San
Juan Crisóstomo decía: "Cuando la primera mujer habló, provocó el pecado
original" y San Ambrosio concluía: "Si a la mujer se le permite
hablar de nuevo, volverá a traer la ruina al hombre".
La
iglesia Católica, les prohíbe la palabra.
Los
fundamentalistas musulmanes, les mutilan el sexo y les tapan la cara.
Los
judíos muy ortodoxos empiezan el día agradeciendo: "Gracias Señor por no
haberme hecho mujer".
Saben
cocer.
Saben
bordar.
Saben
sufrir y cocinar.
Hijas
obedientes.
Madres
abnegadas.
Esposas
resignadas.
Durante
siglos o milenios ha sido así, aunque de su pasado sabemos poco.
Ecos
de voces masculinas. Sombras de otros cuerpos.
Para
elogiar a un prócer se dice: "Detrás de todo gran hombre hubo una
mujer", reduciendo a la mujer a la triste condición de respaldo de silla.
Hoy
voy a contarles, a mi modo y manera, algunas historias de mujeres que no
siempre coinciden con este dicho.
Están
allí pintadas las paredes, los techos de las cavernas; alces, bisontes, figuras
que vienen de eso que llaman Prehistoria; caballos, fieras, hombres, mujeres
que no tienen edad. Fueron pintadas, pintados, hace miles y miles de años, pero
nacen de nuevo cada vez que alguien las mira.
Y
uno se pregunta: ¿Cómo pudieron ellos, nuestros remotos abuelos pintar de tan
delicada manera?, ¿Cómo pudieron aquellos brutos que peleaban mano a mano con
las fieras más feroces, crear esas figuras tan, tan plenas de gracia, esas
mágicas obras volanderas que se escapan de la roca y por los aires vuelan?,
¿Cómo, cómo pudieron ellos?... ¿O eran Ellas?
Puntos
de vista / 1
Si
Eva hubiera escrito el génesis... ¿Cómo sería la primera noche de amor del
género humano?. Eva hubiera puesto algunos puntos sobre las íes; quizá, digo
yo, no sé, hubiera aclarado que ella no nació de ninguna costilla, que no
conoció a ninguna serpiente, que no ofreció nunca ninguna manzana a nadie y que
nadie le dijo que: "Parirás con dolor" y "Tu marido te
dominará"... Y que todo eso, diría Eva, no son más que calumnias que Adán
contó a la prensa.
Si
las Santas, y no los santos, hubieran escrito los Evangelios... ¿Cómo sería la
primera noche de la era cristiana?. Las Santas hubieran contado que estaban
todos de muy buen humor; todos: la Virgen, el niño Jesús resplandeciente en su
cuna de paja, el buey, el asno, los Reyes Magos recién venidos de Oriente y
hasta la estrella que los había conducido a Belén... Todos, todos contentos,
menos uno. San José, sombrío, murmuró: "Yo quería una nena".
Hildegarda
En
el año1234 la religión católica prohibió que las mujeres cantaran en las
iglesias. Las mujeres, impuras por naturaleza, ensuciaban la música sagrada que
solo podía ser entonada por niños varones o por hombres castrados. Esta pena de
silencio rigió durante siete siglos, siete siglos y pico, hasta que, con el
siglo XX, hace un rato nomás, las mujeres pudieron cantar en las iglesias solas
o en coros. Poco antes de que se pusiera en marcha esta prohibición contra las
hijas de Eva, hubo una monja llamada Hildegarda, que dirigió un convento a las
orillas del Rin, en una ciudad, Bingen, y que creó la música litúrgica que a mí
me parece la más bella de todas, la que más me llega, la que más profundamente
me llega al último rinconcito del alma. Y esa música fué escrita, compuesta
para ser cantada por mujeres, las monjas de la Abadía de Bingen que dirigía
Hildegarda; y por suerte el tiempo no les borró las voces, esas voces de
ángeles que supieron cantar como nadie a la gloria del paraíso. Y, Hildegarda
no se limitó a componer música maravillosa, que durante siglos fueron
traidoramente entonadas por hombres porque las mujeres no podían cantarlas,
sino que además fue una adelantada de su tiempo, que hace muchos años,
ochocientos años, año más año menos, supo desafiar el monopolio masculino del
convento y convirtió a su convento en un reducto, en un santuario de la
libertad femenina...Y que supo escribir en sus trances místicos páginas que han
perdurado, donde la mujer ocupa un lugar central, porque Hildegarda decía, y
sabía lo que decía, que: "La sangre de veras sucia no es la sangre de la
menstruación sino la sangre de las guerras".
