Carmen
Laforet Díaz (Barcelona, Cataluña, España, 6 de septiembre de 1921 -
Majadahonda, Comunidad de Madrid, España, 28 de febrero de 2004) Escritora
española
Carmen
Laforet nace en Barcelona, pero cuando tenía dos años, su familia se trasladó a
vivir a la isla de Gran Canaria, en las islas Canarias. Allí transcurrieron su
infancia y su adolescencia.
Regresa
a la península para estudiar filosofía en Barcelona y Derecho en la Universidad
Central de Madrid, pero abandonó ambas carreras a los veintiún años.
En
1944 gana el premio Nadal de la editorial Destino con “Nada”, que fue un éxito de crítica y de
público y catapultó a Laforet muy joven a la fama literaria.
En
1950 publicó La isla y los demonios, novela situada en Canarias, donde se había
criado.
En
1955, La mujer nueva, una obra marcada por las experiencias religiosas de la
autora.
En
1963 La insolación, primer volumen de la trilogía Tres pasos fuera del tiempo,
y después un largo periodo en el que estuvo trabajando en los otros dos tomos
de la trilogía, pero sin llegar a publicarlos.
Viajó
a Estados Unidos invitada en 1965, y sobre su experiencia en aquel país publicó
el ensayo Mi primer viaje a USA (1981); allí conoció además al novelista Ramón
J. Sender, con quien intercambió una interesante relación epistolar.
En
2003, su hija Cristina Cerezales publicó Puedo contar contigo, que contiene un
total de setenta y seis cartas en las que la escritora desvela su silencio
literario, su patológica inseguridad y su deseo de resguardarse del contacto
social, que después cristalizó en un distanciamiento paulatino de la vida
pública acelerado por una enfermedad degenerativa que afectaba a su memoria.
Su
situación personal mientras escribía aquellas cartas era dura, ya que se había
separado en 1970 y le faltaba estabilidad económica; las circunstancias
generales, como el clima político y social o el machismo imperante que hacía
que, por ejemplo, en las entrevistas debiera responder a preguntas como si
quería más a sus hijos a sus libros, también contribuían a ello.
En
las cartas a Sender también lamenta lo gris del mundo literario, que ella veía
repleto de envidias, enemistades y rencillas.
Carmen
Laforet sufrió mal de Alzhéimer
Homenajes:
En
2011 se le concedió, a título póstumo, el premio Can de Plata de Gran Canaria,
en la modalidad de las Artes, que concede el Cabildo Insular de Gran Canaria.
"Nada"
El
nombre de Carmen Laforet quedará siempre unido en la memoria colectiva a su más
lograda creación, Nada. Como un trasunto de su propia vida, la novela sigue el
itinerario iniciático de la joven Andrea, que, a fines de 1939, llega a
Barcelona, cargada de ilusiones y dispuesta a emprender sus estudios
universitarios. Pero sus ansias juveniles chocan con el mundo gris, cargado de
violencia, que representan su abuela y sus tíos, que la acogen en su casa.
Laforet
supo transmitir en esta obra, escrita con un estilo literario que supuso una
corriente de aire fresco en la prosa de la época, la lenta agonía de la pequeña
burguesía de posguerra. Los personajes adultos de la novela caminan
desorientados por un territorio cargado de temores y heridas mal cicatrizadas.
Frente a ellos, Andrea y su amiga Ena representan una nueva generación que ve
cómo sus ansias de crear un mundo diferente son sistemáticamente abortadas.
«¡Cuántos días sin importancia! Los días sin importancia que habían
transcurrido desde mi llegada me pesaban encima», nos confiesa Andrea en su
relato. Con su tono desesperadamente existencialista, Nada es una novela urbana
y siempre moderna, pieza clave del realismo literario de posguerra.
En
el árido escenario de la posguerra española fueron pocas las voces literarias
que se elevaron sobre el silencio y menos aún las de las mujeres, retaguardia
doméstica de un país militarizado y machista. Pero fue en ese contexto poco
favorable en el que una muchacha de veintitrés años sorprendió a todos con su
primera novela, que pasaría a la historia de la literatura española y universal.
Obras:
Carmen
Laforet también escribió novelas cortas, libros de cuentos y narraciones de
viaje. Entre sus libros de cuentos destacan La llamada (1954) y La niña y otros
relatos (1970).
Casi
toda la obra de Laforet gira en torno a un mismo tema central: el del
enfrentamiento entre el idealismo juvenil y la mediocridad del entorno.
Nada
(1944), La isla y los demonios (1952), El piano (1952), Un noviazgo (1953), El
viaje divertido (1954), La niña (1954), Los emplazados (1954), La llamada (1954),
relatos. La mujer nueva (1955), Un matrimonio (1956),Gran Canaria (1961),
ensayo. La insolación (1963), Paralelo 35 (1967), libro de viajes. La niña y
otros relatos (1970), relatos. Artículos literarios (1977), recopilación de
artículos.Mi primer viaje a USA (1981), ensayo.
