lunes, 30 de diciembre de 2013

Vae victis . «¡Ay, de las vencidas!».La Represión Franquista sobre las Mujeres Republicanas



La violencia ejercida contra las Mujeres republicanas durante la guerra civil y la dictadura franquista fue temible.

Gonzalo Queipo de Llano , uno de los más crueles represores, arengaba a los falangistas por radio para que violasen a las mujeres marxistas y republicanas, al tiempo que les concedía inmunidad para sus crímenes: “Nuestros valientes legionarios y regulares han enseñado a los cobardes de los rojos lo que significa ser hombre. Y, de paso, también a las mujeres. Después de todo, estas comunistas y anarquistas se lo merecen, ¿no han estado jugando al amor libre? Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricas. No se van a librar por mucho que forcejeen y pataleen” .

Eso durante la guerra, después de la contienda, las cifras de mujeres encarceladas, llegan a 50.400 para toda España durante el bienio 1940-1942.

La violencia y represión ejercida sobre ellas en las cárceles fue menor si se la compara con la estrategia de la violencia menos normalizada pero igualmente intensa en lugar y tiempo, ejercida sobre la base de coacciones morales, la violencia oculta, amenazas y amedrantamiento.

Dicha estrategia tenía como fin el silencio y el aislamiento para las supervivientes. Según Mirta Núñez Díaz-Balart  la doctrina de los sublevados partía de una supuesta enfermedad moral e incluso genética, por parte de las mujeres «rojas», como exponía de forma explícita Antonio Vallejo Nájera, el que fuera primer jefe de los Servicios Psiquiátricos del ejército franquista, que decía cosas como éstas:  “Si la mujer es habitualmente de carácter apacible, dulce y bondadosa débese a los frenos que obran sobre ella; pero como el psiquismo femenino tiene muchos puntos de contacto con el infantil y el animal, cuando desaparecen los frenos que contienen socialmente a la mujer y se liberan las inhibiciones fregatrices de las impulsiones institintivas, entonces despiértase en el sexo femenino el instinto de crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas, precisamente por faltarle las inhibiciones inteligentes y lógicas. Suele observarse que las mujeres lanzadas a la política no lo hacen arrastradas por sus ideas, sino por sus sentimientos, que alcanzan proporciones inmoderadas o incluso patológicas debido a la irritabilidad propia de la personalidad femenina”.

Julián Casanova añade que las familias de los condenados rojos tuvieron que cargar con el estigma de los vencidos. Rojas y mujeres de rojos eran lo mismo. Se las podía violar, confiscar sus bienes. Había que vigilarlas, reeducarlas y purificarlas, con aceite de ricino si era necesario, para que arrojaran los demonios de su cuerpo.


Como portadoras de culpa que eran, comenta Michael Richards, se les rapaba la cabeza, una imagen cotidiana de los años cuarenta, para que los vencedores señalaran todavía más a la «pelona».

La vida para los vencidos bajo la dictadura franquista no fue fácil para nadie, pero para las Mujeres fue una verdadera tortura.