En
España unos 700.000 hombres, según la Macroencuesta de 2015, maltratan a las
mujeres con las que comparten una relación. Como consecuencia de esa violencia
de género, alrededor de 900.000 niños y niñas viven expuestos a ella sufriendo
importantes consecuencias sobre su salud y comportamiento, al normalizar la
violencia como una forma de resolver conflictos. De entre esos menores, unos
600.000 sufren además violencia directa, puesto que el padre que entiende que
la violencia es una forma adecuada de resolver los problemas, también la
utiliza contra sus hijos e hijas. Y la convivencia con la violencia de género
es tan terrible, que en la última década cuarenta y cuatro niños y niñas han
sido asesinados por esos padres violentos, y sesenta mujeres son asesinadas
cada año.
Y
la inmensa mayoría de estos hombres asesinos son considerados por el vecindario
y sus entornos como "muy buenas personas", "muy cordiales",
"muy buenos padres", "maridos estupendos", "grandes
amigos", "vecinos muy atentos y considerados", "muy
trabajadores"..., tal y como muestran las informaciones cuando tras un
femicidio entrevistan a la gente que tenía alguna relación con los agresores.
Los
maravillosos hombres, amigos, vecinos... pasan de repente a terribles
criminales, cambian de ese Sr. Padre al Mr. Violento desconocido. Pero lo más
grave es que esta reacción no es una anécdota, sino que forma parte de la
estrategia de la misma cultura que con sus claroscuros entiende que la
violencia de género puede ser normal. Cuando los hombres agresores y asesinos
son presentados en sociedad como "buenos hombres", se pone en marcha
una de las trampas más eficaces y extendidas para ocultar la realidad, concretamente
la que lleva a interpretar que aquello que no se ve, no existe, confundiendo de
manera interesada la invisibilidad con la inexistencia.
De
ese modo, para el machismo, la cara oculta de la violencia de género, lugar
donde transcurre el ochenta por ciento de ella, no es que no se vea, sino que
no existe. Y si la violencia de género no existe, pero es denunciada, ¿cuál es
la interpretación que da la cultura machista?... Muy fácil, pues que se trata
de "denuncias falsas". Así todo encaja.
Algo
parecido ocurre con los asesinos: si son magníficos maridos, padres, vecinos,
trabajadores... y acaban de matar a la mujer o a los hijos, ¿cuál es la
interpretación?... Muy sencilla también, pues que "se les ha ido la
cabeza" o "les ha venido una elevada ingesta de alcohol o
drogas". De nuevo todo encaja.
Ya
no hay excusas, los hechos se repiten con dramática frecuencia para que se siga
pensando que lo invisible no existe. La violencia de género existe y está muy
cerca, ha sido ocultada en muchos hogares y relaciones bajo el argumento de la
normalidad, hasta el punto de hacer que las propias mujeres que la sufren
contribuyan a su ocultación, tal y como refleja la Macroencuesta de 2015 al
recoger que el 44% de ellas no denuncia por que cree que la violencia sufrida
no es lo suficientemente grave, o cuando el 21% afirma que no lo hace por
"vergüenza".
¿Quién
le dice a las mujeres que es "normal" cierto grado de violencia?,
¿quién les hace sentir vergüenza por sufrir la violencia de sus parejas?... La
cultura machista es la responsable, y por ello a pesar de llevar siglos bajo
esta violencia, aún no somos capaces de sacarla a la luz en toda su magnitud ni
de desenmascarar a los machistas que la propician y la ejercen.
En
lugar de cuestionar los casos cuando ya se han producido, lo que debemos
criticar son las causas y el contexto social que da lugar a ellos antes de que
se produzcan. Mientras no cambiemos las referencias de la cultura, la violencia
de género seguirá existiendo.
Miguel Lorente