Anna
Freud (Viena, 3 de diciembre de 1895-Londres, 9 de octubre de 1982) psicoanalista
austriaca de origen judío. Anna centró
su investigación en la psicología infantil. Era hija de Sigmund
Freud.
Mantuvo
una relación distante con su madre y sentimientos de gran ambivalencia con su
hermana Sophie, la preferida. Anna fue apodada por su padre como Annerl y éste
recuerda su nacimiento como el inicio de un bienestar económico debido al
aumento de su trabajo clínico. También la apodó «Demonio negro», por su carácter
aventurero y díscolo dentro del medio familiar y de amigos, no comportándose
así en público, donde fue reconocida como reservada y tímida. Uno de sus
pasatiempos predilectos era el tejido, que, según recuerdan algunos de sus
pacientes, también practicaba mientras atendía. En cuanto a su apariencia,
adoptó como vestimenta el Dirndl, tradicional de su país, un ropaje largo y suelto que
ocultaba su figura.
Anna
se inicia en el psicoanálisis en 1920 cuando asiste como invitada al primer
congreso internacional de posguerra en La Haya. Dos años más tarde, a los
veintisiete, ingresa en la Sociedad Psicoanalítica de Viena
como psicoanalista de niños, pues la clínica con adultos era "vedada"
a los profanos.
En
1921 había conocido a Lou
Andreas-Salomé psicoanalista de origen ruso que ocupa el lugar de
"buena madre" y "madre analista", encontrando en ella una
imagen femenina y maternal y una valiosa ayuda para la
En
1923, ya declarada la enfermedad de Freud con su primera operación, decide no
instalarse en Berlín y quedarse a su lado. Asiste a las recorridas por el
Servicio de Psiquiatría del Centro Hospitalario Universitario de Viena, de Wagner Jauregg, conociendo allí a
Heinz
Hartmann.
En
el otoño de 1925, ya finalizado el análisis con su padre, crea con Max
Eitingon un vínculo cuasi-analítico que finaliza en 1930, debido a las
resistencias de Anna a profundizar sobre la relación de fuerte apego a su
padre. En esta época, Anna estaba inmersa en los conflictos de rivalidad con su
madre por el cuidado de la salud de Freud.
Entre
sus primeros pacientes se cuentan los hijos de Dorothy Burlingham, a quien la
ligaría una relación profunda y compleja por el resto de su vida. Fue su
compañera de viaje y de vida, y ejerció con los hijos de ella sus inclinaciones
maternales. A pesar de las apariencias, no hay acuerdo entre sus biógrafos
acerca del carácter homosexual activo de esta relación, pero Anna se disgustaba
frente a los rumores que la señalaban como lesbiana.
En
1924 ocupa el lugar de Otto Rank en el comité
En
1925 es designada secretaria del Instituto psicoanalítico de Viena. Allí,
impulsó la formación del Kinderseminar, un seminario de
investigación sobre psicoanálisis aplicado a la pedagogía y destinado no sólo a
psicoanalistas sino también a educadores y trabajadores sociales. En
colaboración con otros profesionales del instituto, fueron creados algunos
centros de reeducación, jardines de infantes, y la primera escuela para niños
que fuera guiada conforme a los principios psicoanalíticos, dirigida por Eva Rosenfeld. Fueron, asimismo,
consultados por el municipio de Viena para la orientación de niños con
dificultades.
Colaboró
en la "Zeitschrift fur Psychoanalitische Pedagogie", publicación
dirigida por W.Hoffer
En
1927 ocupa el cargo de secretaria de la Asociación Psicoanalítica
Internacional (IPA).
La
única antecesora de Anna en Viena en la práctica del análisis infantil fue Hermine von Hug-Helmuth,
maestra jubilada que poseía un doctorado en Filosofía. Pero en realidad su
verdadera competidora habría de ser Melanie
Klein. El simposio de Londres en 1927, patrocinado por Ernest Jones, es una
fiel y clara exposición de las diferencias teóricas y técnicas que prevalecían
entre ambas.
