Judith
Butler ( Cleveland, Estados Unidos, 24
de febrero de 1956) Filósofa post-estructuralista y feminista.Judith
Butler ha realizado importantes aportaciones en el campo del feminismo, la
Teoría Queer, la filosofía política y la ética.
Frases de Judith Butler:
Siempre
he sido feminista. Esto significa que me opongo a la discriminación de las
mujeres, a todas las formas de desigualdad basadas en el género, pero también
significa que reclamo una política que tome en cuenta las restricciones
impuestas por el género en el desarrollo humano.
Cualquiera
que sea la libertad por la que luchamos, debe ser una libertad basada en la
igualdad.
Para
mí la filosofía es una forma de escribir.
“¡La
vida no es la identidad! La vida resiste a la idea de la identidad, es
necesario admitir la ambigüedad. A menudo la identidad puede ser vital para
enfrentar una situación de opresión, pero sería un error utilizarla para no
afrontar la complejidad. No puedes saturar la vida con la identidad”.
Tampoco
creo que la literatura nos pueda enseñar a vivir, pero las personas que tienen
preguntas sobre cómo vivir tienden a recurrir a la literatura.
El
matrimonio debe ser abierto a cualquier pareja de adultos que quieran entrar en
ese contrato, sin fijarse en su orientación sexual. Es un asunto de igualdad de
derechos civiles.
¿Existe
un buen modo de categorizar los cuerpos? ¿Qué nos dicen las categorías? Las
categorías nos dicen más sobre la necesidad de categorizar los cuerpos que
sobre los cuerpos mismos.
El
trabajo intelectual es una manera de conectar con las personas, de formar parte
de una conversación en curso. Los intelectuales no marcan el camino ni son
prescindibles. Creo que la reflexión teórica es parte de toda buena política.
Si
Lacan reconoce que la homosexualidad de la mujer procede de una
heterosexualidad decepcionada -como se afirma que lo demuestra la observación-,
¿No sería igual de evidente para el observador que la heterosexualidad procede
de una homosexualidad decepcionada?
La
estructura de las creencias es tan fuerte que permite que algunos tipos de
violencia se justifiquen o ni siquiera sean considerados como violencia. Así,
vemos que no se habla de asesinados sino de bajas, y que no se menciona la
guerra sino la lucha por la libertad.
Cuando
una vida se vuelve impensable o cuando un pueblo entero se convierte en
impensable, hacer la guerra resulta más fácil. Los marcos que presentan y
sitúan en primer plano las vidas por las que es posible llevar duelo funcionan
para excluir otras vidas como merecedoras del dolor.
No
se puede establecer ninguna correlación, por ejemplo, entre el travestismo o el
transgénero y la práctica sexual, y la distribución de las inclinaciones heterosexual,
bisexual y homosexual no puede determinarse de manera previsible a partir de
los movimientos de simulación de un género ambiguo o distinto.
Después
de todo, la justificación para la lucha se da en el campo sensorial, se utiliza
el sonido y la imagen para reclutarnos en una realidad y para hacernos
participar en ella. En cierto modo, toda guerra es una guerra sobre los
sentidos. Sin la alteración de los sentidos, ningún Estado podría hacer la
guerra.
Los
movimientos sociales deben unir las energías creativas y afirmativas de las
personas, no sólo reiterar los daños y producir una identidad como sujetos del
daño. Sin duda, no negaría que hay formas extremas, persistentes y malignas de
victimización, pero adoptar esta perspectiva en un movimiento social es
contraproducente.
Como
consecuencia, el género no es a la cultura lo que el sexo es a la naturaleza;
el género también es el medio discursivo/cultural a través del cual la
"naturaleza sexuada" o "un sexo natural" se forma y
establece como "prediscursivo", anterior a la cultura, una superficie
políticamente neutral sobre la cual actúa la cultura.
(...)
Son discriminaciones discursivas muy importantes que tienen implicaciones
cruciales, pues describen la realidad y, al hacerlo, producen también esta realidad
social. No se puede separar el poder del discurso para producir una realidad
social, de una parte, del poder del discurso para describir una realidad
existente, de la otra. Ambas cosas suceden al mismo tiempo.
Para
mí, el duelo público no se limita a la necesidad que se tiene de llorar
personalmente a los muertos. Por cierto esa necesidad existe. Pienso que el
duelo público da un valor a las vidas. Permite un tipo de conciencia aumentada
de la precariedad de esas vidas y de la necesidad de protegerlas, y quizás
también comprender que está precariedad se entienda más allá de las fronteras.
