miércoles, 2 de septiembre de 2015

Carmen Laforet. "Nada"



Carmen Laforet Díaz (Barcelona, Cataluña, España, 6 de septiembre de 1921 - Majadahonda, Comunidad de Madrid, España, 28 de febrero de 2004) Escritora española

Carmen Laforet nace en Barcelona, pero cuando tenía dos años, su familia se trasladó a vivir a la isla de Gran Canaria, en las islas Canarias. Allí transcurrieron su infancia y su adolescencia.

Regresa a la península para estudiar filosofía en Barcelona y Derecho en la Universidad Central de Madrid, pero abandonó ambas carreras a los veintiún años.





En 1944 gana el premio Nadal de la editorial Destino con  “Nada”, que fue un éxito de crítica y de público y catapultó a Laforet muy joven a la fama literaria.

En 1950 publicó La isla y los demonios, novela situada en Canarias, donde se había criado.

En 1955, La mujer nueva, una obra marcada por las experiencias religiosas de la autora.

En 1963 La insolación, primer volumen de la trilogía Tres pasos fuera del tiempo, y después un largo periodo en el que estuvo trabajando en los otros dos tomos de la trilogía, pero sin llegar a publicarlos.

Viajó a Estados Unidos invitada en 1965, y sobre su experiencia en aquel país publicó el ensayo Mi primer viaje a USA (1981); allí conoció además al novelista Ramón J. Sender, con quien intercambió una interesante relación epistolar.







En 2003, su hija Cristina Cerezales publicó Puedo contar contigo, que contiene un total de setenta y seis cartas en las que la escritora desvela su silencio literario, su patológica inseguridad y su deseo de resguardarse del contacto social, que después cristalizó en un distanciamiento paulatino de la vida pública acelerado por una enfermedad degenerativa que afectaba a su memoria.

Su situación personal mientras escribía aquellas cartas era dura, ya que se había separado en 1970 y le faltaba estabilidad económica; las circunstancias generales, como el clima político y social o el machismo imperante que hacía que, por ejemplo, en las entrevistas debiera responder a preguntas como si quería más a sus hijos a sus libros, también contribuían a ello.

En las cartas a Sender también lamenta lo gris del mundo literario, que ella veía repleto de envidias, enemistades y rencillas.

Carmen Laforet sufrió mal de Alzhéimer 



Homenajes:

En 2011 se le concedió, a título póstumo, el premio Can de Plata de Gran Canaria, en la modalidad de las Artes, que concede el Cabildo Insular de Gran Canaria.


"Nada"






El nombre de Carmen Laforet quedará siempre unido en la memoria colectiva a su más lograda creación, Nada. Como un trasunto de su propia vida, la novela sigue el itinerario iniciático de la joven Andrea, que, a fines de 1939, llega a Barcelona, cargada de ilusiones y dispuesta a emprender sus estudios universitarios. Pero sus ansias juveniles chocan con el mundo gris, cargado de violencia, que representan su abuela y sus tíos, que la acogen en su casa.

Laforet supo transmitir en esta obra, escrita con un estilo literario que supuso una corriente de aire fresco en la prosa de la época, la lenta agonía de la pequeña burguesía de posguerra. Los personajes adultos de la novela caminan desorientados por un territorio cargado de temores y heridas mal cicatrizadas. Frente a ellos, Andrea y su amiga Ena representan una nueva generación que ve cómo sus ansias de crear un mundo diferente son sistemáticamente abortadas. «¡Cuántos días sin importancia! Los días sin importancia que habían transcurrido desde mi llegada me pesaban encima», nos confiesa Andrea en su relato. Con su tono desesperadamente existencialista, Nada es una novela urbana y siempre moderna, pieza clave del realismo literario de posguerra.

En el árido escenario de la posguerra española fueron pocas las voces literarias que se elevaron sobre el silencio y menos aún las de las mujeres, retaguardia doméstica de un país militarizado y machista. Pero fue en ese contexto poco favorable en el que una muchacha de veintitrés años sorprendió a todos con su primera novela, que pasaría a la historia de la literatura española y universal.




Obras:

Carmen Laforet también escribió novelas cortas, libros de cuentos y narraciones de viaje. Entre sus libros de cuentos destacan La llamada (1954) y La niña y otros relatos (1970).

Casi toda la obra de Laforet gira en torno a un mismo tema central: el del enfrentamiento entre el idealismo juvenil y la mediocridad del entorno.



Nada (1944), La isla y los demonios (1952), El piano (1952), Un noviazgo (1953), El viaje divertido (1954), La niña (1954), Los emplazados (1954), La llamada (1954), relatos. La mujer nueva (1955), Un matrimonio (1956),Gran Canaria (1961), ensayo. La insolación (1963), Paralelo 35 (1967), libro de viajes. La niña y otros relatos (1970), relatos. Artículos literarios (1977), recopilación de artículos.Mi primer viaje a USA (1981), ensayo.
"Rosamunda". En: Cuentos de este siglo, 1995."Al colegio. Cuento". En: Madres e hijas, Freixas, Laura (ed.),  1996.Al volver la esquina (2004), novela póstuma. Continúa la historia de La insolación. Carta a don Juan (2007), recopilación de todos sus relatos cortos. Romeo y Julieta II (2008), recopilación de sus relatos amorosos.

