Los
clubs patrióticos de mujeres tuvieron una corta vida ya que fueron muy pronto
prohibidos, pero sin embargo tuvieron una gran influencia en la Revolución. Eran
utilizados por las mujeres para
reunirse, intercambiar opiniones e información, debatir sobre cuestiones
políticas, leer los periódicos y las noticias del día, etc
El
papel de la mujer en la
Revolución francesa fue notable, aunque no participara en el sistema
político institucional.
La
participación de las mujeres de clase baja en las movilizaciones populares
(mayoritaria en algunos episodios, como la marcha a Versalles, la captura del rey en Varennes o las jornadas
de prairial del año III -mayo de 1795 ) y las actividades radicales
de clubes femeninos e individualidades femeninas llegaron a suscitar un
movimiento de rechazo por parte de la Convención, que decretó la clausura de
esa clase de clubes, porque su crispada agitación estaba acarreando muy
funestas consecuencias para la joven república, e incluso prohibió el
acceso de mujeres como espectadores de las sesiones parlamentarias.
En
cuanto a su actividad callejera, teniendo en cuenta que las mujeres abusan
de la consideración que se les tiene por la debilidad de su sexo, en adelante
las que sean encontradas presentes en cualquier motín deberán ser dispersadas
sin contemplación por la fuerza de las armas y se dictará contra ellas orden de
arresto.
Una
pareja sans-culotte (grabado del siglo XIX que hace referencia a los
sucesos del 10 de agosto de 1792).
Los
clubs patrióticos tuvieron una gran influencia en la Revolución. Entre 1789 y
1793, quedaron censados 56 clubes republicanos femeninos activos en la emisión
de peticiones y con expresión pública de una voz en femenino que reclamaba la
presencia de las mujeres en la vida política.
Entre
los clubs más dinámicos de la época se pueden citar:
Sociedad
de las Republicanas Revolucionarias, creada en 1793 por mujeres del entorno
sans-culotte: Pauline Léon y Claire Lacombe, identificadas con
los enragés.
Sociedad
Fraternal del Uno y el Otro Sexo, fundada en febrero de 1790 por Claude Dansard, Jean-Lambert Tallien, Merlin de Thionville, Jacques
Hébert, Etta Palm d’Aelders (que
anteriormente había sido espía), Louise de Kéralio (primera
mujer en el cargo de redactor jefe de un periódico -L'Ètat et le Citoyen-)
y Théroigne de Méricourt. Desde 1791 las
mujeres de este club se negaban a casarse con los que tuvieran reputación de
aristócratas. Se consideraba un club ligado a los jacobinos.
Club de las Amigas de
la Ley, fundado en 1790 por Théroigne de Méricourt.
Sociedad de las
Amigas del Consuelo, con sedes en Burdeos y en Dijon
Damas del Mercado, que se
opuso a la propuesta de otro grupo femenino de utilizar de forma obligatoria el
gorro
frigio.
Sociedad
de las Mujeres que se pretenden revolucionarias es el nombre que se dio a
un club, adscrito a los jacobinos, que fue investigado en septiembre de 1793.
La anteriormente citada Société Fraternelle también tenía la reputación
de club jacobino.
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Les
furies de la guillotine ("Furias de guillotina"), ilustración de
1843.
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La
prohibición de los clubes femeninos ( 30 de octubre de 1793 -Jean-Pierre Amar-) fue
desafiada con una manifestación de mujeres tocadas con gorro rojo (el gorro
frigio que simbolizaba la Revolución) ante el Conseil général de la
Commune (17 de noviembre).
Femmes de la halle
("Mujeres del mercado"), ilustración de 1843.
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Para
tranquilizar la situación y honrar de alguna manera a las ciudadanas
patriotas, por un decreto de 26 de diciembre de 1793 se les reservaron lugares
marcados en las ceremonias cívicas, incluidas las ejecuciones en la
guillotina, que las mujeres aprovecharon de una forma peculiar: haciendo punto,
por lo que fueron denominadas peyorativamente Les Tricoteuses ("las
tricotosas"), ganándose reputación de sanguinarias (desde 1789 se
utilizaba el término "furias" para referirse a las violentas mujeres del
entorno sans-culotte).
Les Fouetteuses ("Las de los látigos"), escena de la Semana de Pasión de 1791 |
Los
revolucionarios franceses estaban dispuestos a agradecer los servicios
prestados a la causa protagonizados por las mujeres, como la famosa la marcha a Versalles en las jornadas de octubre de
1789, pero otra muy distinta era que se reconociesen sus derechos políticos.
Olympia
de Gouges es, sin lugar a dudas, la revolucionaria más importante y una de las precursoras del feminismo. Fue una
prolífica escritora de obras de teatro, de novelas y de textos de contenido
político. Dirigió el periódico L’Impatient. Fundó la Sociedad popular de
mujeres. En 1791 redactó uno de los textos más importantes de la Historia, la
Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana, en respuesta a la
Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.