Silvia
Federici (Parma, Italia1942) Escritora, profesora y activista feminista
estadounidense. Es autora del libro”
Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria” escrito en 2004,
donde expone de forma rigurosa las razones políticas y económicas que se
ocultaron tras la caza de brujas. Federici fija su punto de mira en la violenta
transición del feudalismo al capitalismo, donde se forjó a fuego la división
sexual del trabajo. Según ella este es un buen ejemplo de cómo la Historia la
escriben los vencedores. A mediados del siglo XVIII, cuando el poder de la
clase capitalista se consolidó y la resistencia en gran parte fue derrotada,
los historiadores comenzaron a estudiar la caza de brujas como un simple
ejemplo de supersticiones rurales y religiosas. Pocos fueron los que
investigaron seriamente los motivos que se esconden tras la persecución de las
‘brujas’ y su correlación con la instauración de un nuevo modelo económico. Fue
el Movimiento de Liberación de la Mujer de los años 70 el que reavivó el
interés por la caza de brujas. Las feministas se dieron cuenta de que se
trataba de un fenómeno muy importante, que había dado forma a la posición de
las mujeres en los siglos venideros, y se identificaban con el destino de las
‘brujas’ como mujeres que fueron perseguidas por resistirse al poder de la
Iglesia y el Estado. Los bienes comunes no significaban únicamente un medio de
subsistencia, de paliar la desigualdad, sino también todo un sistema de
organizar las relaciones sociales; eran las bases para un tipo de vida
democrática en el que la gente tomaba decisiones conjuntamente, mediante
asambleas campesinas en donde la circulación de conocimiento se producía de
forma colectiva. A su manera, los bienes comunes son un cierto tipo de poder y
es ahí cuando Federici se da cuenta de que el capitalismo necesitaba acabar con
ellos; no sólo apartar a la gente de la tierra sino destruir este tipo de
relación comunal que implica que muchas formas de trabajo se realizaban
colectivamente, incluyendo a las mujeres. La gente decidía conjuntamente cuándo
sembrar, cuándo cosechar de forma colectiva. Y esto generaba unos lazos muy
profundos lo que explica también que las luchas fuesen tan intensas y
prolongadas. La caza de brujas produjo una misoginia feroz ya que propagó una
imagen horrible de las mujeres convirtiéndolas en asesinas de niños, sirvientes
del demonio, destructoras de hombres, seduciéndolos y haciéndolos impotentes al
mismo tiempo. Las consecuencias de la caza de brujas son claras: es un elemento
fundacional del capitalismo y supone el nacimiento de la mujer sumisa y
domesticada. La caza de brujas, así como la trata de esclavos y la conquista de
América, fue un elemento imprescindible para instaurar el sistema capitalista
moderno, ya que cambió de una manera decisiva las relaciones sociales y los
fundamentos de la reproducción social, empezando por las relaciones entre
mujeres y hombres y mujeres y Estado. En primer lugar, la caza de brujas
debilitó la resistencia de la población a las transformaciones que acompañaron
el surgimiento del capitalismo en Europa: la destrucción de la tenencia comunal
de la tierra; el empobrecimiento masivo y la inanición y la creación en la
población de un proletariado sin tierra, empezando por las mujeres más mayores
que, al no poseer una tierra que cultivar, dependían de una ayuda estatal para
subsistir. También se amplió el control del Estado sobre el cuerpo de las
mujeres, al criminalizar el control que estas ejercían sobre su capacidad
reproductiva y su sexualidad por eso las parteras y las ancianas fueron las
primeras sospechosas.
El resultado de la caza de brujas en Europa fue un nuevo
modelo de feminidad y una nueva concepción de la posición social de las
mujeres, que devaluó su trabajo como actividad económica independiente y las colocó en una posición subordinada a
los hombres. Este es el principal requisito para la reorganización del trabajo
reproductivo que exige el sistema capitalista. En la Edad Media ejercían las
mujeres un control indiscutible sobre el parto, en la transición al capitalismo
“los úteros se transformaron en territorio político controlados por los hombres
y el Estado”. La destrucción del control que las mujeres en la Edad Media
habían ejercido sobre la reproducción, se asocian con la nueva concepción que
el capitalismo ha promovido del trabajo. Cuando el trabajo se convierte en la
principal fuente de riqueza, el control sobre los cuerpos de las mujeres
adquiere un nuevo significado; estos mismos cuerpos son entonces vistos como
máquinas para la producción de fuerza de trabajo. El control de la capacidad
reproductiva de las mujeres es también un medio de controlar la sexualidad de
las mujeres y nuestro comportamiento en general.