lunes, 1 de febrero de 2016

Palmira Julia Tello Landeta. Luchadora antifascista



Palmira Julia Tello Landeta (Madrid el 2 de septiembre de 1920-16 de enero de 2016). Luchadora antifascista.

Su imagen ha servido de motivo para carteles de combate y también de portada de libros como Mujer y movimiento obrero en España, 1931-1939 (Mary Nash, Fontamara, 1981).


Fue conocida por el nombre de Tellito cuando era miliciana, ya desde el comienzo mismo de la Guerra Civil. Y por el de Amaya a partir de la primavera de 1939, cuando tuvo que salir pitando de la capital de España gracias al aviso de una compañera con la que se encontró al regreso de su trabajo de costurera en el trayecto entre Cuatro Caminos y la calle de La Coruña, donde vivía. “¡Tellito! ¿Pero estás aquí? ¡Vete inmediatamente! No han dejado de preguntarme por ti en comisaría. Esta mañana me han soltado y seguro que ahora mismo me están vigilando. ¡Vete!”.

Eran los agentes del comisario Conesa: la estaban buscando, y deteniendo a jóvenes compañeras suyas por esas fechas, de las que acabarían fusilando a 13 —las Trece Rosas— junto a 43 hombres, la madrugada del 5 de agosto, ante las tapias del Cementerio del Este.

El 31 de octubre de 1936 su semblante va pasando entre las manos de los madrileños por ser suya la figura de una joven mujer que, con nervio encendido, arenga a la población desde la portada del semanario gráfico Estampa, a la que el reportero había acertado a recoger con su máquina en el instante en que la chica, tras subirse de un salto a una camioneta, se dirigía con brío a la gente de la plaza.

Tellito, se casa entonces con Ernesto Niño —“nos casó el capitán de la unidad”—, que es enviado inmediatamente al frente y abatido a los diez días, y enterrado en Quintanar de la Orden: todo seguido.

Luego, la miliciana va de Madrid a Valencia, participa en la batalla de Guadalajara y coincide y trabaja con las Brigadas Internacionales , con la Thaelmann, ahora ya por tierras de Albacete.

Pueblos de Toledo, de Ciudad Real y de Jaén. Sobre los cuales cuenta ella: “Solía ir andando de pueblo en pueblo siguiendo un recorrido fijado por el Comité. Alguna vez me llevaban en camión y me dejaban sola y desarmada. Yo arengaba a la gente en la plaza, palabras que me salían del alma. Las madres me oían pedir que dejaran a sus hijos alistarse para el frente. Podían lanzarse contra mí, iba yo indefensa. Y nunca, en ninguno de los pueblos por los que pasé, me hicieron nada. ¡Cuando yo, a lo que iba, era a llevarme a sus hijos a la batalla!”.

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