domingo, 27 de septiembre de 2015

No es mi cuerpo el que está equivocado, es la sociedad la que se equivoca



Hay una variedad infinita de cuerpos. Cuerpos flacos, gordos, altos, bajos, esbeltos, pequeños, grandes. Y todos con sus caras completamente distintas. Incluso las caras gemelas tienen siempre algo que las diferencia. Los cuerpos de las mujeres son aún más variados. Quizá la forma de las caderas, el pecho y el pelo tenga mucho que ver en esta variedad de los cuerpos femeninos. Ser única debería ser un orgullo. Pero no, las normas establecidas para igualarlos nos  oprimen.  Las mujeres son mayormente cuestionadas por cómo se ven, por cómo visten y se peinan, antes que por como son. Se las obliga a que su cuerpo sea el mensaje que transmiten al mundo. A todas las personas se nos juzga por nuestras apariencias pero a las mujeres no solo se las  juzga también se las sojuzga. Someter, dominar, avasallar, subyugar, sujetar, oprimir, esclavizar,  vejar. Son verbos que tiranizan el cuerpo de las mujeres. Mujeres que se siente exhaustas en la ardua elección entre el deber ser, y lo que se es.


Cuando una  mujer se rebela y siente  que el cuerpo le pertenece, que no es ni del estado, ni del mercado, abre una grieta enorme por la que se pueden colar muchas mujeres más. Es un ejemplo a seguir. Parece gritar.”Sí, soy así, este es mi cuerpo, esta es mi cara, ¿y qué?. No es mi cuerpo el que está equivocado, es la sociedad la que se equivoca”

Y añade: “Tu opinión sobre mi cuerpo me la paso por cierto sitio".
Texto: Ana Santos