Ya
en los años 90 Rosalind
Coward nos recordaba con el slogan “Slim and sexy”
(Delgada y sexy) como el ideal de
belleza y su mistificación servían como
códigos férreos de la opresión de las mujeres.
Nadie
discute que hay argumentos de índole económica para explicar lo que se esconde
tras la prevalencia de ciertas imágenes estereotipadas de lo femenino y de las maneras en que las mujeres las
interpretan.
Sin
embargo, Betty
Friedan o Naomi Wolf dejaron bien
claro que cierta faceta de la opresión femenina no hubiera podido realizarse
plenamente, sin la ayuda de formas sofisticadas de seducción, a la cual eran
vulnerables las propias mujeres.
Existen
medios de seducción para convertir a las mujeres en rehenes voluntarios del
culto exagerado al cuerpo. La industria multimilmillonaria extiende día a día,
año a año, su misión de hacernos a todos/as cada vez más inseguros/as.
Para ello se sirve de la publicidad, de los medios de comunicación, de las revistas, de las películas. De todo lo que esté en su mano para que nadie pueda evitar caer en su trampa.
Para ello se sirve de la publicidad, de los medios de comunicación, de las revistas, de las películas. De todo lo que esté en su mano para que nadie pueda evitar caer en su trampa.
Pero,
afortunadamente, cada vez más personas
evitan la trampa de la seducción de la belleza impuesta y se hacen cargo tanto
de su belleza, como de su propio cuerpo. Finalmente han decidido no buscar la
aprobación de los/as demás y gustarse.
Se han apropiado de sus propios cánones
de belleza que les permiten ser dueñas
de sí mismas.
Por
eso ante la llegada del verano en el hemisferio Norte nos adelantamos al martilleo obsesivo sobre
“la operación bikini” y decimos:
¿Operación
Bikini? No, gracias. Nos gustamos tal y como somos
ATLAS ELEMENTAL DE ANATOMIA