sábado, 19 de septiembre de 2015

“Lo doméstico es universal en letra de varón.En letra de mujer es personal, íntimo: no es político."






Nunca creí mucho en las máximas totalizantes sobre las mujeres o los varones. Una mujer no es otra cosa que un constructo cultural de alteridad donde también caben l*s pobres, l*s viej*s, l*s migrantes, l*s negr*s, l*s discapacitad*s, l*s lgtbiq. Pero ser mujer tiene sus privilegios, la potestad sobre temas como l*s hij*s, lo doméstico, la belleza y el cuidado del cuerpo, la moda, los sentimientos, las relaciones, la familia, lo disfuncional en ellas.

Un varón escribe sobre la melancolía, la degradación de la virilidad, la decadencia del matrimonio y la pesadumbre de la crianza de los hijos y es venerado por el mercado y la crítica. Una mujer escribe sobre la pareja, los hijos, la crianza y es publicada en una colección especial. De mujeres. Para mujeres. Pienso en Franzen, en Knausgârd. Pienso en Ozick o Atwood en sus tapas blancas de dibujos finos, la medida del flujo luminoso. En la medida de lo justo, para que nos elijamos entre nosotras, porque nos tenemos a nosotras mismas. Lo doméstico es universal en letra de varón, y en letra de mujer es personal, íntimo: no es político.






En el mejor de los casos vamos a integrar, en minoría, una colección de literatura donde el azar es controlado y brinda el sello de la legitimación. Esa mujer probablemente no sea un emblema del feminismo de las letras o de lo femenino o la femeneidad literaria. Probablemente sea una escritora que no se define como feminista o que no habla mucho del tema. Igual, no va a salvarse de ser calificada por sus atributos físicos en las críticas o entrevistas. La bella dirán, y no la doctora en filosofía, la impactante, y no la militante. Estos calificativos no aplican cuando se habla de una obra de Jonathan Safran Foer o Alan Pauls, por nombrar a dos autores de la narrativa actual. Las fotos, el enfoque de las notas, las preguntas sobre congeniar la casa o la maternidad con la escritura, qué opina sobre 50 Sombras de Grey o sobre la literatura escrita por mujeres, son puntos ineludibles cuando se trata de una autora. Nadie se imagina hablar de esto con Houellebecq o con Bizzio. Simplemente ellos escriben y alguien se ocupa de esos temas por ellos.




Dirán que hay premios Nóbeles de Literatura -¡muchos últimamente!- otorgados a mujeres, como dicen que hay Presidenta mujer cuando se lucha por igualdad de salarios. Pero ni ese galardón les da el pinet(*) a una Szymborska (¡poeta!), Jelinek (qué genia) o una Munro para tener el respeto y la aceptación del varón Coetzee o Modiano. Nadie quiere hacerle compañía a las mujeres, ni en la cartera de la dama ni en la cama como ávido lector.

 La cantidad de libros escritos por mujeres que son reseñados en los suplementos culturales es notoriamente menor que la de los escritos por varones. Algo similar pasa con la diferencia entre hombres y mujeres que firman las reseñas y entrevistas. La diferencia es contundente: 80% frente a un 20% de notas firmadas por mujeres.

 En el siglo XX las mujeres abrimos puertas de esferas antes reservadas exclusivamente para los hombres. Nos pusimos el pantalón y nos hicimos jefas. En el siglo XXI tenemos que profundizar la lucha por la igualdad de condiciones y del derecho a hacer y hablar de lo que queramos sin reducirnos a los estereotipos impuestos y autoimpuestos, abrir un espacio discursivo transgénero. 


Fuente: 
http://www.revistaanfibia.com/ensayo/machismo-y-literatura-el-mercado-de-la-sensibilidad/#sthash.KtbDaQP7.dpuf