dice que se deja morir en el sanatorio de Ashford en 1943. Deseosa de compartir las condiciones de vida de la Francia ocupada por la Alemania nazi, es posible que no se haya alimentado lo suficiente, lo que podría haber agravado su enfermedad.

Todas sus obras aparecieron después de su muerte, editadas por sus amigos. Desde entonces, ha atraído la atención creciente de literatos, filósofos, teólogos, sociólogos y lectores corrientes por su ética de la autenticidad y la rara combinación de lucidez, honestidad intelectual y desnudez espiritual de su escritura.

 Enlaces:


Simone Weil - In Our Time BBC Radio 4 https://www.youtube.com/watch?v=Y8S7OsKRfBY
Simone Weil, la irregular. Trabajadora, filósofa 1909-1943. Un film de Florence Mauro, producido por Zadig






Frases de Simone Weil



Sólo el equilibrio deshace la fuerza.

Una mujer que se mira al espejo y se arregla no siente vergüenza de reducirse a sí misma, a ese ser infinito que mira todas las cosas, a un pequeño espacio.

El avaro, por ansia de su tesoro, se priva de él.

La belleza es la armonía entre el azar y el bien.

Hay que realizar lo posible para alcanzar lo imposible.

La atención absolutamente pura y sin mezcla es oración.

El orden social no puede ser más que un equilibrio de fuerzas.

La creación: el bien hecho trozos y esparcido a través del mal.

Matar con el pensamiento todo cuanto se ama: única manera de morir.

La energía necesaria reside en mí, ya que con ella tengo para vivir.

La creencia en la existencia de otros seres humanos como tales es amor.

El mal es ilimitado, pero no infinito. Sólo lo infinito limita lo ilimitado.

El movimiento descendente, espejo de la gracia, es la esencia de toda música.

La belleza seduce a la carne con el fin de obtener permiso para pasar al alma.

Ser inocente es soportar el peso del universo entero. Es arrojar el contrapeso.

Todo crimen es una transferencia del mal de aquél que actúa sobre aquél que padece.

No tratar de no sufrir ni de sufrir menos, sino de no alterarse por el sufrimiento.

Si en este mundo no hubiera desgracia, podríamos pensar que estábamos en el paraíso.


La relación pertenece al espíritu solitario. Ninguna muchedumbre concibe la relación.


De todos los seres humanos, sólo reconocemos la existencia de aquéllos a los que amamos.


El pecado contra el Espíritu consiste en conocer algo como bueno y odiarlo en cuanto bueno.

La obediencia a un hombre cuya autoridad no está alumbrada con legitimidad es una pesadilla.
Cuando se ha pecado por injusticia, no basta sufrir justamente, hay que sufrir la injusticia.

Para que tu mano derecha ignore lo que hace la izquierda, habrá que esconderla de la conciencia.

Dinero, maquinización, álgebra. Los tres monstruos de la civilización actual. Analogía perfecta.

Amar a un extraño como a sí mismo entraña como contrapartida: amarse a sí mismo como a un extraño.


Es preciso desarraigarse. Talar el árbol y hacer con él una cruz para luego llevarla todos los días.

 Al sucumbir bajo el peso de la cantidad, al espíritu no le queda otro criterio que el de la eficacia.

Esa vulnerabilidad de las cosas valiosas es hermosa porque la vulnerabilidad es una marca de existencia.

Al igual que el poder, el dinero es puro medio. Tiene por único valor la posibilidad de procurarse cosas.

Lo que en el criminal no es sensible, es el crimen. Lo que en el inocente no es sensible, es la inocencia.

El infierno es superficial. El infierno es una nada que tiene la pretensión y produce la ilusión de que existe.


La desgracia extrema que acomete a los seres humanos no crea la miseria humana; simplemente la pone de manifiesto.

Cuando una contradicción es imposible de resolver salvo por una mentira, entonces sabemos que se trata de una puerta.

¿Por qué he de preocuparme? No es asunto mío pensar en mí. Asunto mío es pensar en Dios. Es cosa de Dios pensar en mí.

