La obligatoriedad social de la maternidad parece seguir
siendo inexpugnable. Es más, yo diría que el mandato se ha recrudecido y es aún
peor, porque ahora casi todas las chicas vuelven a tener hijos. Para muchas de
nosotras no fue nunca una opción: creo que ni siquiera escogimos no ser madres,
es que no lo teníamos como prioridad y los años se nos fueron pasando. Creo que la falta de interés reproductor que
tantas mujeres de mi edad hemos mostrado fue el resultado del poderoso susurro
de esas madres: no te encadenes, no tengas hijos, haz todo lo que yo no pude
hacer.(…)
Las chicas nacidas en la democracia, en cambio, no tienen
que soportar ese mandato materno sobre sus hombros y, en consecuencia, volver a
tener hijos es lo habitual. Me parece muy bien, porque son mucho más libres
para escoger, pero lo que no me parece bien es que regrese intacta y berroqueña
la idea de la maternidad como culminación de la mujer y que las no madres
seamos vistas cada vez más como una anomalía. Cuando lo que es claramente
anómalo es que a los hombres nunca o casi nunca se les pregunte si tienen
hijos, mientras que a las mujeres se nos interrogue una y otra vez sobre lo
mismo.(…)
De pronto alguien te dice alegremente: “¿Tienes hijos?”. La
respuesta a eso es un simple no, pero claro, yo ya soy mayor, tengo una edad
irreversible, es un no lapidario que borra de un brochazo todos mis potenciales
vástagos e incluso, a estas alturas, mis potenciales nietos. O sea, una
multitud potencial que se desvanece. Así que ese monosílabo cae como una bomba
de neutrones y la gente se congela en torno a ti como esperando que sigas
explicándote. Que les digas, “no pude tener hijos”, o bien, “padezco una
enfermedad genética que no quise transmitir”, o incluso algo definitivo como
“soy un transexual” o “soy virgen”… No sé, todo el mundo parece aguardar una
justificación razonable de tan aberrante realidad. (….)
Lo que más me desconsuela, pobrecitas, son esas mujeres que
se sienten obligadas a decir: “Ah, claro, por supuesto, no importa, da igual
tener hijos o no”, una obviedad tan evidente que su sola formulación resulta
chirriante, como si quisieran aliviar la pena tremenda de tu triste situación;
o como si te vieran como un monstruo, pongamos como un cíclope, y dijeran, ah,
pero no te preocupes, no pasa nada, tener un único ojo en mitad de la frente es
guay y además solo necesitas una lentilla.
Tanto apresuramiento en celebrarte te convence justamente de
lo contrario, de que sí pasa mucho, de que los profundos estereotipos de género
siguen pesando como bolas de plomo en nuestro cerebro y de que, muy al fondo,
se sigue creyendo que la mujer que no es madre no es del todo mujer. Y a estas
alturas de la vida yo ya no sé cómo explicar que, aunque tener hijos debe de
ser una experiencia formidable, yo me siento tan completa o tan incompleta como
cualquier persona.
@BrunaHusky.
Texto : Rosa Montero