Cuáles
son los comportamientos más frecuentes y, a la vez, los que más molestan a las
mujeres. La mayor parte de ellos son obvios, pero como demuestra la ingente
cantidad de comportamientos denigrantes que se repiten recurrentemente, parecen
no quedar claros para la mayor parte de los hombres.
•El
comentario sexualmente ofensivo. Es seguramente el tipo de actitud más
frecuente y más desagradable, el de la proposición sexual realizada sin ninguna
clase de gusto o tacto, no digamos ya con posibilidades de llevarse a cabo. En
la mayor parte de casos, estos comentarios sugieren que la mujer es poco más
que un objeto para el que los pronuncia.
•Las referencias al cuerpo de la aludida. El ejemplo de una mujer cuyo compañero la llamaba a diario “tetas grandes” (“big boobs”). El trabajador dejó de hacerlo cuando esta comenzó a llamarle “pito corto” (“small dick”), muestra de que en la mayor parte de casos devolver el golpe es la mejor opción.
•Hay
cosas que las mujeres no pueden hacer. Mujeres que cuentan cómo les marcó que
su padre no les permitiera nunca jugar ni al baloncesto ni al fútbol, ya que se
trataba de “deportes para chicos”. Existe una consolidada idea de que hay
determinadas cosas que una mujer no puede hacer ya que “se puede hacer daño”.
•La
mujer, en la cocina. Dentro de esa última categoría de comentarios que
distinguen entre lo que una mujer debe hacer y lo que no, se encuentran aquellos
que encasillan al sexo femenino en su habitual rol de ama de casa, madre y
esposa.
•Confusiones
denigrantes. Una de las ramificaciones de la creencia de que las mujeres no
pueden aspirar más que a trabajar en el hogar o, como mucho, ser secretarias o
limpiadoras, se refleja en esa habitual broma en la que se reconoce a una mujer
que ha sido confundida con otra de menor categoría. Es lo que explica una
científica a la que, ataviada con su bata, se le acercó un compañero y le dijo
extrañado que no sabía que era una de las trabajadoras del centro, ya que
pensaba que era la recepcionista.
•Diferencias
a la hora de aceptar su valía. No somos conscientes de ello, pero en muchas
ocasiones, se sigue tratando de forma diferente a hombres y mujeres a la hora
de cumplir con un objetivo, entregar un trabajo o cumplir una orden.
•Las
mujeres que han decidido trabajar no pueden quejarse. Como consecuencia de esa
cacareada inutilidad del sexo femenino en el mundo laboral, muchos hombres han
adoptado la idea de que ellas mismas se han buscado sus problemas de
conciliación laboral y que, por lo tanto, el sexo masculino no tiene ninguna
responsabilidad.
•Cállate.
Otro comportamiento tristemente habitual es el de despreciar la inteligencia
femenina haciendo callar a la mujer al no considerar de relevancia lo que pueda
aportar a la discusión. O ni siquiera eso, sino que muchos piensan que el rol
de la mujer ha ser pasivo y obediente.
•Las
mujeres no pueden disfrutar del sexo. Un prejuicio vinculado a esa concepción
de la mujer como ama de casa obediente y el hombre como macho alfa que puede
decidir lo que hacer con su pareja, familia y entorno. Hasta la liberación
sexual de los sesenta no se aceptó que la mujer podía disfrutar también de su
propia sexualidad, y ni siquiera aún se ha conseguido derribar dicho mito.
•Las
mujeres no pueden hacer trabajos técnicos. La creencia arraigada de que “las
mujeres no están dotadas para lo técnico”, y además, que tendrían que convivir
con otros hombres si son contratadas. Dos escollos, al parecer, difíciles de
salvar, pero que desvelan los rasgos de la mentalidad conservadora que aún
pervive en gran parte de la sociedad occidental.
Fuente:Laura Bates es la
fundadora del Proyecto Machismo Cotidiano o, en su idioma original, Everyday
Sexism.
(*)NOTA
se ha suprimido el post antiguo debido a las protestas de la autora,a pesar de que había publicado el enlace con la fuente,
alegando que debería pedir permiso para publicarlo y pedir perdón por haberlo
hecho. Como este post se había compartido en facebook por algunas páginas me ha
dado pena eliminarlo. Espero que disfrutéis con el cambio