Hay una variedad infinita de cuerpos. Cuerpos flacos, gordos,
altos, bajos, esbeltos, pequeños, grandes. Y todos con sus caras completamente
distintas. Incluso las caras gemelas tienen siempre algo que las diferencia.
Los cuerpos de las mujeres son aún más variados. Quizá la forma de las caderas,
el pecho y el pelo tenga mucho que ver en esta variedad de los cuerpos
femeninos. Ser única debería ser un orgullo. Pero no, las normas establecidas para
igualarlos nos oprimen. Las mujeres son mayormente cuestionadas por
cómo se ven, por cómo visten y se peinan, antes que por como son. Se las obliga
a que su cuerpo sea el mensaje que transmiten al mundo. A todas las personas se
nos juzga por nuestras apariencias pero a las mujeres no solo se las juzga también se las sojuzga. Someter, dominar,
avasallar, subyugar, sujetar, oprimir, esclavizar, vejar. Son verbos que tiranizan el cuerpo de
las mujeres. Mujeres que se siente exhaustas en la ardua elección entre el deber
ser, y lo que se es.
Cuando una mujer se
rebela y siente que el cuerpo le
pertenece, que no es ni del estado, ni del mercado, abre una grieta enorme por la que se pueden colar muchas mujeres más. Es un ejemplo a seguir. Parece gritar.”Sí,
soy así, este es mi cuerpo, esta es mi cara, ¿y qué?. No es mi cuerpo el que
está equivocado, es la sociedad la que se equivoca”
Y añade: “Tu opinión sobre mi cuerpo me la paso por cierto
sitio".
Texto: Ana Santos
Texto: Ana Santos