“Los
alemanes no tenían mujeres como combatientes en su ejército, no digamos
pilotos”, explica Vinogradova. “Naturalmente, las aviadoras les provocaban
mucha curiosidad. No obstante, a las que cogían prisioneras las trataban con
enorme dureza”. De entrada, las desnudaban para comprobar el género. Cuando
Lina Smirnova fue derribada, cuenta la autora, se pegó un tiro antes de que la
cogieran.
La
emoción de las victorias era la misma que la de los hombres, expresada a veces
de modo particular. “¡Has derribado un Heinkel, querida!”, le espetó su mecánica
a Lera Khomyakova al aterrizar tras un combate contra una formación de
bombarderos alemanes. Inmediatamente el resto de chicas del personal de tierra
la rodeó y la besaron. La aviadora cayó poco después. Encontraron su cuerpo en
un campo de girasoles.
¿Fue
la lucha contra el machismo en sus propias filas tan dura para las aviadoras
como la guerra contra los alemanes? “Comparadas con la mayoría de las mujeres
en el ejército soviético, que constantemente sufrían acoso sexual y a veces
violencia sexual, las aviadoras eran un grupo privilegiado. El acoso abierto no
se toleraba. Sin embargo había mucha discriminación. Los hombres se apropiaban
de los cazas de ellas, ninguneaban a las aviadoras, las llamaban ‘muñecas’. Un
ejemplo clásico son las exclamaciones de los pilotos hombres en el campo cerca
de Stalingrado cuando les informaron de que un regimiento de bombardeo femenino
llegaba: ‘¡A cubierto, hay chicas tratando de aterrizar!’.
La
gran aviadora Raisa Belyaeva, que había participado en shows aéreos antes de la
guerra, tenía que escuchar al comandante del regimiento de cazas en que
combatía decirle: ‘No quiero enviarte de misión, eres demasiado bonita’, lo
que, por supuesto, ella se tomaba como un insulto. Las mujeres, que muchas
veces poseían más experiencia de vuelo que sus camaradas masculinos tenían que
probar constantemente su habilidades y su coraje”. Paulatinamente, dejándose la
piel, se ganaron el respeto.
Las
mujeres en la aviación de la URSS en la segunda contienda, destaca Vinagrodova,
no solo pelearon a los mandos de cazas y bombarderos y fueron tripulantes,
observadoras, radiotelegrafistas o artilleras, sino que formaron el escalón de
tierra de las escuadrillas como mecánicas, suministradoras de munición o
combustible. De hecho el Ejército Rojo tuvo en su fuerza aérea tres regimientos
completos compuestos únicamente de mujeres: uno de caza (586) otro de bombardeo
pesado (587) y un tercero de bombardeo nocturno (588). Este último era el de
las Brujas de la Noche, nombre que da título (de manera algo reductiva) a la
edición española del libro de Vinogradova (originalmente Defending the
Motherland). “La leyenda sostiene que ese nombre se lo pusieron los alemanes, a
los que acosaban continuamente con sus frágiles avioncitos, los insustanciales
biplanos de entrenamiento U- 2 (Po-2), de contrachapado, a los que denominaban
por su sonido máquinas de coser. Pero yo creo que se bautizaron así ellas
mismas. Son admirables, se requería muchísimo valor para combatir en esos
aparatos que se incendiaban a la mínima. Muchas tuvieron una muerte horrible.
En general, entre las mujeres pilotos y navegadoras que combatieron en unidades
de primera línea las bajas fueron tremendas. Quizá un tercio. Es difícil de
cuantificar. En el regimiento de bombardeo nocturno, donde las bajas se cubrían
con el propio personal, las muertas y heridas ascendieron al 50 % de los
efectivos iniciales del regimiento”.
La
URSS movilizó a sus mujeres en la lucha a vida o muerte contra los nazis como
nunca se había hecho ni se ha vuelto a hacer: cerca de un millón engrosaron las
filas del Ejército Rojo en todos los puestos: zapadoras, tanquistas,
francotiradoras (a ellas dedicará su próximo libro Vinogradova), servidoras de
ametralladora, ganando 92 el rango de Heroínas de la Unión Soviética, 50 a
título póstumo. Fueron las soviéticas las únicas mujeres del mundo que en ese
sangriento conflicto pilotaron aviones en misiones de combate, enfrentándose de
tú a tú en numerosas ocasiones a los mismísimos ases de la Luftwaffe de Hitler,
para sorpresa, a veces letal, de estos.
“Cuando
veo un aeroplano con las cruces negras y la esvástica en la cola, tengo un solo
sentimiento: odio; esa emoción hace que apriete aún más firmemente el
disparador de mis ametralladoras”, decía la frágil y minúscula, pero tan
corajuda y vital, Lilya Litvyak, la Chica Vengadora, el Lirio Blanco de
Stalingrado y Kursk, a la que se atribuía haber derribado a un as de ases
alemán, que quedó patidifuso cuando le presentaron al rival que le había
vencido. Se dice que trató de besarle la mano, pero Vinagrodova apunta que es
un cuento de la propaganda.
