miércoles, 11 de marzo de 2015

Emily Green Balch. Premio Nobel de la Paz 1946.




Emily Greene Balch (8 de enero de 1867 - 9 de enero de 1961) Reformista social, escritora, sindicalista, académica y pacifista estadounidense, que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1946.

Su deseo era que mujeres de diferentes procedencias, políticas, religiosas y culturales, se unieran en su oposición a la guerra y en su apoyo a la igualdad y principios generales de justicia, desarrollando una nueva identidad humana como ciudadanas del mundo. 

Creía que la mujer es más pacífica ya que se ve condicionada por su naturaleza materna pero no era esta posición bajo la que defendía la mayor participación de las mujeres en el orden internacional.

Según Balch, las mujeres, que por lo general fueron excluidas del ámbito político en el pasado, no traen consigo vicios reproducidos tradicionalmente; pudiendo introducir métodos políticos innovadores de manera libre, sin ser partidistas, métodos en los que los valores sociales y morales sean los primordiales (Balch citada en Rupp & Taylor, 1999: 380).

Reconocía que las mujeres también son de algún modo cómplices de la guerra y deben pararla y trabajar por la paz: “Nunca más las mujeres pueden permitirse creer que no son responsables porque no tienen poder. La opinión pública es poder; el sentimiento fuerte y razonable es poder; la determinación, hermana gemela de tener fe o visión, es poder.”.

Durante la Primera Guerra Mundial ayudó a fundar la Liga Internacional de Mujeres para la Paz y la Libertad e hizo campaña contra la entrada de Estados Unidos en el conflicto armado.

Participó como asesora en numerosas conferencias de paz en el periodo de entreguerras y defendió acérrimamente los derechos humanos durante la Segunda Guerra Mundial.

La Segunda Guerra Mundial supuso un reto a su pacifismo absoluto. Renuentemente aceptó la entrada de su país, Estados Unidos, en la guerra, aunque ella siguió trabajando activamente para la paz. La ideología Nazi le hizo cuestionar la relación entre paz y justicia.

Por su deseo de superar conjuntamente problemas de carácter económico y social a nivel supranacional, Balch apoyó, de manera realista y no exenta de crítica, a la Liga de las Naciones y también la creación posterior de Naciones Unidas. Es más, intentó influenciar su desarrollo y trabajó incesantemente para la construcción de una estructura internacional positiva (Faver, 1991: 339-340; Deegan, 1981). 

Buscaba promover la cooperación internacional a través de alianzas globales entre las personas y tenía una capacidad especial para la diplomacia: en los problemas políticos más complejos tenía en cuenta a todas las partes y era capaz de llegar a soluciones satisfactorias. No obstante, pensaba, “la unidad internacional no es en sí misma la solución. Si esta unidad internacional no tiene atributos morales, si no acepta una disciplina basada en valores morales y posee cualidades de humanidad, no es la unidad en la que estamos interesados” (Balch citada en Faver, 1991: 342).

Creía en la interconexión pero siempre respetando la diversidad. El cambio social, para ella, debía venir suscitado por una inteligencia racional y lógica capaz de permitir el entendimiento mutuo y de trazar una solución aceptable para todos. 

Partiendo de una benevolencia desinteresada, se debe enfatizar la cooperación, la inclusión y la responsabilidad hacia los otros. Para ella, la responsabilidad social no choca con la libertad personal. Por ello, la base para establecer la paz es una cooperación internacional que busque trabajar unidos en problemas de carácter social, económico y cultural que afectan a todas las naciones. 

Como meta final deseaba la desaparición del estado-nación, y dar paso a un sistema internacional donde la guerra fuera impensable por los intereses compartidos de la gente y sus lazos morales y emocionales. 

La creación de una ciudadanía global representaba para ella el camino para una paz estable.

A pesar de intentar vivir su vida de una manera poco pública, Emily Green Balch fue una de las mujeres más importantes e inspiradoras del siglo pasado. 

Creía en la posibilidad de un mundo mejor, un mundo pacífico, y trabajó incesante y desinteresadamente para conseguir esa meta. Tanto en su compromiso como reformista social, a nivel local, nacional e internacional, como en su vida académica, abordó temáticas de diversa índole. 

Defensora de los desaventajados, luchó por los derechos de las personas oprimidas por cuestiones de género, raza, etnia, cultura o ideología. 

Por la esperanza que proyectó a su alrededor y por su trabajo para que los seres humanos se unieran por encima de sus diferencias, puede decirse que Balch fue realmente una ciudadana del mundo.