Ser humillada por ser mujer. Ser
denigrada por ser mujer. Morir. Morir por ser mujer. Durante décadas la
violencia machista ha sido no solo invisible, sino aceptada; aún lo es hoy en
muchos rincones del mundo.
Jane Caputi, una estadounidense
docente, activista y experta en feminicidio lo define como “un crimen nacido
del sexismo y del sistema de supremacía masculina”. Pero no siempre fue así.
“El patriarcado fue inventado hace unos 7.000 años. Como parte de la propaganda
patriarcal nos venden que ha existido siempre, pero es una mentira”. Y tampoco
lo es en todas partes: “Hay zonas en China, África o América en la que no
existe”. Aunque añade que cubre como una telaraña porque el patriarcado “es
imperialista, trata de conquistarlo todo”.
Caputi habla de “desprecio”,
“miedo” o “vergüenza”. “A menudo los hombres mantienen su honor dominando a la
mujer”. Así se siente muchas mujeres cuyos maridos tras cada discusión, con o sin
violencia física, remachan con un “aquí mando yo”. Es parte de la cultura,
según la estadounidense, la creencia todavía extendida de que los hombres más
deseados son dominantes. “En las culturas populares los héroes son hombres
violentos, altamente individualistas, que dominan a las mujeres y las usan como
objetos sexuales, por lo general”.
Opresión ideológica, represión
física, una cultura en la que el erotismo se basa en la sumisión de la mujer y
la dominación masculina y una enseñanza insuficiente son los ingredientes
justos para que el heteropatriarcado siga vigente. “Aunque se está desmoronando”,
apunta Caputi. “Hay ya una resistencia mundial, a la que también los hombres se
unen”. Aunque es difícil cuando desde todos los ámbitos se contribuye a crear
una sociedad basada en lo que la experta denomina “terrorismo machista”. “En la
religión el símbolo de Dios es un varón, un modelo para los hombres, y las
mujeres pueden tener dos tipos de conducta: vírgenes o putas. Por poner un
ejemplo”.
Romper con ese sistema
estereotipado es lo que clama Caputi, “negarse a ese tipo de mensajes y crear
unos nuevos. Todo esto solo es una construcción social que hemos aprendido,
pero podemos desaprenderla, podemos cambiar”. ¿Cómo? “Tenemos que empezar por
todas partes. Educar a los niños en el respeto mutuo y la igualdad es un primer
paso. Incorporar esta idea en la vida diaria de cada uno es la única forma de
que se pueda crear un movimiento de masas, un movimiento que transforme la
conciencia pero también la práctica”, sentencia Caputi.
Texto: Isabel Valdés