Litvyak, la aviadora de caza más famosa, con 12 derribos confirmados, desapareció
a los 21 años los mandos de su Yak-1 con el número 18, como un Saint-Exupéry en
femenino o una Amelia Earhart de kaki, durante una misión en agosto de 1943.
Hasta 1979 no se encontraron sus restos identificados en parte, precisamente,
por fragmentos de ropa interior, especialmente un brassiere, confeccionado con
seda de paracaídas. Resultaba claro que se trataba de un piloto particular.
La
historia favorita de Vinagrodova tiene que ver con Litvyak: “En una ocasión,
tras un combate, realizó un aterrizaje forzoso en un terreno con la hierba muy
alta. Dos soldados soviéticos corrieron a rescatar al piloto. No lo encontraban.
Entonces escucharon la voz aguda de una chica: ‘Yo soy el piloto’. Lilya era
tan bajita que no podían verla en la hierba alta”.
Litvyak,
explica Vinagrodova, era de armas tomar. Fue sancionada numerosas veces por
desobediencia y comportamiento indecoroso. Se hizo amante del as de caza
Salomatin, con el que volaba en pareja y que se estrelló poco antes que ella en
un caso de “holiganismo acrobático”.
¿Cómo
era el amor y el sexo para esas chicas aviadoras? “Eran muy jóvenes y al
principio el estado de ánimo dominante era ‘la guerra no es lugar para
romances’. Después mientras la contienda se alargaba se dieron cuenta de que no
podían esperar hasta el final para que la vida recomenzara, porque la guerra
era su vida en ese momento y resultaba muy posible que no hubiera otra después,
dado que tantas estaban muriendo. Muchas volvieron de la guerra ya casadas, y
otras muchas perdieron a sus compañeros en combate”. La escritora menciona
numerosos idilios y al menos un caso de amorío homosexual.
Las
aviadoras tenían distintas procedencias, estudiantes, campesinas, obreras.
Muchas de ellas se habían adiestrado en las escuelas de vuelo del Komsomol, las
juventudes comunistas. Para otras, como para sus equivalentes masculinos, la
guerra proporcionaba la ocasión para cumplir el sueño de volar. Lo hicieron en
condiciones durísimas, matándose en accidentes y combates. En la guerra no
tiene rostro de mujer (Debate), la Nobel Svetlana Alexiévich, recoge el
testimonio de una de las Brujas, Aleksandra Popova –fallecida a los 91 años en
2013-, de que a algunas se les retiró la menstruación por el estrés. Pero, como
testimoniaba otra aviadora, la capitana Klaudia Térejova:”¡Las chicas volábamos
y derribábamos a los ases de la aviación! Los hombres nos observaban perplejos.
Nos admiraban”.
Entre
la galería de las aviadoras destacan la gran Marina Raskova, que ya era una
pionera de la aviación, artífice de los regimientos femeninos y que además era
agente secreta del NKVD de Beria; su lema fue: “Podemos hacerlo todo”.
¿Qué
ocurrió con las aviadoras supervivientes tras la guerra? “Muy pocas
permanecieron en el ejército. De hecho solo se las había reclutado a causa de
la guerra. Muchas de las que habían sido pilotos civiles antes volvieron a su
profesión. Pero la vida de piloto es difícil de combinar con crear una familia.
Las pocas que permanecieron en la fuerza aérea fueron desalentadas por sus
comandantes: la patria las había necesitado durante la guerra, les dijeron,
pero luego tenían que marcharse y dejar el trabajo de los hombres a los
hombres”.
¿Se
recuerdan hoy en Rusia las aventuras de las aviadoras? “Los rusos en general
están muy orgullosos de los héroes y heroínas de la Gran guerra patriótica. Sin
embargo, muchos o la mayoría aún prefieren la versión de la propaganda
soviética a las versiones más auténticas. Las mujeres pilotos de las que he
escrito no son muy conocidas, excepto las más famosas de ellas como las Brujas
de la Noche”. Hoy, dice Vinagrodova, ya no queda ninguna de aquellas valientes
aviadoras. “Cuando empecé las entrevistas en 2009 aún pude hablar con algunas.
Estaban muy orgullosas de lo que habían hecho, ¡y yo muy orgullosa de ellas!”.
¿Cuál fue su contribución real al esfuerzo de guerra y a la victoria? “Un
regimiento de aviación, aunque contara solo con una docena de pilotos era algo
muy precioso en el frente del Este: el ejército rojo sufría una gran escasez de
aviones y de pilotos experimentados. Los tres regimientos de mujeres sin duda
fueron muy útiles. Jugaron además un importantísimo papel en levantar los
ánimos de lucha tanto de las mujeres soldado como de las civiles que cargaban
un gran peso sobre sus espaldas”.
Fuente:cultura.elpais.com
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