Emily
Greene Balch (8 de enero de 1867 - 9 de enero de 1961) Reformista social,
escritora, sindicalista, académica y pacifista estadounidense, que recibió el
Premio Nobel de la Paz en 1946.
Su
deseo era que mujeres de diferentes procedencias, políticas, religiosas y
culturales, se unieran en su oposición a la guerra y en su apoyo a la igualdad
y principios generales de justicia, desarrollando una nueva identidad humana
como ciudadanas del mundo.
Creía que la mujer es más pacífica ya que se ve
condicionada por su naturaleza materna pero no era esta posición bajo la que
defendía la mayor participación de las mujeres en el orden internacional.
Según
Balch, las mujeres, que por lo general fueron excluidas del ámbito político en
el pasado, no traen consigo vicios reproducidos tradicionalmente; pudiendo
introducir métodos políticos innovadores de manera libre, sin ser partidistas,
métodos en los que los valores sociales y morales sean los primordiales (Balch
citada en Rupp & Taylor, 1999: 380).
Reconocía
que las mujeres también son de algún modo cómplices de la guerra y deben
pararla y trabajar por la paz: “Nunca más las mujeres pueden permitirse creer
que no son responsables porque no tienen poder. La opinión pública es poder; el
sentimiento fuerte y razonable es poder; la determinación, hermana gemela de
tener fe o visión, es poder.”.
Durante
la Primera Guerra Mundial ayudó a fundar la Liga Internacional de Mujeres para
la Paz y la Libertad e hizo campaña contra la entrada de Estados Unidos en el
conflicto armado.
Participó
como asesora en numerosas conferencias de paz en el periodo de entreguerras y
defendió acérrimamente los derechos humanos durante la Segunda Guerra Mundial.
La
Segunda Guerra Mundial supuso un reto a su pacifismo absoluto. Renuentemente
aceptó la entrada de su país, Estados Unidos, en la guerra, aunque ella siguió
trabajando activamente para la paz. La ideología Nazi le hizo cuestionar la
relación entre paz y justicia.
Por
su deseo de superar conjuntamente problemas de carácter económico y social a
nivel supranacional, Balch apoyó, de manera realista y no exenta de crítica, a
la Liga de las Naciones y también la creación posterior de Naciones Unidas. Es
más, intentó influenciar su desarrollo y trabajó incesantemente para la
construcción de una estructura internacional positiva (Faver, 1991: 339-340;
Deegan, 1981).
Buscaba promover la cooperación internacional a través de
alianzas globales entre las personas y tenía una capacidad especial para la
diplomacia: en los problemas políticos más complejos tenía en cuenta a todas
las partes y era capaz de llegar a soluciones satisfactorias. No obstante,
pensaba, “la unidad internacional no es en sí misma la solución. Si esta unidad
internacional no tiene atributos morales, si no acepta una disciplina basada en
valores morales y posee cualidades de humanidad, no es la unidad en la que
estamos interesados” (Balch citada en Faver, 1991: 342).
Creía
en la interconexión pero siempre respetando la diversidad. El cambio social,
para ella, debía venir suscitado por una inteligencia racional y lógica capaz
de permitir el entendimiento mutuo y de trazar una solución aceptable para
todos.
Partiendo de una benevolencia desinteresada, se debe enfatizar la
cooperación, la inclusión y la responsabilidad hacia los otros. Para ella, la
responsabilidad social no choca con la libertad personal. Por ello, la base
para establecer la paz es una cooperación internacional que busque trabajar
unidos en problemas de carácter social, económico y cultural que afectan a
todas las naciones.
Como meta final deseaba la desaparición del estado-nación,
y dar paso a un sistema internacional donde la guerra fuera impensable por los
intereses compartidos de la gente y sus lazos morales y emocionales.
La
creación de una ciudadanía global representaba para ella el camino para una paz
estable.
A
pesar de intentar vivir su vida de una manera poco pública, Emily Green Balch
fue una de las mujeres más importantes e inspiradoras del siglo pasado.
Creía
en la posibilidad de un mundo mejor, un mundo pacífico, y trabajó incesante y
desinteresadamente para conseguir esa meta. Tanto en su compromiso como
reformista social, a nivel local, nacional e internacional, como en su vida
académica, abordó temáticas de diversa índole.
Defensora de los desaventajados,
luchó por los derechos de las personas oprimidas por cuestiones de género,
raza, etnia, cultura o ideología.
Por la esperanza que proyectó a su alrededor
y por su trabajo para que los seres humanos se unieran por encima de sus
diferencias, puede decirse que Balch fue realmente una ciudadana del mundo.
Fuente principal:www.1325mujerestejiendolapaz.org