martes, 23 de junio de 2015

Cuotas y Paridad



Parece contradictorio pero cuando se  habla de la Paridad y de Cuotas, son mayoría las mujeres que no están de acuerdo en que sea necesaria una  representación al 50% para la sociedad. La política es todavía un mundo de hombres. Y además cuando se habla de las distintas capacidades de liderar entre hombres y mujeres todavía hay muchos prejuicios. A una mujer que lidera se le llama “mandona” y a un hombre se le dice que tiene una gran “capacidad de liderazgo".Las  mujeres que no ven necesarias las cuotas alegan cosas como:"Yo estoy completamente en contra de las cuotas y la paridad y de todo aquello que sea impuesto. Creo en el principio de mérito y capacidad exclusivamente". "Yo no quiero ser una mujer cuota. No quiero que los puestos de dirección sean en función del sexo". En mi opinión estas personas deben vivir en “los Mundos de Yuppi” porque las mujeres no estamos en igualdad de condiciones para llegar a los puestos de responsabilidad. Las mujeres lo tenemos mucho más difícil que los hombres en liderazgo político. Las cifras son claras: el 60% de licenciados de la Unión Europea son mujeres y en puestos de dirección solo hay un 13, por lo que los méritos y la capacidad están demostrados. Se lucha contra un techo de cristal, que es el machismo que impide a muchas mujeres ir hacia adelante. Algunas mujeres, van más allá, y piensan que aunque las cuotas son necesarias se han quedado antiguas. Creen que “estamos en el momento de la paridad y de las listas cremallera. De alternar un sexo y otro sexo y de reivindicar lo que legítimamente nos corresponde a las mujeres que somos el 50% de la sociedad. Y tenemos que tener prisa en llevarlo a cabo.”



Quiero terminar con las palabras de Amelia Valcárcel: El sistema de cuotas no es un sistema de discriminación positiva, significa simplemente que la meritocracia se cumple. Las mujeres tenían cerrados muchos accesos educativos y prohibidas determinadas profesiones, carreras y estudios prácticamente hasta los años 50 de nuestro siglo. Una vez que ellas han tenido la fuerza para derribar estas prohibiciones y que algunas han ascendido a posiciones de pertinencia en cuanto al tipo de personas que se busca para algo, resulta que se constata lo que el feminismo de los 80 llamó “el techo de cristal”. Es decir, que en cualquier escala jerárquica, las mujeres, tengan la formación que tengan, sólo suben hasta determinados niveles y por lo tanto todas las cúpulas les están negadas. El sistema de cuotas responde entonces a esta constatación y obliga a que, a méritos iguales, el porcentaje de presencia de los sexos sea equitativo. Eso no es una discriminación positiva, sino tratar de interrumpir justamente un mal funcionamiento social.