martes, 17 de noviembre de 2015

“¿Qué he hecho yo para merecer esto?”



Las mujeres consumen más tranquilizantes y somníferos que los hombres. El doble, según la Organización Mundial de la Salud.

Hay ancianas que llevan lustros sin poder dormir sin ellas. Ejecutivas que las acarrean en el bolso. Amas de casa que las toman cada noche para poder pegar ojo, y/o por el día para poder tenerlos abiertos. Son las pastillas, así, en genérico, como se las conoce popularmente; el Amiplim —A mí, plim—que se toman muchas para poder con la vida.

 El perfil es el de una mujer de 45 años, separada y sin estudios universitarios. Los sectores más afectados son las actividades domésticas y los servicios personales, el comercio, la sanidad y la educación.

La endocrinóloga Carme Valls, directora del taller Mujer, Salud y Calidad de Vida , sostiene que la doble prevalencia de la ansiedad en las mujeres no es casual. “Las hormonas nos condicionan, pero no nos determinan”, afirma. “Tenemos una morbilidad diferenciada que nos predispone, como la falta de hierro asociada a la menstruación, la tiroiditis o las enfermedades autoinmunes. Pero luego están las causas sociales: la doble jornada, el nido vacío, la soledad, la pobreza”.

Las mujeres se consuelan de sus penas y sus nervios con pastillas, hasta tal punto que la ansiedad femenina, y su trato con fármacos, forma parte del imaginario contemporáneo. Recuérdese la escena en que Carmen Maura en “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” quiere comprar ansiolíticos y la farmacéutica la llama drogadicta y ella le responde ¿Drogadicta? ¿Yo drogadicta?.

O sin ir más lejos la canción de Martirio “Estoy Mala” cuya letra habla por si sola del mal de muchas mujeres. Sobre todo de las amas de casa.



Estoy Mala

Son las ocho menos cuarto
me tengo que levantar
lavar y vestir a los niños
y preparar las tostás.
¡Que agusto me quedaba en la cama todo el día,
otra vez el mismo rollo,
todos los días lo mismo, qué fatiga!

Y es que no puedo con mi cuerpo
no tengo ganas de ná,
necesito una pastilla para ponerme a funcionar.

Y es que estoy mala, muy mala
mala de acostarme
y es que estoy mala, muy mala
mala, mala, mala de acostarme.

Lo saben todas mis vecinas
por las paredes se enteran
que me acuesto con mi Manolo
pero los muelles no suenan.
¡Ay!, pero los muelles del somier no suenan.

Y es lo que le digo a él
y no se quiere enterar
que estando mala, estando mala
no se tiene el cuerpo pa ná.