Para
“Las Sinsombrero”, las mujeres de la vanguardia española, Maruja Mallo,
Margarita Mansó y Concha Méndez, el acto de no llevar sombrero y otras tantas
acciones que realizaron o relataron durante su vida serán, por un lado, parte
integrante de su obra y por otro, un modo conscientemente buscado de tener una
visibilidad y una voz pública, una visibilidad y una voz que se les negó
incluso en los circuitos más modernos, e intelectualizados, del dorado Madrid
de los años 20.
“Las
Sinsombrero” quisieron remarcar su derecho a una voz pública, su legitimidad
para hacer lo que quisieran hacer, para estar en los lugares que quisieran
estar y para tener una voz propia, en fin para hacer efectivo el proyecto
ilustrado. Concha Méndez cantó al placer de andar por la noche y sola; Maruja
Mallo se quitó el sombrero para evitar ser categorizada en un género concreto y
en una clase social dada; Ángeles Santos fue, por una breve tarde, entre oreja
y pastel de fresa en el Café Pombo; Margarita Mansó se puso la chaqueta de pantalón
pitillo para entrar en el Monasterio de Silos y su incombustible amiga Mallo
vociferó blasfemias con más ahínco y osada creatividad que el mismísimo
Alberti, para burlarse una vez más de la “Mafia Santa”, blanco predilecto de
esta eterna “bruja joven”.
El sinsombrerismo es el final
de una época, como lo fue de otra el quitarse las pelucas blancas. Quiere decir
presteza en comprender y en decidirse, afinidad con los horizontes que se
atalayan, ansias de nuevas leyes y nuevos permisos, entrada en la cinemática de
la vida, no dejar nunca la cabeza en el perchero, ir con rumbo bravo y
desenmascarado por los caminos del tiempo nuevo.
Nos
cuenta Concha Méndez en sus memorias:
Lo
que yo quería era viajar. La mayoría era dada a las mujeres a los veinticinco
años; la tenía y era tiempo de emanciparme de la familia y del medio. Sin
embargo , para liberarse hace falta una preparación: primero descubrirme, para
luego entrar con solidez en las nuevas aventuras. Empecé interesándome por la
política y poniendo en duda todos los aspectos del mundo en el que me había
movido hasta entonces...
A
continuación nos informa de su doble descubrimiento, su compañera de rondas y
su acto performativo:
La
noche de mi descubrimiento en el Palacio de Cristal había conocido a la pintora
Maruja Mallo y empecé a salir con ella por Madrid. Íbamos por los barrios
bajos, o por los altos, y fue entonces que inauguramos un gesto tan simple como
quitarse el sombrero.
Fue
entonces cuando fundirse con la multitud daba alas para participar en la vida,
y no en la muerte. Fue entonces cuando decidieron desembarazarse, en un
revolucionario acto, de los sombreros, de estos elementos sartoriales,
elementos que catapultaban a su portador en un género concreto y una clase
social específica, en un estatus y en unas normas de comportamiento social.
Elementos que anunciaban el derecho, o no derecho, de su portador a estar en el
espacio de lo público y hablar con voz propia. Desembarazadas de estos marcos
de sí mismas y de cortapisas para mirar y para pensar, podrían recomenzar a
vivir y participar.
Cuando
Maruja Mallo cuenta la anécdota no lo hace tal y como la narra Concha Méndez en
sus memorias habladas, no, Maruja dice esto:
“Si,
si, todo el mundo llevaba sombrero, era un pronóstico de diferencia social.
Pero un buen día a Federico, a Dalí, a mi y a Margarita Manso, se nos ocurrió
quitarnos el sombrero y al atravesar la Puerta del Sol nos apedrearon
insultándonos como si hubiéramos hecho un descubrimiento, como Copérnico o
Galileo. Entonces nos tuvimos que meter por la boca del subterráneo mientras
que Federico se obstaculizaba de los insultos, que eran, que nos llamaban
maricones, porque se comprende que creían que despojarse del sombrero era como
una manifestación del tercer sexo… y en cambio Dalí apostaba que los tres
éramos, esto provocaba un escándalo y más piedras que nos llovían sobre las
cabezas y nos internamos en el subterráneo”.