Es
decir, la "unidad" del género es la consecuencia de una práctica
reguladora que intenta uniformizar la identidad de género mediante una
heterosexualidad obligatoria. El poder de esta práctica reside en limitar, por
medio de un mecanismo de producción excluyente, los significados relativos de
"heterosexualidad", "homosexualidad" y
"bisexualidad", así como los sitios subversivos de su unión y
resignificación.
(...)
Pero debido a que la falta de control es parte de su propia destructividad, no
hay guerra que no cometa un crimen en contra de la humanidad, una destrucción
de vidas civiles. En otras palabras, la legislación internacional que prohíbe
los crímenes en contra de los civiles presupone que puede haber una guerra sin
dichos crímenes. Pero si este tipo de crímenes son inevitables, entonces no
existe una guerra que no sea criminal.
Todavía
me considero una feminista clásica, porque lo cierto es que la mujer sigue
sufriendo mucho más comparativamente, sobre todo si hablamos de temas de
pobreza, analfabetismo y atención médica, de modo que ni siquiera a ese nivel
básico ha finalizado la tarea del feminismo tradicional. Por otro lado, hay
conexiones, filiaciones, entre las cuestiones de género del feminismo y las
cuestiones de género de la sexualidad a medida que emergen en estos otros
movimientos.
(...)
Si nos centramos en el cuerpo podemos pensar sobre la interdependencia de un
modo distinto. Podemos empezar con el cuerpo del bebé, que no puede sobrevivir
sin el cuidado físico de otra persona y cuya dependencia física de otro ser
humano determina si sobrevivirá o no. Cometemos un error si creemos que el paso
de la infancia a la madurez implica lograr una independencia que nos libera de
esa interdependencia. Los adultos seguimos dependiendo de los otros para
nuestra supervivencia.
A
mí me resultó interesante la distinción entre sexo y género porque permite,
como decía Beauvoir, diferenciar entre anatomía y función social, de modo que
se podría tener una anatomía cualquiera pero la forma social no estaría
determinada por la anatomía. Si bien tengo la capacidad física de reproducir
me, esto no significa que tenga que hacerlo, de igual modo que tener una mano
derecha hábil no me obliga a ser escritora. Sólo significa que hay un tipo de
condición física de posibilidad para determinados caminos sociales y modos de
actualización, pero ninguno de ellos es normativo.
La
justicia tiene que ser pensada más equitativa y radicalmente. Se necesitan
nuevas nociones de justicia sexual o económica. También hay que extender la
justicia a ámbitos de la vida que no han sido tomados en consideración. Por
ejemplo, la lucha contra la pobreza, contra la destrucción del medio ambiente,
son asuntos que deben ser considerados. Pero ¿Qué significa
"justicia"? ¿Qué significa "aquí"? ¿Qué relación hay entre
la justicia sexual y la justicia económica? Las intersecciones entre estos
movimientos son los lugares para las alianzas, y esto es distinto a buscar un
denominador común.
Vivimos
en profundas redes de interdependencia radical que la ideología del
individualismo niega. Hay que pensar la interdependencia como una condición
humana pero también como condición de todos los seres sintientes. Esto nos
brinda una nueva perspectiva política menos centrada en cuestiones de
territorio y de soberanía que en el reconocimiento de la dependencia mutua. El
cuerpo es un buen punto de partida, porque como cuerpos somos vulnerables y
dependientes. Ésta es nuestra condición. Incluso diría que si, como cuerpos,
quedamos completamente aislados, no sobrevivimos ni como niños, obviamente, ni
como adultos.
Todo
depende de cómo se defina el terrorismo. Se suele asumir de antemano que el
terrorismo suicida tiene sobre todo motivaciones religiosas, y que las razones
religiosas están vinculadas al islam. Pero hay muchas perspectivas islámicas
opuestas sobre el terrorismo suicida. Muchas de las motivaciones de los que
cometen atentados terroristas suicidas no son necesariamente religiosas. Con
frecuencia tienen que ver con cuestiones relativas al territorio político o son
muestras de rechazo político a ejércitos ocupantes. Creo que nos equivocamos si
intentamos entender el terrorismo suicida como una expresión pura de violencia
religiosa.
Si
eres famoso, la gente se siente atraída por ese fenómeno, quiere acercarse a la
persona que hay detrás para averiguar por qué eres famoso. Así que, si eres una
persona conocida, la gente desea conocerte. A veces es algo muy superficial. Hay
personas que únicamente quieren vivir la experiencia de conocer a alguien a
quien admiran, y eso me parece bien. En ocasiones hago lecturas públicas en
librerías y hay gente que viene para ver qué aspecto tengo y no necesariamente
para leer el libro. También hay otra gente que se siente muy identificada
intelectualmente con mi obra que no quiere conocerme, lo cual me gusta bastante
porque son personas a quienes únicamente les interesa la relación intelectual.
