viernes, 3 de julio de 2015

Isabelle Eberhardt . Exploradora, viajera, aventurera



Isabelle Eberhardt (17 de febrero de 1877 – 21 de octubre de 1904) Exploradora y escritora suiza.

Vivió y viajó por el Norte de África. Para su época, era una persona libre que rechazaba la moral europea que seguía su propio camino en el Islam y escribió varios libros de sus viajes en África. Murió en una inundación repentina en el desierto a la edad de 27 años.



En 1888 su medio hermano Augustín se unió a la Legión Extranjera Francesa y fue asignado a Argelia. Esto despertó el interés de Isabelle por el oriente y empezó a aprender árabe. Su primer viaje al norte de África fue con su madre en mayo de 1897, mientras que por un lado planeaban reunirse con Augustin, también estaban considerando empezar una nueva vida allí y convertirse al Islam, cumpliendo así un antiguo sueño. Sin embargo, su madre muere repentinamente en Annaba y es enterrada allí bajo el nombre de Fatma Mannoubia.



Después de la muerte de su familia Isabelle Eberhardt pasa el resto de su vida en África, explorando el desierto y haciendo del norte de Argelia su nuevo hogar. Vestida como hombre y haciéndose llamar Si Mahmoud Essadi, Eberhardt se sumerge en la cultura árabe con una libertad que de otra forma no hubiera conocido.







Obras:
 "Historias Argelinas" (1905), "En la cálida sombra del Islam" (1906), "Sobre el ser vagabundo" (1988), "Los diarios de una nómada apasionada" (2003) y "Amores nómadas" (2003).



Frases de Isabelle Eberhardt






Escribir es algo precioso y espero que con el tiempo, cuando vaya adquiriendo la sincera convicción de que la vida real es hostil e inextricable, sabré resignarme a vivir esa otra vida, tan dulce y placentera.


Sin embargo, aunque mi vida no ha sido más que un entretejer dolores y tristezas, no voy a maldecir nunca lo lamentable y triste que es el universo... Porque en él el amor vive junto a la muerte y todo es efímero y transitorio. Porque los dos me han embriagado, me han extasiado, me han regalado muchos sueños y muchas ideas.


(...) Luego venía la extraña "segunda vida", la vida de la voluptuosidad, del amor. La embriaguez terrible y violenta de los sentidos, intensa y delirante, contrastando singularmente con mi existencia cotidiana, calmada y reflexiva.

Todo viaje, incluso en las regiones más frecuentadas y más conocidas, es una exploración.

Cuando más lejos dejo el pasado más cerca estoy de forjar mi propio carácter.


El caminante sano sentado al lado de la carretera analizando el horizonte abierto ante él, ¿No es este el dueño absoluto de la tierra, las aguas, y hasta del cielo? ¿Qué habitante puede competir con él en poder y riqueza?


Nadie hasta la fecha ha sabido traspasar esa máscara y descubrir mi verdadera alma, este alma sensitiva y pura que vuela tan alto sobre las bajezas y los envilecimientos adonde me apetece, desdeñando los convencionalismos y, también, por una rara necesidad de sufrir, arrastrando con ella a mi ser físico...


Y la eterna, la misteriosa, la angustiosa pregunta aparece una vez más: ¿Dónde estaré, en qué tierra, bajo qué cielo, a esta misma hora dentro de un año? Lejísimos, sin duda, de esta pequeña ciudad sarda... ¿En dónde? ¿Seguiré aún entre los vivos ese día?


Hay límites para todo dominio y leyes que rigen todo poder organizado. Pero el vagabundo posee toda la tierra inmensa que sólo termina en el horizonte no existente, y su imperio es uno intangible, en tanto su dominio y disfrute de este son cosas del espíritu.


Nómada fui cuando de pequeña soñaba contemplando las carreteras; nómada seguiré siendo toda mi vida, enamorada de los cambiantes horizontes, de las lejanías aún inexploradas, porque todo viaje, incluso en las regiones más frecuentadas y más conocidas, es una exploración.

A partir de ahora me dejaré mecer por las olas inconstantes de la vida... Me embriagaré con todas las fuentes de la ebriedad, sin afligirme, aunque se agoten inexorablemente... Adiós a las luchas y a las victorias, y a las derrotas de las que salía con mi corazón sangrando y herido... ¡Adiós a todas esas locuras de primera juventud!



Estoy sola, y sueño... Y, a pesar de la profunda tristeza que invade mi corazón, mi ensueño no tiene nada de desolado ni de falto de esperanza. Después de estos últimos seis meses tan agitados, tan incoherentes, siento que mi corazón se templa como nunca y que de ahora en adelante será invencible, incapaz de doblegarse incluso en medio de las peores tormentas, humillaciones y duelos.


Para el que entiende el valor y el sabor delicioso de la libertad solitaria (en tanto nadie es libre si no esta solo) el estar de salida es el acto más valiente y más grandioso de todos. Una felicidad egoísta, posiblemente. Pero para aquel que disfruta de su sabor, la felicidad. El estar solo, el ser modesto en las necesidades, para ser ignorado, ser un extraño que está en casa en todas partes, y caminar, en forma grandiosa y por uno mismo, hacia la conquista del mundo.



Dentro de pocos días, la vida verdadera, errante e incoherente, reaparecerá. ¿Dónde? ¿Cómo? ¡Sólo Dios lo sabe! No puedo ya atreverme a hacer suposiciones ni hipótesis al respecto después de que, al poco de decidir quedarme uno o dos meses más en París, he venido a dar a Cagliari, a este rincón perdido del mundo, en el que jamás había pensado, y no menos importante que cualquier otro lugar en el que mi ojo se hubiera fijado distraídamente sobre el mapa del mundo.


Desde la cima de esta duna se descubre todo el valle de El Oued, sobre el cual parecen cerrarse las olas somnolientas del gran océano de arena gris. Todas las ciudades de los países de arena, construidas con yeso ligero, tienen un aspecto salvaje, deteriorado y ruinoso.


Sólo deseo tener un buen caballo, compañero mudo y fiel de una vida soñadora y solitaria, algunos servidores casi tan humildes como mi montura, y vivir en paz, lo más lejos posible de la agitación -en mi humilde opinión, estéril- del mundo civilizado, en el que me siento de más.

"Los diarios de una nómada apasionada"