Teresa
Cuatro
siglos después, por esas vueltas raras de la vida y de la historia, Teresa se
había convertido ya en un símbolo de la cristiandad y en un modelo de la mujer
ibérica. Fue Santa, Teresa , ejemplo de virtud... Y sus pedazos andaban por
todas partes. Franco, en aquella larguísima agonía, supo tener un brazo de
Teresa en la mesita de luz, para que lo ayudara a pelear contra el diablo, y
defenderse de sus tentaciones... Y bueno... Y otros pedazos, otros pedazos de
la pobre Teresa fueron a parar a diversos destinos, incluyendo un pié, que está
todavía en Roma.
Juana de Arco
No
había hombre que pudiera con Juana. Ni en el arado, ni en la espada.
Al
mediodía, en el silencio del huerto, escuchaba voces. Le hablaban los ángeles,
los santos y también le hablaba la voz más alta del cielo, que le decía:
"No hay nadie en el mundo que pueda liberar a Francia, solo tu"... y
ella lo repetía, siempre citando a su fuente... "Me lo dijo Dios",
decía. Y así esta pobre campesina analfabeta, nacida para cosechar hijos,
encabezó un gran ejército, un inmenso ejército que a su paso crecía. Juana de
Arco, doncella guerrera... virgen por mandato divino o por pánico masculino, avanzaba
de batalla en batalla. Lanza en mano, cargando a caballo contra los soldados
ingleses, fue invencible...hasta que fue vencida.
Los
ingleses la hicieron prisionera y decidieron que los franceses se hicieran
cargo de "la loca". Por Francia y por Dios fué abatida. Y los
funcionarios del Rey de Francia y los funcionarios de Dios, se encargaron de
mandarla a la hoguera.
Ella,
rapada, encadenada, no tuvo abogado. Pero los Jueces, el fiscal, los expertos
de la inquisición, los obispos, los priores, los canónigos, los notarios y los
testigos, coincidieron todos sin excepción con la Docta Universidad de la
Sorbona, que ya por entonces tenía un prestigio muy bien ganado.
La
Universidad de la Sorbona dictaminó que Juana, Juana de Arco, la acusada, era:
cismática, apóstata, mentirosa, adivinadora, sospechosa de herejía, errante en
la fe y blasfemadora de Dios y de los Santos.
Tenía
19 años cuando la ataron a un palo en la plaza del Mercado de Rouen y el
verdugo encendió la leña.
Después
pasó el tiempo y su patria y la iglesia, que la habían asado viva, la
convirtieron en Heroína y Santa, Símbolo de Francia y emblema de la
Cristiandad.
Olympia
Fueron
femeninos los símbolos de la Revolución Francesa. Mujeres de gorro frigio, las
tetas al aire, cabellos al viento, banderas al viento. Pero la Revolución
Francesa proclamó los derechos del hombre y del ciudadano. Y poco después una
militante revolucionaria, la actriz Olympia de Gouges propuso que la Revolución
aprobara también una Declaración de los Derechos de la Mujer y de la ciudadana.
Y un tribunal revolucionario la condenó y la guillotina la decapitó.
Cuando
Olympia de Gouges estaba por subir al cadalso preguntó : "Si las mujeres
podemos subir a la guillotina... ¿Por qué no podremos subir a la tribuna
pública?.
Una
semana después la Revolución Francesa decapitó nada menos que a la mujer del
ministro del interior, por ocuparse de política... "que esas no son cosas
de mujeres".