(...)
Por un lado, se podría decir que una de las razones de ser de un Estado
democrático es la protección de los derechos humanos de los ciudadanos. Por el
otro, debemos ser capaces de defender los derechos humanos de quienes no son
ciudadanos. Si el Estado no puede proveer tal defensa, ¿Qué hacemos? Es una
cuestión de los derechos de quienes no pertenecen a ningún Estado y están
implicados en acciones de guerra, pero también es cuestión de los
indocumentados cuyos derechos humanos también deben ser protegidos. Si sólo
consideramos como merecedoras de derechos a aquellas vidas que representan al
Estado-nación, estamos definiendo tácitamente al ser humano en relación con su
pertenencia a un Estado.
No
sé muy bien si soy filósofa. Puede que el hecho de que no lo sepa sea un signo
de que sí lo soy, pero puede que no. La verdad es que no pienso mucho sobre
quién soy en ningún sentido definitivo, de modo que si quiero ser consistente
debo resistirme a la pregunta por la identidad. Hay una idea del intelectual
comprometido en Francia, como lo eran Sartre o Bourdieu. No me entiendo a mí
misma en estos términos. Creo que soy parte de los movimientos sociales sobre
los que escribo; mi propia vida fue posible gracias a determinados movimientos,
feministas, lesbianos, gays, de derechos civiles. Ellos me formaron. Algunas de
las cosas que hago reflejan lo que sucede en estos movimientos y creo que el
trabajo intelectual forma parte del movimiento social, pues sin él no funciona.
Recordemos
que las guerras invocan el derecho a reducir la vida a la muerte o a una muerte
en vida, a disponer de la vida a través de medios militares, a instigar el
terror y a destruir las infraestructuras de la vida cotidiana de las
poblaciones que se hallan en su punto de mira. Cuando hablamos de
"poblaciones objetivo" estamos hablando de gente que ha sido agrupada
dentro de un marco y por un marco, que se han convertido en el foco de una
serie de cámaras y cuyo estatus de objeto depende fundamentalmente de una
máquina que enfoca su realidad, circunscribiendo tanto su precariedad como su
carácter desechable. En efecto, señalar un pueblo como blanco es la acción
inicial de la destrucción. No sólo es la preparación de la destrucción que está
por llegar, sino la secuencia inicial del propio proceso de destrucción.
Lo
que se llama mi "propio" género quizá aparece en ocasiones como algo
que uno mismo crea o que, efectivamente, le pertenece. Pero los términos que
configuran el propio género se hallan, desde el inicio, fuera de uno mismo, más
allá de uno mismo, en una socialidad que no tiene un solo autor (y que impugna
radicalmente la propia noción de autoría). Aunque ser de un cierto género no
implica que se desee de una cierta manera, existe no obstante un deseo que es
constitutivo del género mismo y, como consecuencia, no se puede separar de una
manera rápida o fácil la vida del género de la vida del deseo. ¿Qué es lo que
quiere el género? Hablar de esta manera puede parecernos extraño, pero resulta
menos raro cuando nos damos cuenta de que las normas sociales que constituyen
nuestra existencia conllevan deseos que no se originan en nuestra
individualidad. Esta cuestión se torna más compleja debido a que la viabilidad
de nuestra individualidad depende fundamentalmente de estas normas sociales.
Al
establecer cuáles serán las poblaciones blanco, la guerra distingue entre
aquellos cuyas vidas deben ser conservadas y aquellos cuyas vidas son
prescindibles. En este sentido, la guerra es el negocio de producir y
reproducir la precariedad, de sostener a la población en el límite de la
muerte, a veces matando a sus miembros, a veces no; de cualquier modo, produce
precariedad como la norma de la vida cotidiana. Para poder sujetarlas a una
operación de violencia efectiva y sostenida, a las vidas que se hallan bajo
dichas condiciones de precariedad no se les debe extraer todas sus vísceras.
Después de todo, las guerras también se inician con el fin de debilitar y
dominar a aquellas poblaciones que se convertirán en trabajadores o,
ciertamente, en personal de seguridad en la reconstrucción de sus tierras bajo
el auspicio de los poderes extranjeros y las compañías multinacionales. Así
pues, como sabemos, en parte las guerras también se inician con el fin de
producir y explotar una clase trabajadora desesperada en favor de los intereses
económicos de aquellos que inician el conflicto armado. Como también sabemos,
las guerras se luchan en épocas con altos índices de desempleo nacional con el
objetivo de explotar y reclutar una clase trabaja dora prometiendo competencias
profesionales y compensaciones. Claramente, de este modo se incrementa el poder
del Estado, así como su alianza con el poder corporativo.