Fuentes: Wikipedia
biografiasyvidas.com

Frases de Carmen Laforet



Aún era yo la criatura encogida y amargada a la que le han roto un sueño.

¿Quién puede entender los mil hilos que unen las almas de los hombres y el alcance de sus palabras?

 He pensado en el motivo y la vena de mi vocación de novelista y sé que mis libros se deben a un profundo amor a la vida.


Me gustan las gentes que ven la vida con ojos distintos de los demás, que consideran las cosas de otro modo que la mayoría.


Fui distraída todo el camino, pensando en que siempre se mueve uno en el mismo círculo de personas por más vueltas que parezca dar.


Llegaba a mi casa, de la que ninguna invitación a un veraneo maravilloso me iba a salvar, de vuelta de mi primer baile en el que no había bailado.



Tal vez el sentido de la vida para una mujer consiste únicamente en ser descubierta así, mirada de manera que ella misma se sienta irradiante de luz.



Si uno es escritor, escribe siempre, aunque no quiera hacerlo, aunque trate de escapar a esa dudosa gloria y a ese sufrimiento real que se merece por seguir una vocación.



(...) En aquellas heladas horas hubo algunos momentos en que la vida rompió delante de mis ojos todos sus pudores y apareció desnuda, gritando intimidares tristes, que para mí eran sólo espantosas.


Esos desechos de celuloide, esos sobrantes en la película del recuerdo de mi vida son los que hoy intento proyectar en la pantalla de la memoria, los que hoy me parecen, aun en su confusión, tan vívidos y tan cercanos.


Me marchaba ahora sin haber conocido nada de lo que confusamente esperaba: la vida en su plenitud, la alegría, el interés profundo, el amor. De la casa de la calle de Aribau no me llevaba nada. Al menos, así creía yo entonces.



En realidad, mi pena de chiquilla desilusionada no merecía tanto aparato. Había leído rápidamente una hoja de mi vida que no valía la pena recordar más. A mi lado, dolores más grandes me habían dejado indiferente hasta la burla...

 (...) Antes de entrar en el automóvil alcé los ojos hacia la casa donde había vivido un año. Los primeros rayos del sol chocaban contra sus ventanas. Unos momentos después, la calle de Aribau y Barcelona entera quedaban detrás de mí.

Porque entonces era lo suficientemente atontada para no darme cuenta que aquél era uno de los infinitos hombres que nacen sólo para sementales y junto a una mujer no entienden otra actitud que ésta. Su cerebro y su corazón no llegan a más.


No cuesta mucho convertir en polvo lo que ya es polvo. Cuesta, sí, donde sólo se ve esta ruina, ayudar a descubrir unos cimientos y echar en ellos algo que dentro de toda su modestia pueda servir junto con otras cosas mucho más importantes a levantar un edificio nuevo...



Nunca me atrevería a calificar de arte menor la novela corta; hay novelas cortas sencillamente geniales (me vienen al recuerdo las inolvidables de Chejov y Andreiev). En verdad, sólo hay un arte, que es mayor o menor según la capacidad del que lo crea; pero sí puedo decir que cada artista puede volcarse enteramente en una forma de arte preferida.



Yo tuve que sonreírme. En pocos días la vida me aparecía distinta a como la había concebido hasta entonces. Complicada y sencillísima a la vez. Pensaba que los secretos más dolorosos y más celosamente guardados son quizá los que todos los de nuestro alrededor conocen. Tragedias estúpidas. Lágrimas inútiles. Así empezaba a aparecerme la vida entonces.



Me parece que de nada vale correr si siempre ha de irse por el mismo camino, cerrado, de nuestra personalidad. Unos seres nacen para vivir, otros para trabajar, y otros para mirar la vida. Yo tenía un pequeño y ruin papel de espectadora. Imposible salirme de él. Imposible libertarme. Una tremenda congoje fue para mí lo único real en aquellos momentos.



Yo no busco en las personas ni la bondad ni la buena educación siquiera..., aunque creo que esto último es imprescindible para vivir con ellas. Me gustan las gentes que ven la vida con ojos distintos que los demás, que consideran las cosas de otro modo que la mayoría...Quizá me ocurra esto porque he vivido siempre con seres demasiado normales y satisfechos de ellos mismos...



Lo que a mí, como novelista, me preocupa en mis libros, lo que soy capaz de destruir enteramente y volver a hacer de nuevo cuantas veces sea necesario, es su estructura y también su vida. Me preocupa huir del ensayo, huir de explicar mis propias opiniones culturales, que considero muy poco interesantes, y dar aquello para lo que me creo dotada: la observación, la creación de la vida. Me preocupa el vigor de los personajes y la manera de exponer los hechos para que resulten claros a la luz mía, individual, y me preocupa el que estos hechos queden objetivamente expuestos para que el lector pueda juzgarlos por sí mismo, interesarse por ellos, aceptarlos o rechazarlos a su gusto.