En
1934 Anna iniciaba El Yo y los mecanismos de defensa, regalándole la
primera edición a Freud al cumplir éste los ochenta años en 1936.
Un
año más tarde se inaugura en Viena la guardería Jackson, patrocinada por la
estadounidense Edith Jackson, analizada de Freud. Este proyecto, dirigido por
Anna, estaba destinado a niños menores de dos años, con el objetivo de
informarse acerca de las primeras etapas de la vida a través de la observación directa.
Los niños debían pertenecer a familias indigentes.
En
1933 había sido promulgada la ley antisemita, lo que dio origen al éxodo de
psicoanalistas alemanes y austríacos. La familia Freud huye hacia Inglaterra.
Su casa ya había sido allanada en dos oportunidades, y Ana y Martín habían sido
llevados por la Gestapo
para ser interrogados.
Ya
en Londres, Anna se ocupó con exclusividad del cuidado de la salud de su padre,
quien luchaba contra el cáncer.
Al
morir éste, Anna enfrenta el duelo trabajando arduamente; organiza entre 1940 y
1942 varias residencias para niños evacuados y refugiados, siendo la guardería
Hampstead, que funcionaba en la Hampstead clinic de Londres, la más destacada.
El
clima de la Sociedad Británica de Psicoanálisis se enrareció con la llegada de
los analistas vieneses. Jones, fundador de la misma y protector de Melanie
Klein, se hallaba tironeado por ambas partes, resolviendo tal contradicción
con su retiro. Tras la muerte del padre del psicoanálisis, se estableció la
lucha por definir cuál de las dos corrientes sería proclamada su heredera.
En
la década de 1950, Anna fue miembro del Consejo Ejecutivo de la IPA pero su
mayor interés se manifestó en la década de los 60 en torno a la capacitación
para el psicoanálisis infantil.
En
1975 su salud se vio afectada, sin poder llegarse a un diagnóstico preciso. Fue
tratada por una anemia, y requirió internaciones periódicas. Durante este
tiempo se dedicó a la refutación y desacreditación de teóricos posfreudianos y
biógrafos no autorizados, con la ayuda de K. Eissler. También recibió los
doctorados honorarios que le confirieron las universidades de Viena, Columbia,
Harvard y Franckfort.
Acerca
del papel que Anna Freud desempeñó en la historia del psicoanálisis hay varias
interpretaciones:
La
primera de ellas parte de su padre, Sigmund Freud, al llamarla Anna Antígona.
Cabe recordar que Antígona, en la obra de Sófocles, es la hija de Edipo, a
quien guía, tras su ceguera, errante por Grecia hasta su muerte.
Ernest
Jones, quien mantuvo una relación ambivalente con Anna, se unía a ella en
lo político institucional pero se le oponía en lo teórico: "tiene usted el
don de escribir ordenadamente y sin forzar la organización del material. Me
gustaría hacer la reseña del libro", escribe Jones refiriéndose a la
publicación de El Yo y los mecanismos de defensa. Y en relación al
mismo, a manera de crítica, lamenta que (...) interrumpa su viaje investigador
hacia las profundidades donde hubiera deseado mayor iluminación.
Phyllis
Grosskurt, en su libro Melanie Klein, ilustra el desempeño de Anna así:
Anna Freud era una expositora de las ideas de su padre, pero sólo de aquellas
que podían examinarse en lugares claramente iluminados y bien aireados.
Por
último, Elizabeth Young-Bruehl, en su biografía de Anna Freud, dice: (...) era
la madre del psicoanálisis, y a ella pasó la responsabilidad de preservar su
espíritu, de velar por su futuro (...) celosa del psicoanálisis, llegó a ser no
sólo la sucesora de su padre por derecho propio, con sus contribuciones
teóricas y clínicas, sino también una mujer cuya vida fue por entero dedicada a
la teoría psicoanalítica