En
la década de 1980 irrumpió el concepto de “feminización de la pobreza”, para
cuestionar conceptos, indicadores y mediciones de la pobreza que impedían ver
que había una mayor cantidad de mujeres pobres que la de hombres, una pobreza
femenina más aguda que la de los hombres y una tendencia a un aumento más
marcado de la pobreza femenina relacionada con el aumento de los hogares con
mujeres al frente de los mismos. En la IV Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Mujer,
celebrada en Pekín en 1995, se afirmó que el setenta por ciento de los pobres
del mundo eran mujeres. En esta Conferencia se acordó que la Plataforma de
Acción dedicara una de las doce áreas críticas, a la erradicación de la pobreza
que enfrentan las mujeres. Naciones Unidas reconoció en el 2009 que «las crisis
financieras y económicas» tenían «efectos particulares sobre las cuestiones de
género y constituían una carga desproporcionada para las mujeres, en particular
las mujeres pobres, migrantes y pertenecientes a minorías». La Comisión reconocía
la necesidad de integrar una perspectiva de género en los marcos
macroeconómicos, haciendo un análisis de las políticas económicas y auditorías
desde la perspectiva de género.