“Sé bella y cállate”,
esa parece ser la consigna que lanza la sociedad machista para el discurso de
las mujeres. La sociedad cree que las mujeres hablan más, pero las mujeres no
hablan más, es que a las mujeres no se les escucha .Al discurso de las Mujeres, no sólo, no se
le presta atención, sino que resulta invisible. “Un parloteo inútil”, así es
considerado por la masculinidad dominante.
Un artículo de la
escritora Soraya Chemaly lo expresa muy bien:
No es difícil
entender por qué tantos hombres tienden a asumir que son geniales y que lo que
van a decir tiene más legitimidad. Todo empieza en la infancia y no tiene fin.
Los padres interrumpen a sus hijas el doble que a sus hijos y les exigen normas
de educación más estrictas. Los maestros animan más y mejor a los chicos, que
ven su discurso rebelde como una señal de su masculinidad dominante.
Ya de adultos, al
discurso de las mujeres se le da menos autoridad y credibilidad. Se supone que
no tenemos la capacidad de ser tan críticas o tan divertidas como ellos. Los
hombres hablan más y con más frecuencia que las mujeres en los grupos mixtos
(clases, conferencias, cuerpos legislativos, debates mediáticos y, por razones
obvias, instituciones religiosas). De hecho, en grupos para la resolución de
problemas dominados por hombres, como juntas, comités o asambleas legislativas,
los hombres hablan un 75% más que las mujeres, lo cual tiene efectos negativos
en las decisiones alcanzadas. Este es el motivo por el que los investigadores
concluyeron que "tener un asiento en una mesa no es lo mismo que tener voz
y voto".
Hasta en las
películas y en la televisión, los actores tienen diálogos más comprometidos y
aparecen en pantalla dos veces más que sus compañeras. Además, no se limita a
una época antigua, sino que se reproduce también en las redes. Los correos
electrónicos enviados por hombres tienen una tasa de respuesta muy superior, y
en Twitter, la gente retuitea a los hombres el doble que a las mujeres.
Estos patrones
lingüísticos tienen consecuencias de muchos tipos; por ejemplo, en los
juzgados, un tratamiento injusto da como resultado interrupciones en los
testimonios de la mujer por ser considerados poco creíbles de acuerdo con la
masculinización de las normas del discurso. En los juzgados también se muestra
claramente cómo la credibilidad y el estatus, siendo más bajo el de la mujer,
se ven doblemente afectados por la raza. Si una mujer negra que va a testificar
adopta lo que se conoce a menudo como "lenguaje de las mujeres
[blancas]", disminuye su credibilidad. Sin embargo, si se muestran más
firmes, los miembros del jurados blancos las consideran "groseras,
hostiles, fuera de control y, por consiguiente, menos creíbles". El
silencio es la determinación a que algunas mujeres toman para adaptarse a ese
doble rechazo, pero, claro, el silencio no ayuda si estás testificando.
Lo mejor de todo
es que la sociedad cree que las mujeres hablan más. La predisposición del que
escucha da lugar a que la gente piense que las mujeres acaparan a la audiencia,
cuando en realidad son los hombres los que realmente dominan. Los lingüistas
han llegado a la conclusión de que cuando se habla de que las mujeres y los
hombres vienen de diferentes planetas, se confunde el lenguaje de las mujeres
con un lenguaje inútil.
La dominancia
social en el discurso de los hombres es una cuestión relevante, y no sólo en la
escuela, sino en cualquier parte. Si aún tienes dudas, siéntate en silencio y
toma nota de la dinámica que adoptan las conversaciones en las cenas, en tu
lugar de trabajo, en una clase. En el autobús del colegio, en los aledaños de
un estadio, en cualquier lugar de culto.