martes, 15 de septiembre de 2015

Chimamanda Ngozi Adichie. Todos deberíamos ser feministas



Chimamanda Ngozi Adichie (Abba, Enugu, 15 de septiembre de 1977) Escritora, novelista, y dramaturga nigeriana

Su madre fue la primera secretaria de admisiones de la Universidad de Nigeriana donde su padre era profesor de estadística.

A los 19 se trasladó a Estados Unidos con una beca por dos años para estudiar comunicación y ciencias políticas en la Universidad de Drexel, Filadelfia. Posteriormente continuó sus estudios en la Universidad Estatal del Este de Connecticut,en la que se graduó en 2001.

Ha realizado asimismo estudios de escritura creativa en la Johns Hopkins, Baltimore, y un máster de estudios africanos en Yale.
En 2003, mientras se encontraba estudiando en Connecticut, publicó su primera novela, La flor púrpura (Purple Hibiscus), que fue muy bien recibida por la crítica y recibió el Commonwealth Writer's Prize for Best First Book (2005).

La acción de su segunda novela, Medio sol amarillo (Half of a Yellow Sun, 2006), así titulada en referencia al diseño de la bandera de la efímera nación de Biafra, se desarrolla durante la guerra civil nigeriana. La obra, alabada, entre otros, por Achebe, obtuvo el Orange Prize for Fiction en 2007.

En 2009 publicó una colección de relatos breves, titulada The Thing Around Your Neck.
En 2013 lanzaba Americanah, que mereció el Premio del Círculo de Críticos Nacional del Libro.

Todos deberíamos ser feministas (We Should All Be Feminist) es su primer ensayo.



Premios:

 



Todos deberíamos ser feministas:

En esta breve conferencia hoy convertida en libro, Adichie no solo se conforma con enumerar los micromachismos cotidianos a los que parece abocarnos una concepción descafeinada del asunto: los camareros siempre esperan que paguen ellos, las mujeres se ocupan de labores del hogar y ceden un poco en su carrera profesional para mantener la paz doméstica. También combina datos objetivos (un 52% de la humanidad son mujeres, pero “cuanto más arriba llegas, menos mujeres hay”, y cobran menos por los mismos trabajos), relata anécdotas que recuerdan a la extrañeza empática de sus novelas (la mujer negra que entra sola en un hotel de Nigeria y es tomada por una prostituta) y, sobre todo, se centra en la estructura de nuestro pensamiento, en la educación. Por ejemplo, la niña que saca la mejor nota de clase porque aspira a ser delegada, pero a la profesora se le olvida matizar que sólo los niños varones pueden serlo: “Si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez, acaba siendo normal. Si sólo los chicos llegan a monitores de clase, al final llegará el momento en que pensemos, aunque sea de forma inconsciente, que el monitor de clase tiene que ser un chico. Si solo vemos hombres presidiendo empresas, empezará a parecernos natural que solo haya hombres presidentes de empresas”. Porque para Adichie lo realmente peligroso de este concepto esencialista de la diferencia entre mujeres y hombres, disfrazado casi siempre de virtudes positivas (sentimiento, dulzura…), es que “prescribe cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos. […] Chicos y chicas son biológicamente distintos, pero la socialización exagera las diferencias
La Kirkus Reviews dijo de Todos deberíamos ser feministas que era una lectura obligatoria para estudiantes y profesores. Lo es como invitación a pensar en la vigencia del feminismo