Desde
la esclavización de las víctimas de trata hasta explotación de las trabajadoras
domésticas, hay millones de mujeres migrantes corriendo riesgos que dan pruebas
de la carencia de protecciones adecuadas a sus derechos y de la ausencia de
oportunidades para migrar sin riesgo y legalmente.
Estas
se ven forzadas al trabajo sexual, a las tareas domésticas no legisladas, o a
trabajar en fábricas en donde se las explota.
Si
bien el trabajo doméstico aparenta ser un trabajo seguro que le ha permitido a
millones de mujeres migrantes a mejorar su calidad de vida y la de los suyos,
muchas el realizar el trabajo a "puertas cerradas" o de "puertas
hacia adentro" puede acarrear ciertos riesgos como la violencia por medio
de ataques físicos, violaciones y un índice de trabajo que puede resultar
abrumador.
Por
otra parte, la migración forzada conlleva riesgos para todos los afectados, las
mujeres y las niñas están sujetas por añadidura a otros riesgos particulares:
al huir, al encontrar refugio temporal y al asentarse. Aproximadamente la mitad
de los refugiados del mundo son mujeres. En cambio, las mujeres constituyen una
proporción menor de los solicitantes de asilo debido a que con frecuencia se
hace caso omiso de las denuncias de persecución por motivos de género.
Cuando
estallan conflictos armados, son en gran medida las mujeres y las niñas quienes
absorben la carga de atender a los niñxs, lxs ancianxs y lxs discapacitadxs.
Las milicias armadas suelen hacer víctimas de violación a las mujeres y las
niñas. Muchas se ven obligadas a soportar embarazos no deseados, infección con
el VIH y lesiones y enfermedades del aparato reproductor. Se estima que, en
cualquier momento, un 25% de todas las mujeres refugiadas en edad de procrear
están embarazadas.
Algunos grupos de
mujeres, entre ellas, cabezas de familia, excombatientes, ancianas,
discapacitadas, viudas, jóvenes madres y adolescentes no acompañadas, son más
vulnerables y requieren protección y apoyo especiales
Las
mujeres refugiadas enfrentan riesgos concretos. Aun cuando las alojadas en
campamentos suelen tener mejor acceso a servicios de salud reproductiva que la
población en general, es verdad que sus voces no son oídas por igual cuando se
trata de planificar emplazamientos, o adoptar medidas de consolidación de la
paz y de reasentamiento. Ésta es una grave omisión que, en última instancia,
menoscaba las tareas de reconstrucción.
Las
mujeres son las más vulnerables ya que corren mayor riesgo de violaciones y a
otras formas de violencia por motivos de género. Por eso:
•
Es preciso revisar las políticas de migración desde una perspectiva de género y
derechos humanos. Las políticas que hacen caso omiso de las diferencias
fundamentales entre hombres y mujeres en cuanto a la experiencia de la
migración, probablemente han de fracasar.
•
Es necesario eliminar las disposiciones discriminatorias y velar por que las
mujeres tengan iguales oportunidades de migrar en condiciones legales y de
seguridad; así se podría contribuir a reducir la explotación, la migración
irregular, el contrabando y la trata de seres humanos. Esto puede posibilitar
que las mujeres se mantengan a sí mismas y a sus familias sin correr riesgos
indebidos y puede ayudar a los países a eliminar ingentes empresas ilícitas.
•
Los encargados de formular políticas pueden contribuir a proporcionar
alternativas a la migración, eliminando la discriminación por motivos de género
y ampliando las oportunidades de las mujeres y las niñas en los países de
origen.
•
Intensificar las medidas para reducir la pobreza y la desigualdad entre hombres
y mujeres también sería un factor clave para prevenir la explotación y la trata
de mujeres y niñas.
•
La enorme escasez de análisis de datos y de investigaciones en relación con las
mujeres migrantes refleja hasta qué punto se ha hecho caso omiso de ellas. Se
necesitan mayores investigaciones y análisis para mejorar las políticas y la
conducción de la migración.
•
Con frecuencia, las mujeres migrantes tienen condición de "familiar a
cargo". Sus visados y su permanencia en un país dependen de sus esposos,
de otros parientes masculinos, o de sus empleadores. En algunos países, esta
situación de las mujeres casadas también significa que no se les permite
trabajar, con lo cual se agrava su dependencia y su vulnerabilidad. Esto a
veces las obliga a buscar trabajo en sectores de explotación y no reglamentados
de la economía o empleos muy por debajo de sus calificaciones
("desperdicio de cerebros") o, en muchos casos, a padecer reiterados abusos.
•
La violencia doméstica contra las mujeres migrantes es un grave problema. Los
países de destino deberían adoptar políticas que respondan a las necesidades y
los intereses de las víctimas de violencia por motivos de género y de sus
hijos, y también deberían considerar la posibilidad de otorgarles condición
independiente, permisos de trabajo, acceso a servicios sociales y de salud, y
apoyo para recibir educación y enseñanza de oficios.
•
Todas las mujeres y las niñas, sea cual fuere su condición de documentadas o
indocumentadas, merecen tener acceso a los servicios y la protección. Ninguna
mujer debería tener que soportar abusos debido simplemente a que su visado
depende de un esposo que la maltrata o de un empleador, o porque teme ser
detenida o deportada.
•
La pobreza y las limitadas oportunidades impulsan a muchas mujeres a buscar en
el extranjero esposos más pudientes, como se pone de manifiesto en el comercio
mundial de novias. Otras son vendidas u obligadas a contraer matrimonio con
extranjeros. Las políticas y las reglamentaciones deberían protegerlas contra esas
relaciones abusivas o matrimonios
forzados.
Fuente:
ttp://www.unfpa.org/swp/2006/spanish/introduction.html