Parece contradictorio pero cuando
se habla de la Paridad y de Cuotas, son mayoría
las mujeres que no están de acuerdo en que sea necesaria una representación al 50% para la sociedad. La
política es todavía un mundo de hombres. Y además cuando se habla de las
distintas capacidades de liderar entre hombres y mujeres todavía hay muchos
prejuicios. A una mujer que lidera se le llama “mandona” y a un hombre se le
dice que tiene una gran “capacidad de liderazgo".Las mujeres que no ven necesarias las cuotas
alegan cosas como:"Yo estoy completamente en contra de las cuotas y la
paridad y de todo aquello que sea impuesto. Creo en el principio de mérito y
capacidad exclusivamente". "Yo no quiero ser una mujer cuota. No
quiero que los puestos de dirección sean en función del sexo". En mi opinión
estas personas deben vivir en “los Mundos de Yuppi” porque las mujeres no
estamos en igualdad de condiciones para llegar a los puestos de responsabilidad.
Las mujeres lo tenemos mucho más difícil que los hombres en liderazgo político.
Las cifras son claras: el 60% de licenciados de la Unión Europea son mujeres y
en puestos de dirección solo hay un 13, por lo que los méritos y la capacidad
están demostrados. Se lucha contra un techo de cristal, que es el machismo que
impide a muchas mujeres ir hacia adelante. Algunas mujeres, van más allá, y piensan que aunque las
cuotas son necesarias se han quedado antiguas. Creen que “estamos en el momento
de la paridad y de las listas cremallera. De alternar un sexo y otro sexo y de
reivindicar lo que legítimamente nos corresponde a las mujeres que somos el 50%
de la sociedad. Y tenemos que tener prisa en llevarlo a cabo.”
Quiero terminar con las
palabras de Amelia Valcárcel: El sistema de cuotas no es un sistema de discriminación
positiva, significa simplemente que la meritocracia se cumple. Las mujeres
tenían cerrados muchos accesos educativos y prohibidas determinadas
profesiones, carreras y estudios prácticamente hasta los años 50 de nuestro
siglo. Una vez que ellas han tenido la fuerza para derribar estas prohibiciones
y que algunas han ascendido a posiciones de pertinencia en cuanto al tipo de
personas que se busca para algo, resulta que se constata lo que el feminismo de
los 80 llamó “el techo de cristal”. Es decir, que en cualquier escala
jerárquica, las mujeres, tengan la formación que tengan, sólo suben hasta
determinados niveles y por lo tanto todas las cúpulas les están negadas. El sistema
de cuotas responde entonces a esta constatación y obliga a que, a méritos
iguales, el porcentaje de presencia de los sexos sea equitativo. Eso no es una
discriminación positiva, sino tratar de interrumpir justamente un mal funcionamiento
social.