La Residencia de Señoritas fomentó en 1915 la formación
superior de la mujer. Ellas fueron las pioneras, las que descerrajaron las
puertas de un mundo vetado a principios del siglo XX.
María de Maeztu Whitney aglutinó las fuerzas de las mujeres
españolas que exigían una educación superior, allá por 1915. Fue ella,
pedagoga, intelectual y luchadora incansable quien dirigió la Residencia de
Señoritas desde 1915 hasta 1936, en el filo de la Guerra Civil.
Hermana del filósofo Ramiro de Maeztu, su madre, Juana
Whitney, era hija de un diplomático inglés y ya había fundado una escuela
femenina. María estudió Magisterio en la Escuela Normal de Vitoria y Filosofía
y Letras en Salamanca. Amiga de Unamuno y discípula de Ortega y Gasset, se
especializó en Pedagogía y pronto destacó por sus ideas reformistas en materia
de educación femenina. Cuando la Junta de Ampliación de Estudios que gestionaba
la Residencia de Estudiantes, decidió crear su equivalente femenino, no tuvo
ninguna duda a la hora de nombrar a María de Maeztu como su directora y
fundadora. Que no nos confunda en el nombre del centro pedagógico, el apocado
término de señoritas. Las generaciones que pasaron por la Residencia de la
calle Fortuny representaron la vanguardia de las mujeres ilustradas de tres
décadas de nuestra historia.
Pedagogas como
Juana Moreno, Carmen Castilla o Carmen Isern, científicas como María García
Escalera o Cecilia García de Cosa, políticas como Victoria Kent o juristas como
Matilde Huici, escritoras, políticas, filósofas o artistas como Carmen de
Burgos, María Goyri, Isabel Oyarzábal, María Martínez Sierra, Clara Campoamor,
Victoria Kent, Rosa Chacel, María Teresa León, Ernestina de Champourcín, Carmen
Conde, Maruja Mallo, Ángeles Santos, María Zambrano, Carmen Gómez Escolar,
María del Carmen Martínez Sancho, Concha Méndez, Anita Gasset, Antonia
Suau, Clara Campoamor, Elena Fortun, Zenobia Camprubi, María Moliner María
Capdevila d’Oriola, Felisa Martín Bravo o Dorotea Barnés estuvieron vinculadas
de una u otra manera a las residentes y marcaron el rumbo de muchas
universitarias que irrumpieron, aunque acompañadas por los profesores, en las
aulas anteriormente reservadas a los varones.
La onda expansiva de
reivindicaciones feministas que representó la Residencia y sus incontables
conferencias abiertas al público, fue calando en las mujeres españolas más
avanzadas. Cierto que las modernas que se movían en torno a la Residencia
procedían de clases medias ilustradas, con facilidades para el estudio,
familias cultas, políticamente liberales y de tradición krausista. Muchas de
ellas hablaban idiomas, habían viajado y estaban al tanto de las novedades internacionales.
María de Maeztu comprendió que la situación de inferioridad
de las mujeres estaba vinculada a la falta de educación y a la carencia de
perspectivas profesionales. En 1910 había en España un 70 por ciento de mujeres
analfabetas. La Residencia pretendía formar a profesoras, a intelectuales y a
científicas con el propósito de atender a la futura formación de todas las
mujeres.
El movimiento pedagógico liderado por María de Maeztu sirvió de guía
espiritual de una generación pionera y feminista que luchó para que las mujeres
alcanzaran la enseñanza secundaria y universitaria.
Para compartir experiencias comunes, innumerables profesoras
extranjeras dieron conferencias invitadas por María de Maeztu. Marie Curie
durmió en la Residencia femenina, aunque su ponencia fue en la Residencia de
Estudiantes. Y Victoria Ocampo tuvo un gran éxito en una conferencia sobre
Harlem. Pero a lo largo del tiempo, también poetas como Salinas, Lorca,
Alberti, dieron sus recitales entre algarabía y algún escándalo. Ortega y
Gasset, Bergamín, Zubiri, Maeztu, Baroja, Unamuno, fueron invitados habituales.
La experiencia de la Residencia de señoritas dio lugar en el año 1926 a la
creación del Lyceum Club, también de la mano de María de Maeztu , con su
compromiso pedagógico con las mujeres siempre en activo.
Texto :Lourdes Ventura