(Fuente:www.antimuseo.org/textos)
(Fuente:www.antimuseo.org/textos)
La
lista de LasSinsombrero está conformada por ocho nombres, aunque los
responsables del proyecto tuvieron que aplicar un criterio de selección
exhaustivo, ya que el número de ellas que habían participado activamente en la
escena de la época era muy extenso.Hemos elegido a ocho:
Ernestina
de Champourcín (Vitoria 1905 – Madrid 1999): poeta. Vivió en Madrid desde los
inicios de su juventud y a los 21 años publicó su primer libro de poemas. La
Guerra Civil la llevó a trabajar de enfermera, experiencia que influyó
profundamente en su obra posterior. Volvió a España en 1973, después de décadas
de exilio junto a su marido en Toulouse, París y México. Su actividad como
escritora siguió después de haber cumplido los 90 años. Siete años antes de su
muerte, en 1992, fue candidata al premio Príncipe de Asturias de las Letras.
María
Teresa León (Logroño 1903 – Madrid 1988): escritora. Estudiante en la
Institución Libre de Enseñanza fue la primera española en conseguir un
doctorado en Filosofía y Letras. Escribió bajo seudónimo en un diario de Burgos
y en 1929 publicó su primera novela. No sólo escribió narrativa (llegó a
publicar más de 20 libros) sino que también fue activa en el género teatral.
Junto a su pareja, Rafael Alberti, puso en marcha proyectos como la revista
Octubre y durante la Guerra Civil fue secretaria de la Alianza de Escritores Antifascistas,
además de fundadora de la revista El Mono Azul y una de las activistas por la
salvación de las obras del Museo del Prado de Madrid.
Concha
Méndez (Madrid 1898 – México 1986): poetisa y creadora de la editorial La
Verónica junto a su marido Manuel Altolaguirre, también poeta. Editaron la
revista Héroe y fueron grandes divulgadores de la actividad cultural del
momento. Exiliados en París y La Habana, finalmente se asentaron en México, en
donde volvieron a recuperar su actividad editorial, con una imprenta en la que
publicaban la obra de sus amigos españoles en el exilio. En 1976 publicó su
último poemario Vida o río.
Maruja
Mallo (Lugo 1902 – Madrid 1995): pintora. Con 20 años se trasladó a estudiar a
la Real Academia de Artes de San Fernando de Madrid e inmediatamente entró a
formar parte de la intelectualidad de la ciudad. Fue ella, junto a Margarita
Manso, la que ideó y llevó a cabo la performance de cruzar la Puerta del Sol
sin sombrero, todo un acto subversivo para la época. Pintora genial, obtuvo su
reconocimiento en el exilio: después de Portugal, viajó a Argentina y
finalmente a Nueva York, donde se asentó. Contemporánea de artistas como Andy
Warhol (que catalogó su obra como un precedente del arte pop) volvió a España
en 1963 sin que su país natal le prestase nunca la atención que se merecía,
pese a que ella permaneció activa hasta su muerte.
María
Zambrano (Vélez-Málaga 1904 – Madrid
1991): filósofa. Alumna de Ortega y Gasset o García Morente, no sólo empezó
pronto a destacar dentro de la intelectualidad española sino que además fue una
importante defensora de la República. El exilio la llevó a París, La Habana,
Puerto Rico o México y volvió a España en 1984. Durante todos esos años mantuvo
su actividad como ensayista, profesora y filósofa.
Rosa
Chacel (Valladolid 1898 – Madrid 1994): novelista. Tras formarse como
escultora, comenzó su actividad como escritora, convirtiéndose en una de las
autoras más relevantes de su generación. Publicó artículos en la revista
Occidente de Ortega y Gasset. Exiliada en Suiza y Brasil, tras pasar muchas
dificultades económicas, cuando ya había cumplido 70 años recibió varias becas,
una de las cuales le permitió volver a Madrid y publicar una de sus novelas más
exitosas, Barrio Maravillas
Josefina
de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria 1907 – Madrid 2002): escritora y
actriz. Gerardo Diego la incluyó en su Antología Poética de 1934. Ella había
publicado su primer poemario en 1927, con el título Versos y estampas. Además,
junto a su hermano fundó una compañía de teatro, disciplina en la que también
sobresalió. Durante la dictadura permaneció en España y publicó varias novelas
con el seudónimo Laura de Cominges. Su último trabajo conocido como actriz fue
en la serie de TVE Anillos de Oro.
Marga
Gil Roësset (Madrid 1908 – Madrid 1932): pintora. Hija de una familia bohemia,
a los 24 años ya empezó a ser conocida por su obra artística, fama que aumentó
al relacionarse con el matrimonio formado por Juan Ramón Jiménez y Zenobia
Camprubí. Tras destruir gran parte de su obra, en 1932 se suicidó sin que nunca
se supiese el motivo.(Fuente: