"Las
mujeres han vivido todos estos siglos como espejos, con el poder mágico y
delicioso de reflejar la figura del hombre, el doble de su tamaño
natural." Hace casi un siglo que Virginia Wolf escribió esta reflexión es
su libro Una habitación propia. Quizá
debería añadir que, desgraciadamente, los espejos en los que se han mirado las
mujeres a lo largo de los siglos han sido distorsionados por los hombres para
que las mujeres se vean disminuidas el doble, el triple o el cuádruple de su
valor real. Las Mujeres han sido educadas en la falta de respeto,
reconocimiento, aversión y desprecio hacia
sí mismas. Y hacia las demás. Las Mujeres no se valoran, no se gustan, no se
aman. Han vivido con el miedo al rechazo por parte del “otro sexo”. El sexo valioso,
digno, respetable, loable. El único espejo
en el que mirarse y ser miradas. Hasta que el movimiento feminista no abrió grietas
en la concepción patriarcal del mundo, sólo algunas mujeres, valientes y
rebeldes, habían logrado escapar al corsé de las imposiciones masculinas. Es
hora de que las mujeres dejen de vivir las vidas que otros han inventado y
diseñado para ellas. Es hora de que las mujeres se atrevan a ser aquello que
son o que quieren ser, para que puedan ver en el espejo el reflejo de lo que
han elegido libremente ellas mismas.
No es tan difícil: “Sé tú misma. ¿Quién mejor
cualificada?”