lunes, 8 de febrero de 2016

Elizabeth Bishop. Poeta



Elizabeth Bishop (Worcester, Massachusetts, 8 de febrero de 1911 - Boston, 6 de octubre de 1979) Poeta estadounidense.

Viajera incansable, observadora tanto del mundo interior como del mundo natural, su obra revolucionó la poesía de finales de siglos XX, por su originalidad y por su aparente sencillez, por su pasión por el detalle y su deslumbrante profundidad.


Ha dejado una huella profunda en la poesía contemporánea. Considerada por muchos como una poeta para poetas, Elizabeth Bishop fue una de las voces más refinadas de la poesía estadounidense del siglo pasado. Además, se ha convertido en un icono como poeta lesbiana. 







Los comienzos de la vida de Elizabeth no fueron fáciles. A los ocho años perdió a su padre, un famoso constructor, afincado en Nueva Inglaterra. A los pocos meses, tras esta tragedia, su madre se hundió en una profunda depresión y tuvo que ser internada en un manicomio. Elizabeth ya no la volvería a ver.

A partir de ese momento, la pérdida se convirtió en una constante de su vida. Sin embargo, Elizabeth siempre intento encarar aquellas amargas experiencias vitales con distanciamiento y, a veces, hasta con cierta ironía. 



En su poema, Un arte (An Art),(*) publicado al final de su vida, la poeta encara su pasado con dignidad y callada desesperación. 






Años más tarde Bishop fue internada en Walnut Hill School en Natick, Massachusetts, en donde publicó sus primeros poemas en una revista de estudiantes gracias a su amigo Frani Blough.

En 1929 se matriculó en Vassar College, justo antes del colapso bursátil.

En 1933 fundó Con Spirito, una revista literaria independiente junto con la escritora Mary McCarthy, Margaret Miller, y sus hermanas Eunice y Eleanor Clark.


La escritura de Bishop estuvo fuertemente influída por la poeta Marianne Moore. Fue presentada a Marianne por un bibliotecario de Vassar en 1934. Moore se interesó mucho por el trabajo de Bishop y la llegó a disuadir de estudiar medicina en la Cornell Medical School, donde la poetisa se había matriculado tras mudarse a Nueva York después de su graduación.

La amistad entre las dos mujeres duró hasta la muerte de Moore en 1972. El libro de Bishop At the Fishhouses (1955) contiene varias alusiones al poema de Moore "A Grave."









En 1946, Marianne Moore presentó personalmente a Bishop para el premio Houghton Mifflin de poesía, que Bishop ganó. Su primer libro, North & South, fue publicado con mil ejemplares; Randall Jarrell escribió sobre él que "todos sus poemas han sido escritos desde lo más profundo, lo he visto".

En 1951, tras recibir la importante cantidad de dinero como beca para viajes del Bryn Mawr College, Bishop partió a circunnavegar Sudamérica en barco. Llegó a Santos, Brasil. Bishop pensaba estar dos semanas pero permaneció durante quince años.

Mientras vivía en Brasil, recibió el premio Pulitzer en 1956 por su libro North & South — A Cold Spring, que agrupaba varios poemarios. Posteriormente recibiría el National Book Award y el National Book Critics Circle Award, así como dos becas de la Fundación Solomon R. Guggenheim y otra de la Ingram Merrill Foundation.

Con frecuencia Bishop escribía artículos para The New Yorker, y en 1964 escribió el obituario de Flannery O'Connor en The New York Review of Books.

En 1970 ganó  el National Book Award.

En 1976, se convirtió en la primera mujer en recibir el premio internacional de literatura de Neustadt.

En 1977, la publicación de su libro de poesía Geografía III supuso todo un acontecimiento editorial en la poesía en lengua inglesa. Su obra ha influenciado a las nuevas generaciones de poetas en lengua castellana.



Bishop fue conferenciante de universidades durante muchos años. Durante un corto período de tiempo fue profesora de la University of Washington, antes de serlo en la Universidad de Harvard durante siete años. También enseñó en la Universidad de nueva York, antes de acabar en el Intituto Tecnológico de Massachussets.




Premios y distinciones


(*)Un arte

El arte de perder se domina fácilmente;
tantas cosas parecen decididas a extraviarse
que su pérdida no es ningún desastre
Pierde algo cada día. Acepta la angustia
de las llaves perdidas, de las horas derrochadas en vano.
 El arte de perder se domina fácilmente.

Después entrénate en perder más lejos, en perder más rápido:
lugares y nombres, los sitios a los que pensabas viajar.
Ninguna de esas pérdidas ocasionará el desastre.

Perdí el reloj de mi madre. Y mira, se me fue
la última o la penúltima de mis tres casas amadas.
 El arte de perder se domina fácilmente.

Perdí dos ciudades, dos hermosas ciudades. Y aun más:
algunos reinos que tenía, dos ríos, un continente.
 Los extraño, pero no fue un desastre.

Incluso al perderte (la voz bromista, el gesto
que amo) no habré mentido. Es indudable
que el arte de perder se domina fácilmente,
así parezca (¡escríbelo!) un desastre.