Y
algunos años más tarde, cuando la primera comuna de París, un período
revolucionario de grandes cambios, donde se aprobó el Sufragio
Universal...universal pero no tanto...porque se sometió a votación en la
Asamblea hasta dónde era universal el Sufragio Universal... y resultó que los
votantes, todos hombres, votaron contra el voto de la mujer; las mujeres no
tenían derecho de voto por resolución aprobada en 899 votos contra 1, aprobada
por unanimidad menos uno.
Edelmira
Agustini
Ocurrió
en Montevideo hace muchos años, exactamente en 1914, y ocurrió en una pieza de
alquiler dónde un marido citó a su mujer, de la que estaba separado, y
queriendo tenerla, queriendo quedársela... la amó y la mató... y se mató.
Publicaron
los diarios uruguayos las fotos del cuerpo, del cuerpo de ella, tumbado junto a
la cama... Edelmira Agustini, poeta, abatida por dos tiros de revólver,
desnuda, como sus poemas, toda desvestida de rojo..."Vamos más lejos en la
noche, vamos...", había escrito; y había cantado a las fiebres del amor
sin pacatos disimulos; y había sido condenada por quienes castigan en las
mujeres lo que en los hombres aplauden, porque la castidad es un deber femenino
y el deseo es como la razón, un privilegio masculino. Y entonces ocurrió el
sepelio, el entierro... Y ante el cadáver de Edelmira se derramaron lágrimas,
creo que lágrimas de cocodrilo..., y frases, solemnes frases a propósito de tan
sensible pérdida para Las Letras Nacionales que hoy viven un día de luto...
Pero en el fondo, en el fondo los dolientes suspiraban con alivio..."la
muerta muerta está y más vale así".
¿Pero
muerta estaba esa muerta? ¿No son sombras de su voz y ecos de su cuerpo los
amantes que en las noches del mundo arden? ¿No le hacen un lugarcito a Edelmira
Agustini en las noches del mundo, para que cante su boca desatada y dancen sus
pies resplandecientes?
Violeta
En
los tristes años de la dictadura del general Pinochet, en Chile, el Régimen
decidió cambiar los nombres de veinte poblaciones de los suburbios más pobres
de la ciudad de Santiago; y en el rebautizo, una de las poblaciones, la
población Violeta Parra, recibió el nombre de algún militar heroico, pero sus
habitantes se negaron a llevarlo, se negaron a llamarse con otro nombre que no
fuera su nombre; y en unánime Asamblea dijeron: "Somos Violeta Parra o
nada". Y así rindieron homenaje, una vez más, a aquella campesina cantora,
de voz gastadita, que en sus peleonas canciones había sabido celebrar los
misterios de su tierra y de su gente.
Violeta
era, era pecante y picante, amiga del guitarreo y del converse y del enamore y
por bailar y por payasear se le quemaban las empanadas... "Gracias a la
vida..." cantó en su última canción y un revolcón de amor la arrojó a la
muerte.
Tamara
Tamara
Arce desapareció al año y medio de edad. Fue encontrada por las Abuelas de
Plaza de Mayo. Rosa, la madre de Tamara había sido presa, torturada y violada y
fusilada con balas de fogueo...Y había estado ocho años sin saber nada de su
hija. Cuando Las Abuelas la encontraron, la madre y la hija se miraron al
espejo juntas y se rieron y no podían parar de reírse porque eran iguales; y tenían
los mismos lunares en los mismos lugares; y entonces cuando llegó la noche, esa
primera noche del reencuentro, Rosa, la madre, bañó a Tamara, la hija; y la
enjuagó, y la jabonó y enjuagó y una vez y otra...la bañó una vez y otra y
otra... no podía sacarle el olor, un olor espeso, como dulzón y Rosa sabía que
conocía ese olor y no podía ubicarlo... no sabía por qué, no había manera, no
había jabón que lo quitara; y entonces, de pronto Rosa recordó que ese era el
olor de los bebés cuando acaban de mamar. Rosa no podía explicárselo, pero
Tamara la hija tenía nueve años y olía a recién nacida
Eduardo Galeano