La verdad se produce al contacto de dos proposiciones, ninguna de las cuales es cierta; la relación entre ambas es cierta.

Algunos crímenes que nos han hecho malditos hemos debido cometer para que ahora hayamos perdido toda la poesía del universo.

Al luchar contra la angustia uno nunca produce serenidad; la lucha contra la angustia sólo produce nuevas formas de angustia.


La apariencia posee la plenitud de la realidad, pero sólo en cuanto apariencia. En cuanto cosa distinta de apariencia, es error.



Únicamente las cosas relativas a la inspiración se nutren de plazos. Las relativas al deber natural, a la voluntad, no sufren dilación.

El humanismo y lo que del mismo se desprende no es un regreso a la antigüedad, sino un desarrollo de venenos anteriores al cristianismo.

Estrellas y árboles frutales en flor. La completa permanencia y la extrema fragilidad proporcionan por igual el sentimiento de la eternidad.

Un método para comprender las imágenes, los símbolos, etc. No tratar de interpretarlos, sino simplemente mirarlos hasta que brote de ellos la luz.


El hombre es esclavo en la medida en que entre la acción y su efecto, entre su esfuerzo y la obra, se encuentra interpuesta la intervención de voluntades ajenas.


El amor tiende a llegar cada vez más lejos. Pero tiene un límite. Cuando ese límite se sobrepasa, el amor se vuelve odio. Para evitar ese cambio, el amor debe hacerse diferente.


El totalitarismo moderno es al totalitarismo católico del siglo XII lo que el espíritu laico y francmasón al humanismo del Renacimiento. Con cada vaivén, la humanidad se degrada.
La grandeza del hombre está siempre en el hecho de recrear su vida. Recrear lo que le ha sido dado. Fraguar aquello mismo que padece. Con el trabajo produce su propia existencia natural.

Entre las características del mundo moderno no hay que olvidar la imposibilidad de apreciar en concreto la relación entre el esfuerzo y el efecto del esfuerzo. Demasiados intermediarios.

La gruesa bestia tiene como fin la existencia. "Yo soy el que soy". Ella también lo dice. Le basta con existir, pero no puede concebir ni admitir que otra cosa exista. Siempre es totalitaria.

En todo aquello que nos provoca una auténtica y pura sensación de lo bello existe realmente presencia de Dios. Hay como una especie de encarnación de Dios en el mundo, cuya marca es la belleza.

Una sociedad bien hecha sería aquélla en la cual el Estado ejercería tan solo una acción negativa, del orden del timonel: una ligera presión del movimiento oportuno para compensar un comienzo de desequilibrio.

Dado que el pensamiento colectivo no puede existir como tal pensamiento, pasa a las cosas (signos, máquinas... ). De ahí la paradoja: es la cosa la que piensa y el hombre quien queda reducido al estado de cosa.

Dos prisioneros, en celdas vecinas, se comunican por medio de golpes contra el muro. El muro es lo que los separa, pero también lo que les permite comunicarse. Así nosotros con Dios. Toda separación es un nexo.

El espejismo constante de la Revolución consiste en creer que si a las víctimas de la fuerza, que son inocentes de las violencias que se producen, se les pone en las manos esa misma fuerza, la utilizarán justamente.

Puesto que no se puede esperar de un hombre que no posee la gracia que sea justo, es preciso que la sociedad esté organizada de tal manera que las injusticias se vayan corrigiendo unas a otras en una perpetua oscilación.

El capitalismo ha consumado la liberación de la colectividad humana en relación con la naturaleza. Pero esa misma colectividad ha heredado inmediatamente frente al individuo la función opresiva que antes ejercía la naturaleza.

La Providencia divina no es un desarreglo, una anomalía en el orden del mundo. Es el orden del mundo en sí. O, más bien, es el principio ordenador de este universo, extendido a través de toda una red subterránea de relaciones.

Lo enormemente doloroso del trabajo manual es que se está obligado a esforzarse durante largas horas simplemente para existir. El esclavo es aquél al que no se le propone bien alguno cómo objeto de sus fatigas, sino la mera existencia.

