Vera
Rubin (Filadelfia, Pensilvania; 23 de julio de 1928- 25 de diciembre de
2016) Astrónoma estadounidense, pionera en la medición de la rotación de las
estrellas dentro de una galaxia. Sus mediciones pusieron de manifiesto que las curvas de rotación galácticas se mantenían planas,
contradiciendo el modelo teórico, siendo la evidencia más directa y robusta de
la existencia de materia oscura.
Rubin
no sólo cambió nuestra manera de imaginar el universo, sino que inspiró a
muchas jóvenes muchachas para dedicarse profesionalmente a la astronomía y
luchó denodadamente por la equidad de las mujeres en el mundo de la ciencia.
Si
la carrera científica es particularmente difícil hoy para las mujeres, aún lo
era mucho más hace unas décadas, cuando Vera Rubin se apasionó por la
astronomía. Y sin embargo, y a pesar de todo ello, las contribuciones
realizadas por las mujeres a esta disciplina durante el último siglo han sido
absolutamente sobresalientes.
Cuando
contaba con 10 años de edad, Vera se
mudó con sus padres (unos emigrantes judíos) y su hermana Ruth a vivir a
Washington D.C. Fue allí donde se inició su interés por la astronomía, con tan
solo 14 años ya era miembro de una asociación de astrónomos amateur. Pero cuando
Vera mostró su interés por los astros en su acercamiento a la Universidad, el
empleado de la oficina de admisiones le sugirió la idea de cambiar su vocación
por algo relacionado con el estudio de las estrellas, pero, de alguna forma,
más 'femenino'... como la pintura. Así que Rubin acabó estudiando Artes en el
Vassar College de Nueva York.
Pero
su vocación era muy fuerte. Por ello, tras completar su Bachelor of Arts, en
1948, intentó inscribirse en los estudios de astronomía en Princeton. Algo que
también fue imposible, pues los estudios de postgrado de astronomía estuvieron
vetados a las mujeres ¡hasta 1975!
Vera solicitó entonces ser admitida en Cornell donde estudió física con algunos de los mayores físicos del siglo XX, como Richard Feynman y Hans Bethe.
Vera solicitó entonces ser admitida en Cornell donde estudió física con algunos de los mayores físicos del siglo XX, como Richard Feynman y Hans Bethe.
Afortunadamente,
Rubin encontró un director muy estimulante para su tesis doctoral, el gran
George Gamow en la Universidad de Georgetown. En su tesis, concluida en 1954,
demostró que las galaxias no están distribuidas de manera aleatoria en el
universo, sino que viven en grandes comunidades, los 'cúmulos de galaxias', una
idea que no fue desarrollada hasta un par de décadas más tarde.
Vera
Rubin permaneció en Georgetown durante 11 años tras su tesis desarrollando una
gran actividad científica mientras se ocupaba de sus cuatro hijos, y en 1965 se
produjo un punto de inflexión en su carrera. En ese momento, gracias a su
trabajo sobresaliente, fue la primera mujer de la historia autorizada a
utilizar los telescopios del Observatorio de Monte Palomar. Además ganó un
puesto de trabajo permanente en la Institución Carnegie de Washington, donde
conoció al que sería su amigo y colaborador más cercano, el astrónomo Kent
Ford.
Para
estudiar los movimientos de las galaxias, y sus desviaciones respecto de la
expansión global del universo (la ley de Hubble), Rubin y Ford realizaron
cientos de observaciones y crearon un gran debate sobre el movimiento propio de
la Vía Láctea respecto de sus galaxias vecinas. Fue tratando de evitar la
controversia que Vera comenzó a estudiar los movimientos de estrellas en la
periferia de algunas galaxias, comenzando por Andrómeda.
En estos estudios encontró
un resultado inesperado que tendría un impacto enorme en la historia de la
astronomía. Las estrellas se movían en la periferia de las galaxias con una
velocidad de rotación que era muchísimo más rápida que la velocidad que les
correspondía de acuerdo con la masa de la galaxia y la ley de la gravitación universal.
Esto es, las curvas de rotación galácticas (la
distribución de la velocidad de las estrellas respecto de la distancia al
centro de la galaxia) que se observaban eran mucho más planas que las
calculadas teóricamente. A tenor de las velocidades observadas, esas estrellas
de la periferia deberían salir disparadas de sus galaxias. Si no lo hacían,
debía ser porque una gran cantidad de materia invisible u 'oscura' debía de
estar contenida en la galaxia, aumentando la atracción gravitatoria sobre tales
estrellas. Rubin calculó que para mantener sujetas a sus estrellas, las
galaxias debían contener unas diez veces más materia oscura que materia
ordinaria.
Así pues, Vera Rubin
obtuvo en los años 1970 la primera prueba observacional y abrumadora de la
existencia real de la materia oscura. Esta prueba venía a sumarse a otros
indicios que unos años antes había encontrado Fritz Zwicky estudiando el cúmulo de galaxias de Coma. Las velocidades de las
galaxias medidas por Zwicky indicaban que el cúmulo debía contener mucha más
masa de la que se veía en las observaciones.
La naturaleza de la
materia oscura sigue siendo hoy uno de los misterios más grandes de la física.
Pero las pruebas observacionales de su existencia no han dejado de crecer
durante los últimos 40 años. La propia Rubin y otros astrónomos, entre los que
destaca el australiano Ken
Freeman, extendieron sus trabajos a muchas galaxias, incluso a
la Vía Láctea. A su vez, las observaciones de los movimientos de galaxias en
cúmulos tampoco dejan ya lugar a ninguna duda sobre la presencia de esa
componente oscura. Más recientemente, el estudio de la radiación de fondo de
microondas (el 'eco' del Big Bang) ha permitido obtener una nueva medida de la
cantidad de materia oscura del universo y, además, ha demostrado que tal
materia debe de tener una composición radicalmente diferente a la de la materia
ordinaria.
Fuente:Wikipedia y //www.elmundo.es/ciencia/