El
conocimiento es poder. Por eso se les
prohibió durante años la lectura a las mujeres. Muchos hombres veían peligrar su dominio cuando las mujeres pudieron acceder a los libros. En
1523, el humanista español Juan Luis Vives aconsejaba a los padres y maridos
que no permitieran a sus hijas y esposas leer libremente. "Las mujeres no
deben seguir su propio juicio", escribe, "dado que tienen tan
poco.". Jean-Jacques Rousseau
sostiene que la mujer no necesita educación racional ya que según argumenta
en “Emilio” (1762) la mujer debería ser
educada para el placer.
En 1799 el arqueólogo y filólogo kantiano, el suizo Johann Adam Bergk, declara que la lectura femenina representaba “un despilfarro insensato, un temor insuperable a cualquier esfuerzo, una propensión ilimitada al lujo...” Esto dicho por “humanistas “nos permite adivinar cuál sería la opinión de los que no lo eran.
En 1799 el arqueólogo y filólogo kantiano, el suizo Johann Adam Bergk, declara que la lectura femenina representaba “un despilfarro insensato, un temor insuperable a cualquier esfuerzo, una propensión ilimitada al lujo...” Esto dicho por “humanistas “nos permite adivinar cuál sería la opinión de los que no lo eran.
A las mujeres
siempre se las intento controlar y mantener
analfabetas para que siguieran siendo sumisas.
Sin
embargo, las mujeres encontraron muy pronto en la lectura una manera de romper
los estrechos límites de su mundo. La puerta abierta al conocimiento,la
imaginación, el acceso a otro mundo, un mundo de libertad e independencia que les
ha permitido desarrollarse y adoptar, poco a poco, nuevos roles en la sociedad.
Laure Adler, escritora francesa especialista en la historia de las mujeres y del feminismo, sostiene que existe un nexo especial entre la mujer y el libro. "Los libros", escribe, "no son para las mujeres un objeto como otro cualquiera. Desde los albores del cristianismo hasta hoy circula entre ellos y nosotras una corriente cálida, una afinidad secreta, una relación extraña y singular, entretejida de prohibiciones, de aprobaciones de reincorporaciones."
Y
añade:” El libro puede llegar a ser más importante que la vida. El libro enseña
a las mujeres que la verdadera vida no es aquella que les hacen vivir. La
verdadera vida está fuera, en ese espacio imaginario que media entre las palabras
que leen y el efecto que éstas producen. La lectora se identifica totalmente
con los personajes de ficción y no se resignan a cerrar el libro sin que algo
haya cambiado en su propia vida. El libro se convierte en iniciación."
A
través de las imágenes que diversos artistas nos han dejado podemos hacer un recorrido por la historia de la mujer y el
libro. Nos permiten contemplar la evolución femenina frente a la
alfabetización, a la lectura, al libro y a su cultura literaria Las imágenes de
mujeres leyendo datan del siglo XIII y
en ellas se puede observar cómo a partir de un momento dado las vírgenes
bizantinas con canastillas empiezan a tener en Occidente otra composición y
algunas cambian las cestillas por libros. Una época en la que se consideraba
que la educación para la mujer era perjudicial cuadros de santas, celestinas,
vírgenes o doncellas empiezan a estar acompañadas por un libro o leen algo
Entre
estas imágenes de vírgenes cabe destacar “La Anunciación” de Simone Martín,(1333)
donde se puede ver a María, sorprendida por el ángel en plena lectura. Mantiene
abierto el libro con el pulgar para no perder el pasaje en que estaba sumergida en el
momento de la llegada del ángel que interrumpió su lectura. Si bien la lectura
ha sido interrumpida, el detalle revela, al menos, una contradicción
ejemplificada en ese dedo pulgar abierto, ya que la Virgen conserva su
serenidad y no ha perdido el pasaje que estaba leyendo
Pero
es en el Renacimiento cuando se empieza a humanizar a las mujeres con un reconocimiento
sobre su capacidad intelectual. Tiene que ver con su acceso a la cultura
de los libros sagrados. Y es lo que dice Erasmo cuando defiende la educación
sin sexo, y señala "que pueden leer hasta mujeres y putas".
Por
los mismos años de estas teorías eramistas, santa Teresa de Jesús pide que las
monjas que entren a su comunidad sepan leer.
En
la imagen Retrato de una dama (1530-1535), de Foschi ,en la que se puede ver a
una mujer con un libro en las manos
En
el siglo XVII podemos ver el cuadro “Santa Marina”, de
Zurbarán. Aunque es decapitada en el siglo II, el pintor extremeño habría
realizado el cuadro entre 1641 y 1658 como si fuera una campesina del XVII y
con un libro en las manos. "¿Una mártir del siglo II que lee? ¿O una
campesina del siglo XVII que lee? El libro es, sin duda, un devocionario o de
contenido religioso, el único libro al que durante mucho tiempo ha tenido
acceso la mujer.
El furor por la lectura que se despertó en el género femenino a partir del siglo XVIII, fue visto como una amenaza social y una prueba de la decadencia de las costumbres de la época. Gracias a su acceso a la lectura, las mujeres adquirieron nuevos conocimientos que les permitieron alcanzar un cierto nivel de independencia y capacidad para pensar por sí mismas.
Otro
cambio importante en la libertad intelectual de las mujeres sucede en el siglo
XIX, cuando pasan a ser las principales lectoras de la novela como la conocemos
hoy. Este género literario se convierte para ella en la forma de tener la vida
que no puede vivir; en el vínculo con el mundo exterior.
Solitaria
en un salón, una mujer de traje decimonónico y sentada en un sofá mira
cabizbaja el libro que ha cerrado sobre sus piernas. Como si acabara de leer
Madame Bovary. Como si el silencio desatado por el punto final de la novela
llenara el cuadro que ha pintado Winslow Homer de su amiga, la también pintora
Helena de Kay (1873).
Generalmente
casi todas las pinturas que se conocen de mujeres leyendo han sido pintadas por
hombres. ”Beatrice” es una excepción pues fue pintada por Marie Stillman
(1844-1927) considerada como la mejor pintora prerrafaelista.
Afortunadamente
en el siglo XX las cosas cambian más rápidamente.
Las
profusas imágenes de mujeres leyendo nos muestran un hábito ya muy arraigado en
ellas.
En
la imagen podemos contemplar uno de los cuadros de Hopper que más claramente reflejan
la soledad americana. La mujer está en una habitación de un hotel, y no lee la
biblia que suele estar en la mesita de todos los cuartos sino un folleto para
un viaje sin rumbo. La escena muestra la melancolía de las estaciones de tren y
los hoteles de mala muerte, impersonales; una anomia a veces compartida. En
realidad parece que la mujer no agarra el libro, sino que se agarra de él.
En
el siglo XXI las mujeres leen más libros
y revistas que los hombres y éstos leen más periódicos y cómics que las
mujeres. Pero si se analiza la lectura de cualquier tipo y por cualquier
soporte, los hombres son, sin embargo, más lectores. El 59,9% de ellos lee en
soporte digital frente al 45,6% de las mujeres.
Según
un estudio, el género es un aspecto que diferencia notablemente los motivos, la
frecuencia, las preferencias y los gustos hacia la lectura entre hombres y
mujeres. De esta forma, la lectura de las mujeres, más centrada en los libros y
con un porcentaje menor de usuarias de soportes digitales, es más intensiva. La
de los hombres, por su parte, más centrada en los periódicos y en Internet,
tiene un componente más extensivo, más multimedia.