Eloísa (1101- 16 de
mayo de 1164) Intelectual francesa de la Edad Media.
Es
considerada la primera mujer de letras de Occidente cuyo nombre ha llegado
hasta nuestros días.
La
vida de Eloísa representa la figura mítica de la pasión amorosa que sobrepasa
el amor
cortés, muy popular en aquella época gracias en parte, al éxito de Tristán e Isolda
Debe
sobre todo su fama a la relación amorosa que mantuvo con el gran escolástico Pedro
Abelardo (1079-1142). Y a que fue la primera abadesa de Paraclet.
Se
educó en la abadía de 'Argenteuil, donde aprendió griego, latín y hebreo y
posiblemente retórica. Según cuenta de ella Abelardo, «hermosa de cara, la
distinguía aún más la amplitud de sus conocimientos de las letras».
A
sus diecisiete años, y hacia 1117, su tío la envía a recibir las enseñanzas de
Abelardo, famoso magister entonces de la escuela catedralicia de Notre Dame de
París; la relación que se estableció entre ellos no es sólo de carácter
intelectual, sino -lo cuenta claramente Pedro
Abelardo-Historia de mis Desventuras también corporal.
Fruto
de estos amores es Astrolabio, su hijo, a quien da a luz Eloísa en Bretaña, en
casa de una hermana de Abelardo, y el matrimonio secreto entre Abelardo y
Eloísa, que tiene lugar en París, y por causa
del cual, el despechado Fulbert manda castrar a Abelardo.
Como
condena, los amantes deben ingresar en un monasterio, Eloísa en el de
Argenteuil y Abelardo en el de Saint-Denis. Posteriormente, Eloísa, junto con
otras monjas (1129), ingresa en el monasterio del Paráclito, fundado años antes
por Abelardo (1123), cerca de Troyes, y donde Eloísa fue abadesa hasta su
muerte.
De
ella sólo nos ha llegado una oración fúnebre de uno de sus poemas pero nada de
su música.
Lo
que sabemos de su escritura es la relación epistolar que mantuvo con Abelardo. Apasionada
y erudita más que erótica, esta
correspondencia es considerada como precursora de obras epistolares posteriores
como las de Madame de La Fayette, Laclos o Rousseau.
Las
tres famosas cartas que Eloísa escribió a Abelardo datan de la década de 1130. Las dos primeras son
obras maestras de la literatura epistolar, y en ellas Eloísa demostró sus
amplios conocimientos literarios y su maestría en el empleo de los recursos
formales que la retórica epistolar ponía a su alcance para expresar su
experiencia en forma desgarradora.
Eloísa
mostraba en ellas su resentimiento hacia los acontecimientos que habían
truncado trágicamente su experiencia amorosa, que recordaba como el único
espacio de libertad al que había tenido acceso. Su íntima rebelión se expresó
asimismo en la obstinación con la que declaró en su correspondencia que su
entrega a la vida religiosa no había sido una elección sino una imposición del
propio Abelardo, a pesar de que los monasterios femeninos eran lugares donde la
libertad y la independencia de las mujeres podían expresarse en términos
originales.
La
definición que da Eloísa del amor en sus cartas es triplemente revolucionaria:
primero porque es una mujer la que expresa su opinión sobre este tema, después
porque habla desde su experiencia personal y, finalmente, porque la diferencia
de sexos se traduce en diferentes formas de amar.
De
Eloísa conservamos también sus Problemata, una serie de preguntas acerca de la
Escritura que dirigió a Abelardo encabezada por una carta de introducción. La
autoría de Eloísa sobre este texto nunca ha sido cuestionada, pero en cambio a
menudo se ha dudado de que llegara a escribir su epistolario.
Como
mujer del siglo XII, Eloísa estuvo sujeta a las rígidas codificaciones de la feminidad,
por lo que a muchos autores ha sorprendido su independencia de juicio y la
fuerza con que expresó una experiencia que se rebelaba contra dichas
codificaciones.
La
fuerza expresiva de estas cartas fue apreciada posteriormente por muchos
autores como Jean
de Meung o Petrarca
, y Eloísa se convirtió en los siglos modernos en la heroína romántica de una
tragedia amorosa.
Más
allá de esta visión estereotipada, el epistolario de Eloísa puede contemplarse
como la expresión vigorosa de la extrañeza de su ser mujer hacia las
codificaciones patriarcales del sentir femenino.
Eloísa
sobrevivió veinte años a Abelardo, y murió como abadesa del Paraclet en 1164.