Al parecer, la soltería no tiene que ver con no creer en el
amor y es simplemente una cuestión de inteligencia, según reveló un estudio
publicado por el Sunday Times, realizado en la Universidad de Nottingham,
Inglaterra, donde se estudió a un grupo de 900 mujeres y hombres durante 40
años, concluyendo que las mujeres tienen un 40 por ciento menos de probabilidad
de casarse si tienen éxito laboralmente
y han cursado una licenciatura o postgrado.
En caso inverso, se descubrió que los hombres, mientras
mayor coeficiente intelectual y estudios tienen, aumenta en un 35 por ciento la
probabilidad de que se casen y busquen a la mujer ideal para ser la madre de
sus hijos, una mujer que se quede en casa mientras ellos salen a trabajar. Por lo general, se casan con una mujer de
menor coeficiente intelectual, lo que descalifica a una enorme cantidad de
mujeres que no están dispuestas a conformarse con las labores domésticas y por
lo tanto no son el tipo de mujer que la mayoría de los hombres buscan por no
encajar en el estigma de la esposa ideal.
Pero el aumento de las mujeres solteras no es sólo cuestión
del coeficiente intelectual, pues el psicólogo y profesor de la Universidad de
Nottingham asegura que todos buscamos relaciones amorosas gratificantes. El
dilema de las mujeres actuales se identifica más con la búsqueda de una pareja
que les apoye a alcanzar sus metas personales sin sacrificar su vida amorosa.
Al tener un alto grado de estudios, aumentan también las expectativas en
cuestiones románticas y las mujeres se embarcan en la búsqueda de un hombre que
represente para ellas un reto, con quien se pueda llevar a cabo una
conversación madura y de acuerdo al nivel intelectual de ambos. La fertilidad y
el reloj biológico ya no son la mayor preocupación de las mujeres, gracias a
los avances tecnológicos y a causa de la búsqueda de un nivel superior de
estudios, tienden a postergar más el matrimonio y continuar con sus estudios
más años, cursando maestrías y doctorados.No es ningún secreto en la cultura tradicional la idea de
que una mujer solía casarse por seguridad financiera y económica, pero en la
actualidad una mujer con mayor preparación y estudios es capaz de mantenerse
por sí misma y alcanzar la independencia es parte de la autorrealización de las
mujeres post- feministas que ya no ven el matrimonio como una meta en su vida.
Los horizontes se han ampliado y ya no se casan a edades prematuras,
actualmente el 53 por ciento de las mujeres mayores de dieciocho años están
solteras, disfrutando la posibilidad de elegir y construir una vida por sí
mismas sin permitir que alguien más decida por ellas, siendo las únicas dueñas
de su vida sin rendirle cuentas a una pareja formal.
Tampoco son un mito las discusiones maritales en las parejas
donde la mujer gana más que el hombre, por lo que aprovechar las oportunidades
ambiciosas y profesionales puede verse como una
dificultad al tener un esposo que no comparta los mismos planes de vida;
es difícil encontrar un hombre que esté en sintonía con los objetivos que la
mujer se plantea a sí misma. Tan sólo durante la década pasada, en América
Latina la cifra de mujeres trabajadoras aumentó entre un 35 y un 50 por ciento,
y las mujeres sin compromisos amorosos son quienes se dedican más a las
cuestiones laborales.
Las mujeres “voluntariamente solteras” se encuentran más
preocupadas por hallar un trabajo bien pagado que por tener citas, y es un
hecho que las mujeres activas en el mundo laboral le dedican menor tiempo a sus
relaciones amorosas.
La presión empresarial también es un factor decisivo para
descartar la idea del matrimonio, pues las empresas prefieren contratar
personas solteras, no embarazadas, y de preferencia sin hijos. Esos datos
impactan directamente en la mentalidad de las mujeres que aspiran a ser
competitivas en el mundo laboral. No se trata de un individualismo, el problema
radica en que las mujeres ansían encontrar un hombre dispuesto a compartir las
tareas domésticas, e incluso a que sea él quien sacrifique sus metas por
quedarse en casa con sus hijos. No aceptaran el matrimonio a cualquier precio,
considerando además el incremento reciente del número de divorcios.
Actualmente nos encontramos ante una generación de mujeres
en espera del hombre perfecto, pero que se detiene a pensar muchas veces en
todas las consecuencias y posibles conflictos de casarse, ya no se dirigirán al
altar por las mismas razones que sus madres o abuelas. Pueden convivir muchos
años con una pareja y no casarse porque los planes han cambiado, se valoran a
sí mismas y esperan un hombre que las merezca y se valore de la misma manera,
si ese hombre no aparece, prefieren esperar que casarse con alguien que no las
complace del todo.
Texto:Natalia Lomelí
Imágenes: Remedios Mágicos