Alfonsina Storni (Capriasca, Suiza, 29 de mayo de
1892 - Mar del Plata, Argentina, 25 de
octubre de 1938) Poeta, escritora y feminista argentina .
Representante del modernismo, Storni es una figura indispensable en la poesía
latinoamericana de la primera mitad del siglo XX.
Alfonsina Storni emigró con sus padres a la
Argentina cuando era una niña. Durante su infancia vivió en la provincia de San
Juan, trabajando desde temprana edad para ayudar a sus padres.
Se graduó como maestra, ejerciendo el magisterio al
mismo tiempo que se dedicaba al periodismo, usando el pseudónimo de Tao-Lao.
Sus colaboraciones fueron publicadas en el diario La Nación de Buenos Aires,
diversas revistas y algunos diarios americanos.
Intervino
en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores.
Su
rebeldía contra la opresión de la mujer fue personal y política a través de su
literatura y también de su activismo. Participó en la defensa del derecho al
voto de la mujer argentina y en campañas a favor de la educación sexual en las
escuelas. Mujer avanzada para su época, practicó el amor libre, tanto con
hombres como con mujeres. Independiente, libre y pasional, dijo de sí misma: «me
llamaron Alfonsina, que quiere decir dispuesta a todo».
Su
poesía está impregnada de lucha, audacia, amor y una reivindicación del género
femenino. Tanto por su vida como por su obra Alfonsina Storni es una autora de referencia para el feminismo. En
sus libros abordó de forma directa y subversiva para la época temas como la
sexualidad femenina, los roles de género y la subordinación al hombre.
Además, posee una originalidad que cambió el sentido de las letras de
Latinoamérica. Hay quien divide su obra en dos partes: una de corte romántico, que
trata el tema desde el punto de vista erótico y sensual y muestra resentimiento
hacia la figura del varón, y una segunda etapa en la que deja de lado el
erotismo y muestra el tema desde un punto de vista más abstracto y reflexivo.
La
crítica literaria, por su parte, clasifica en tardorrománticos a los textos
editados entre los años 1916 y 1925, y a partir de Ocre encuentra rasgos
de vanguardismo y recursos como el antisoneto.
Sus
composiciones reflejan, además, la enfermedad que padeció durante gran parte de
su vida y muestran la espera del punto final de su vida, expresándolo mediante
el dolor, el miedo y otros sentimientos
Su obra poética nace de su gran sensibilidad anímica
y abarca desde el postmodernismo hasta una posición singular dentro de las
corrientes vanguardistas de la época.
Nunca dio en sus poemas la sensación de naturaleza,
ni tibieza de hogar, pero evocó mejor su ciudad, el tráfico de las calles, la
monotonía de los altos edificios, los trenes, los parques urbanos. No obstante,
la nota más persistente en ella es el amor, entendido casi siempre como una
especie de furor, contrastante sentimiento romántico con notas irónicas, la
dualidad entre el ser y el no ser.
En
su obra también destaca la melancolía y la angustia, la búsqueda inexplicable
de la soledad y la evasión de la realidad
Todos sus sentimientos los confiesa sin veladuras en
siete libros. Los cuatro primeros: La
inquietud del rosal (1916), un libro de
poesías donde expresaba sus deseos como mujer y describía su condición de madre
soltera sin ningún tipo de complejo, se publicó en 1916, aunque nunca le pudo
pagar la edición al impresor.
El
dulce daño (1918), Irremediablemente
(1919) y "Languidez"
(1920), son íntimos y personales, mientras que los otros tres: "Ocre"
(1925), que tardó cinco años en publicar
reiterando la temática de la mujer; "Mundo de siete pozos" (1936) y
"Mascarilla y trébol" (1938), constituyen obras más reposadas y
cerebrales, llenas de simbolismos y abstracciones.
Algunas de sus obras inéditas fueron publicadas en
Buenos Aires, en el año 1960; tal es el caso de "Cinco Cartas y una
golondrina" y "Poemas olvidados".
En 1938, aquejada de una enfermedad, entonces
incurable, se suicidó, arrojándose al mar en la ciudad de Mar del Plata. Pocos
días antes de su muerte escribió "Voy a dormir", poema que revela sus
claros deseos de suicidio.
Alfonsina
consideraba que el suicidio era una elección concedida por el libre albedrío, y
así lo había expresado en un poema dedicado a su amigo y amante, el también
poeta suicida Horacio Quiroga.
Hay
versiones románticas que dicen que se internó lentamente en el mar; algunas de
esas versiones sirvieron para componer la canción «Alfonsina y el mar» se sabe que envió
tres cartas: una a su hijo, Alejandro; otra a Gálvez, para que procurase que a
su hijo no le faltase nada, y un poema de despedida al diario La Nación:
Dientes de flores, cofia de
rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera,
una constelación, la que te guste,
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes,
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides. Gracias... Ah, un encargo,
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
Algunos
fragmentos de sus poemas:
"Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada".
"En las grandes mujeres
reposó el universo.
Las consumió el amor, como el
fuego al estaño,
a unas; reinas, otras
sangraron su rebaño.
Beatriz y Lady Macbeth tienen
genio diverso.
De algunas, en el mármol,
queda el seno perverso.
Brillan las grandes madres de
los grandes de antaño.
Y es la carne perfecta, dadivosa
del daño.
Y son las exaltadas que
entretejen el verso.
De los libros las tomo como
de un escenario
fastuoso -¿Las envidias,
corazón mercenario?
Son gloriosas y grandes, y
eres
nada, te arguyo.
-Ay, rastreando en sus alas,
como en selvas las lobas,
a mirarlas de cerca me bajé a
sus alcobas
y oí un bostezo enorme que se
parece al tuyo".
"Hombre pequeñito,
hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que
quiere volar...
Yo soy el canario, hombre
pequeñito,
Déjame saltar.
Estuve en tu jaula, hombre
pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me
das.
Digo pequeñito porque no me
entiendes,
Ni me entenderás.
Tampoco te entiendo, pero
mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero
escapar;
Hombre pequeñito, te amé
media hora,
No me pidas más".
"Cada día que pasa, más
dueña de mí misma,
sobre mí misma cierro mi
mirada interior;
en medio de los seres la
soledad me abisma.
Ya ni domino esclavos ni
tolero señor.
Ahora van pasando mujeres a
mi lado
cuyos ojos trascienden la
divina ilusión.
El fácil paso llevan de un
cuerpo aligerado:
se ve que poco o nada les
pesa el corazón…