domingo, 24 de junio de 2012

Catalina de Erauso. La Monja Alférez. Mujeres Aventureras





Catalina de Erauso. (San Sebastián, España, 1585?- Nueva España, 1650).  Monja y soldado española, llamada la Monja Alférez.

Las crónicas de su época nos dejan un nítido retrato de su vida: 

"Doña Catalina de Erazu nació en Guipúzcoa, en la villa de San Sebastián, de España, el 10 de febrero de 1585. A los cuatro años de edad entró al convento de San Sebastián el Antiguo, del que era priora doña Úrsula de Unzá, y allí profesó, a los quince años de edad; pero a poco tiempo, a causa de un odio terrible que se tuvieron ella y otra monja, huyó doña Catalina del convento, se escondió en un castañar e hizo con su vestido un traje de hombre.

Como escribiente unas veces, otras como arriero, otras como paje, como dependiente de un mercader, vivió en España algunos años, hasta que se embarcó para el Perú.

Allí tuvo una pendencia en que hirió a dos hombres, y aprehendida por la justicia, estuvo en el cepo de cabeza; llegó a Lima, sentó plaza de soldado, pasó con una compañía a Chile, allí riñó a estocadas con su hermano Miguel de Erazu.

Peleó valientemente doña Catalina con los indios en el asalto de la villa de Valdivia, y por su valentía diósele el nombramiento de alférez.

Las continuas pendencias que con oficiales y soldados tenía doña Catalina obligaron al gobernador de Chile a desterrarla al fuerte de Arauco; fugose de allí y llegó a Potosí, donde se acomodó de arriero, en cuyo oficio permaneció poco tiempo, porque riñó con su amo estando en Charcas, donde había ido por carga, y metiendo mano ambos a las espadas; doña Catalina dio a su adversario dos estocadas, dejándole muerto.

Volvió de allí a Potosí huyendo, y llegó en oportunidad de ayudar poderosamente al corregidor, don Rafael Ortiz, para vencer a Alfonso de Ibáñez, que se había levantado contra la justicia, lo que le valió el oficio de ayudante del sargento mayor.

Concurrió a la conquista del Dorado, y anduvo en aquellas expediciones durante muchos meses; volvió a tener necesidad de retraerse a una iglesia, por haber herido a un hombre; pero averiguado el caso de haber sido en propia defensa, quedó libre.

Multitud de escándalos y pendencias tuvo en el Perú, y, al fin, malherida en una casa de juego, estuvo a punto de morir. Logró salvarse; pero la justicia la perseguía, y en el momento de aprehenderla, doña Catalina hizo frente a los alguaciles, mató a uno, hirió a varios, y a costa de gran trabajo lograron desarmarla y reducirla las personas que en auxilio de la justicia salieron.

Formose el proceso, y fue condenada a muerte; entonces descubrió a su confesor el secreto de su verdadero sexo; súpolo la justicia, y por esto y por los muchos servicios que en veinticuatro años había prestado al rey, se la indultó, y por la protección del obispo de Cuzco volvió a España ya en hábito de monja.
Su desembarco en Cádiz causó gran novedad; pasó a Sevilla y, según dice una relación antigua, visitó al rey e hizo viaje a Roma para hablar al Papa; pero en ese viaje, y en la travesía por mar, riñó con un francés y le arrojó al agua, en donde se ahogó; los compañeros del francés atacaron inmediatamente a doña Catalina, que cayó, a su vez, al mar; pero logró salvarse asiéndose de una boya que le tiraron los marineros.

El Papa concedió a doña Catalina, entre otras muchas mercedes, la de permitirle usar el traje de hombre.

Llegó a Méjico La Monja Alférez  cuando gobernaba la Nueva España el marqués de Cerralbo, y enamorose en el viaje de Veracruz a Méjico de una dama a quien sus padres le encargaron que llevase a Méjico, sabedores de que doña Catalina era mujer, aunque vestía de hombre; aquella pasión le causó grandes disgustos, y a punto estuvo de batirse con el hombre con quien casó la dama. Doña Catalina le desafió en una carta; pero algunas personas de importancia lograron impedir el lance.

Dedicose en Nueva España a la arriería, y en 1650, en el camino de Veracruz, enfermó y murió”.


Hoy se cree que La ‘monja alférez’ fue una de las primeras transexuales que tiene conocimiento la historia. Vivió como un hombre en pleno Siglo de Oro español y contó con la aprobación del Rey y el Papa.
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Retrato de doña Catalina por Pedro del Valle