"Rosamunda".
En: Cuentos de este siglo, 1995."Al colegio. Cuento". En: Madres e
hijas, Freixas, Laura (ed.), 1996.Al
volver la esquina (2004), novela póstuma. Continúa la historia de La
insolación. Carta a don Juan (2007), recopilación de todos sus relatos cortos.
Romeo y Julieta II (2008), recopilación de sus relatos amorosos.
Fuentes: Wikipedia
biografiasyvidas.com
Frases
de Carmen Laforet
Aún
era yo la criatura encogida y amargada a la que le han roto un sueño.
¿Quién
puede entender los mil hilos que unen las almas de los hombres y el alcance de
sus palabras?
He pensado en el motivo y la vena de mi
vocación de novelista y sé que mis libros se deben a un profundo amor a la
vida.
Me
gustan las gentes que ven la vida con ojos distintos de los demás, que
consideran las cosas de otro modo que la mayoría.
Fui
distraída todo el camino, pensando en que siempre se mueve uno en el mismo
círculo de personas por más vueltas que parezca dar.
Llegaba
a mi casa, de la que ninguna invitación a un veraneo maravilloso me iba a
salvar, de vuelta de mi primer baile en el que no había bailado.
Tal
vez el sentido de la vida para una mujer consiste únicamente en ser descubierta
así, mirada de manera que ella misma se sienta irradiante de luz.
Si
uno es escritor, escribe siempre, aunque no quiera hacerlo, aunque trate de
escapar a esa dudosa gloria y a ese sufrimiento real que se merece por seguir
una vocación.
(...)
En aquellas heladas horas hubo algunos momentos en que la vida rompió delante
de mis ojos todos sus pudores y apareció desnuda, gritando intimidares tristes,
que para mí eran sólo espantosas.
Esos
desechos de celuloide, esos sobrantes en la película del recuerdo de mi vida
son los que hoy intento proyectar en la pantalla de la memoria, los que hoy me
parecen, aun en su confusión, tan vívidos y tan cercanos.
Me
marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida
en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la
calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces.
En
realidad, mi pena de chiquilla desilusionada no merecía tanto aparato. Había
leído rápidamente una hoja de mi vida que no valía la pena recordar más. A mi
lado, dolores más grandes me habían dejado indiferente hasta la burla...
(...) Antes de entrar en el automóvil alcé los
ojos hacia la casa donde había vivido un año. Los primeros rayos del sol
chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle de Aribau y
Barcelona entera quedaban detrás de mí.
Porque
entonces era lo suficientemente atontada para no darme cuenta que aquél era uno
de los infinitos hombres que nacen sólo para sementales y junto a una mujer no
entienden otra actitud que ésta. Su cerebro y su corazón no llegan a más.
No
cuesta mucho convertir en polvo lo que ya es polvo. Cuesta, sí, donde sólo se
ve esta ruina, ayudar a descubrir unos cimientos y echar en ellos algo que
dentro de toda su modestia pueda servir junto con otras cosas mucho más
importantes a levantar un edificio nuevo...
Nunca
me atrevería a calificar de arte menor la novela corta; hay novelas cortas
sencillamente geniales (me vienen al recuerdo las inolvidables de Chejov y
Andreiev). En verdad, sólo hay un arte, que es mayor o menor según la capacidad
del que lo crea; pero sí puedo decir que cada artista puede volcarse
enteramente en una forma de arte preferida.
Yo
tuve que sonreírme. En pocos días la vida me aparecía distinta a como la había
concebido hasta entonces. Complicada y sencillísima a la vez. Pensaba que los
secretos más dolorosos y más celosamente guardados son quizá los que todos los
de nuestro alrededor conocen. Tragedias estúpidas. Lágrimas inútiles. Así
empezaba a aparecerme la vida entonces.
Me
parece que de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino,
cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para
trabajar, y otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de
espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme. Una tremenda
congoje fue para mí lo único real en aquellos momentos.
Yo
no busco en las personas ni la bondad ni la buena educación siquiera..., aunque
creo que esto último es imprescindible para vivir con ellas. Me gustan las
gentes que ven la vida con ojos distintos que los demás, que consideran las
cosas de otro modo que la mayoría...Quizá me ocurra esto porque he vivido
siempre con seres demasiado normales y satisfechos de ellos mismos...
Lo
que a mí, como novelista, me preocupa en mis libros, lo que soy capaz de
destruir enteramente y volver a hacer de nuevo cuantas veces sea necesario, es
su estructura y también su vida. Me preocupa huir del ensayo, huir de explicar
mis propias opiniones culturales, que considero muy poco interesantes, y dar
aquello para lo que me creo dotada: la observación, la creación de la vida. Me
preocupa el vigor de los personajes y la manera de exponer los hechos para que
resulten claros a la luz mía, individual, y me preocupa el que estos hechos
queden objetivamente expuestos para que el lector pueda juzgarlos por sí mismo,
interesarse por ellos, aceptarlos o rechazarlos a su gusto.