Charlotte
Perkins Gilman (Hartford, Connecticut, 3
de julio de 1860 –17 de agosto de 1935) Activista, defensora de los derechos civiles
de las mujeres, escritora e intelectual estadounidense. Su utopía Herland
(1915), es considerada la precursora de la ciencia-ficción feminista moderna. Imaginó un mundo
en el que la mujer se libera de su dependencia económica y vital del hombre
Su obra más conocida es El papel de pared amarillo publicada en 1892, un relato breve
con tintes autobiográficos escrito tras una profunda depresión postparto.
Su figura servirá de modelo para futuras
generaciones de mujeres debido a sus ideas y su estilo de vida poco ortodoxo
para la época.
Entre 1894–1895 Gilman editó el semanal literario The
Impress, que se publicaba por la Pacific Coast Women’s Press Association
(anteriormente el Bulletin). Acabó a las 20 semanas debido a la crítica
social que suscitaba su estilo de vida, que incluía ser una madre poco natural
y una mujer que se había divorciado de su marido.
Después de cuatro meses de conferencias que
acabaron en abril de 1897, Gilman comenzó a pensar sobre las relaciones de
género y la economía en la vida estadounidense, lo que le llevó a crear el
primer esbozo de Las
mujeres y la economía. El libro fue publicado en el año siguiente (Women
and Economics, 1898) y colocó a Gilman en el foco de atención internacional
En 1903 escribió uno de sus libros más aclamados
por la crítica, The Home: Its Work and Influence, que ampliaba el contenido de
Women and Economics, afirmando que las mujeres están oprimidas en sus casas y
que el entorno en el que viven debe modificarse por su salud mental.
Entre los viajes y la escritura, su carrera como
figura literaria estaba asegurada. Charlotte extenderá su prolífico periodo
creativo, comenzando la publicación como editora y escritora de la revista
"The Forerunner" que desde 1909 hasta 1916 dará difusión a gran parte
de su ficción.
En 1925, finaliza su autobiografía, The Living of
Charlotte Perkins Gilman, que se publicará más tarde a título póstumo. Así
mismo, continuará dando conferencias reivindicando la independencia económica
de las mujeres.
Perkins
Gilman creía que la igualdad entre hombre y mujer era imprescindible para
avanzar socialmente. La educación, el voto, los derechos reproductivos de la
mujer fueron temas sobre los que la autora escribió artículos y ensayos. Pero
¿cómo imaginaba esta científica social la sociedad perfecta? El país de las
mujeres está poblado por unas amazonas pacíficas cuya religión es la
maternidad, un país en el que hace 2.000 años no existe un solo hombre. La
causa de su ausencia es una enfermedad que los aniquiló. Poco después ocurrió
un milagro: una mujer dio a luz sin ser fecundada por varón y de ella nacieron
otras con el mismo don de la partenogénesis, y así, poco a poco, fueron
repoblando el país. A este lugar pacífico y armónico llegan tres exploradores
que irán aprendiendo los avances sociales, económicos y políticos de las
mujeres. Mientras ellos estudian su idioma, su cultura y su historia, ellas
harán lo propio con el mundo del que provienen los hombres, dando así
oportunidad de exponer todos los males contemporáneos: pobreza, hacinamiento e
insalubridad en las ciudades, explotación de la mujer, guerras. Ellos se
maravillan ante la independencia e inteligencia de las mujeres, ellas se
horrorizan ante costumbres como el matrimonio, que somete a la mujer a una vida
de encierro, pasividad y dependencia.
En
Mujeres y economía, Perkins Gilman había reflexionado sobre la relación entre
hombre y mujer como la única del mundo animal que se había convertido en una
relación económica. El hombre, porque alimenta a la mujer, “se convierte en la
mayor fuerza modificadora de su condición económica”, decía, y frena así el
impulso de la mujer de crear y expresarse, convirtiéndola en débil e
incompetente. El país de las mujeres es el resultado de la liberación de esa
dependencia económica que es también vital. Los tres exploradores se sorprenden
de la capacidad de subsistir sin hombres: hay coches eléctricos, edificios
perfectamente construidos, ciudades limpias, se han erradicado las enfermedades
y las guerras. Aquello que doblegaba a la mujer en el pasado, la maternidad, se
transforma en amor perfecto y en la mayor forma de sororidad.
En
1934, tras la repentina muerte de su marido de una hemorragia cerebral, Gilman
regresa a Pasadena (California), junto a su hija. Al poco tiempo, se le
diagnosticará un cáncer de pecho incurable. Apenas un año después, en 1935,
Charlotte, firme defensora de la eutanasia para los enfermos terminales,
decidirá no continuar viviendo con su enfermedad y se suicidará con una
sobredosis de cloroformo el 17 de agosto de 1935 muriendo rápida y
tranquilamente.
En
su nota de suicidio escribirá: "Cuando toda la utilidad ha terminado,
cuando uno tiene la certeza de una muerte inminente e ineludible, es el más
simple de los derechos humanos elegir una muerte fácil y rápida en lugar de una
muerte lenta y horrible”.