Dios y la creación son uno, Dios y la creación están infinitamente distantes; esta contradicción fundamental se refleja en la contradicción que existe entre lo que es necesario y el bien. Sentir la distancia, esta separación, es crucifixión.

Toda obra de arte tiene un autor, pero cuando es perfecta, sin embargo, tiene algo de anónima. Imita el anonimato del arte divino. La belleza del mundo, por ejemplo, es muestra de un Dios a la vez personal e impersonal, y ni lo uno ni lo otro.

Si se desea solamente el bien, se está en oposición a la ley que une al bien real con el mal del mismo modo que al objeto iluminado con la sombra; y, estando en oposición a la ley universal del mundo, es inevitable que se caiga en la desgracia.

Nada poseemos en el mundo porque el azar puede quitárnoslo todo, salvo el poder de decir yo. Eso es lo que hay que entregar a Dios, o sea destruir. No hay en absoluto ningún otro acto libre que nos esté permitido, salvo el de la destrucción del yo.


La belleza de un paisaje en el momento cuando nadie lo ve, absolutamente nadie...Ver un paisaje tal cual es cuando no estoy en él. Cuando estoy en algún lugar, enturbio el silencio del cielo y de la tierra con mi respiración y el latir de mi corazón.


Nada en el mundo puede quitarnos el poder de decir yo. Nada, salvo la desgracia extrema. Nada hay peor que la extrema desgracia que desde fuera destruye el yo, puesto que luego resulta ya imposible destruírselo uno mismo. ¿Qué les ocurre a aquéllos cuyo yo ha sido destruido desde fuera por la desgracia?

Lo que cuenta en una vida humana no son los sucesos que la dominan a través de los años -o incluso de los meses- o incluso de los días. Es el modo en que se encadena cada minuto con el siguiente, y lo que le cuesta a cada cual en su cuerpo, en su corazón, en su alma -y por encima de todo, en el ejercicio de su facultad de atención- para efectuar minuto por minuto este encadenamiento.

Tratar, no de interpretar sino de mirar hasta que la luz se haga. En la percepción sensible, cuando uno no está seguro de lo que ve, se mueve de lugar sin dejar de seguir mirando. Con el tiempo va uno cambiando y si, a través de las modificaciones, se mantiene la mirada orientada hacia lo mismo, a fin de cuentas la ilusión se disipa y lo real aparece. La condición es que la atención sea una mirada y no un apego.

Los valores auténticos y puros de lo verdadero, lo bello y lo bueno en la actividad de un ser humano se originan a partir de un único y mismo acto, por una determinada aplicación de la plenitud de la atención al objeto. La enseñanza no debería tener otro fin que el de hacer posible la existencia de un acto como ése mediante el ejercicio de la atención. Todos los demás beneficios de la instrucción carecen de interés.

La verdad no es un objeto de amor. Lo que se ama es algo que existe, que se piensa, y que por tal motivo puede ser ocasión de verdad o de error. Una verdad es siempre la verdad de algo. La verdad es la luz de la realidad. El objeto del amor no es la verdad, sino la realidad. Desear un contacto con una realidad es amarla. No se desea la verdad sino para amar en la verdad. Se desea conocer la verdad de aquello que se ama. En lugar de hablar de "amor a la verdad" es preferible hablar de un espíritu de verdad en el amor.

El trabajo físico constituye un contacto específico con la belleza del mundo e, incluso, en sus mejores momentos, un contacto de tal plenitud que ningún equivalente puede hallarse en otro lugar. El artista, el científico, el pensador, el contemplativo deben, para poder realmente admirar el universo, penetrar esta película de irrealidad que lo cubre y que hace de él, para casi todos los hombres, en casi todos los momentos de la vida, un sueño o una decoración teatral. Deben, pero casi nunca pueden. Aquél cuyos miembros se encuentran quebrados por el esfuerzo de una jornada de trabajo -es decir, una jornada durante la cual se ha visto sometido a la materia- lleva en su carne, como una espina, la realidad del universo. La dificultad para él consiste en mirar y en amar; si lo logra, ama lo real.