El
machismo mata, lo sabemos, pero éste engorda día a día con la hipocresía y la
impunidad. En 2013, la Organización Mundial de la Salud publicó su primer
informe específico sobre violencia de género y le puso un calificativo:
epidemia.
En
marzo de 2014, se publicó el Informe sobre violencia contra las mujeres
realizado por la Agencia de los derechos fundamentales de la Unión Europea. Los
datos, estremecedores. En el año anterior al informe, 13 millones de mujeres
sufrieron violencia física en los 28 Estados miembros, 3,7 millones fueron
violadas y nueve millones de mujeres fueron víctimas de acoso. A lo largo de su
vida, 62 millones de europeas, es decir, una de cada tres, ha sufrido violencia
física o sexual –la encuesta recoge datos a partir de los 15 años así que se
queda fuera toda la violencia sufrida por las niñas–. Prácticamente la mitad,
el 47%, ha sufrido violencia psicológica por parte de su pareja y son 102
millones de mujeres las que han sufrido acoso sexual. La mayoría de las
víctimas, alrededor del 70%, no denuncia esta violencia. Las propias
conclusiones del informe europeo señalan que, como la mayoría de las mujeres no
recurre al sistema judicial ni a otros servicios, se pone de manifiesto que las
necesidades y los derechos de millones de mujeres europeas no se abordan en la
práctica actualmente. Hablar de ciudadanía y derechos de las mujeres con estos
datos encima de la mesa es una burla.
La
situación en España en este momento tiene dos agujeros negros y un agravante.
El primero es la educación. Cualquiera que tenga un hijo o una hija en
educación infantil o en primaria sabrá la intensa formación en seguridad vial
que recibe en las aulas todo el alumnado. También sabrá que en los colegios ni
se habla sobre educación afectivo sexual, resolución pacífica de los conflictos
ni prevención de la violencia de género. Ningún gobierno hasta ahora ha
cumplido la ley, especialmente el capítulo 1 de la Ley Integral contra la
violencia de género dedicado a la educación. Las consecuencias están a la
vista. La prevención es la única medicina contra la violencia de género.
El
segundo agujero tiene estrecha relación con el primero. Éste vacío en la
formación básica de los menores se extiende por todo el sistema educativo,
incluida la universidad, lo que se traduce en que los profesionales
relacionados con la violencia de género (tanto de manera directa: abogados,
jueces, fiscales, equipos psicosociales…; como de manera indirecta:
profesionales de la salud, profesorado y profesionales de los medios de
comunicación) no tienen formación en violencia de género. Es decir, el fenómeno
que causa la muerte a decenas de mujeres todos los años, es un desconocido para
quienes se deberían enfrentar a él. Es la indiferencia de un país ante la vida
de las mujeres.
La
hipocresía es el agravante que alimenta esta indiferencia. Alrededor de la
violencia de género se han consolidado una serie de mentiras que tranquilizan
conciencias pero matan. Al margen de los bulos sobre las denuncias falsas o el
letal “un maltratador puede ser un buen padre” que hace que las retiradas de
custodia, visitas y patria potestad a los maltratadores sean mínimas, casi
inexistentes, también se ha instalado el mantra de que “todos” estamos contra
la violencia de género. Ni mucho menos. Por un lado, está la inacción de un
gobierno que ha desmantelado prácticamente el sistema de protección y
prevención, derogando en la práctica tanto la Ley Integral como la Ley de
Igualdad y ha recortado durante toda la legislatura las partidas
presupuestarias para luchar contra esta violencia. Y por otra, las resistencias
son aún muy potentes y toda una corriente negacionista recorre sin apenas
resistencia tanto las redes como los medios de comunicación. Casi 800 mujeres
han sido asesinadas en España por sus parejas o ex parejas desde el año 2003,
cuando comenzaron a recopilarse estadísticas oficiales de víctimas mortales de
violencia de género. Este 2015 es, hasta ahora y aún estamos en agosto, el año
con más niños y niñas asesinados por las parejas o ex parejas de sus madres
como parte del maltrato desde que comenzaron a recogerse estadísticas.
Una
realidad insoportable rodeada de demasiada hipocresía y demasiadas
complicidades como para seguir mirando hacia otro lado.
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Nuria
Varela