lunes, 25 de julio de 2016

Delia Akeley. Explorando África



Delia Akeley (Beaver Dam, Wisconsin, 5 de diciembre de 1869 - 1970). Exploradora estadounidense, comúnmente conocida por su apodo de Mickie.

Viajó extensamente por África. [8] She was one of the first westerners to explore the desert between Kenya and Ethiopia , and she explored the Tana River in a dugout canoe, entering it from the Indian Ocean . Fue uno/a de lxs primeros/as occidentales en explorar el desierto entre Kenia y Etiopía. Exploró el río Tana en una “canoa caseta” desde el Océano Índico . She also lived for several months with the pygmies of the Ituri Forest , Zaire . También vivió durante varios meses con los pigmeos de la selva de Ituri ,en Zaire



Fue una de lxs primerxs autorxs en escribir una biografía de un primate, JT Jr., la biografía de un mono africano.








Con la aventura en sus venas y movida por la necesidad de escapar de las convenciones sociales Mickie huyó de casa a los 13 años. A los 14 conoció a Arthur Reiss, barbero con aficiones de cazador, y decidió casarse con él.

En 1902, en una de las cacerías junto a su marido, conoce a Carl Akeley  , taxidermista, escultor, biólogo y fotógrafo de naturaleza, con un gusto por la aventura y un gran prestigio en los Museos de Ciencias Naturales. Delia decide irse con él. Pasó a apellidarse Akeley. Aprendió a disparar. Aprendió a disecar con una rigurosa delicadeza. Ayudó a Carl a montar algunos de los mejores ejemplares en las vitrinas de los mejores centros y emprendieron juntos dos misiones de caza en África (en 1905 y 1909), organizadas por el Museo de Arte Natural de Nueva York.



El matrimonio duró 21 años.





En 1918, Delia marchó a Francia como voluntaria de las Fuerzas Expedicionarias Americanas. Con el divorcio firmado en 1923 comenzó, ahora sí, la gran aventura. Un año después Delia Akeley decidió que volvía a África y que aquel viaje tendría un propósito: cruzar el continente desde la costa oriental africana hasta la costa atlántica. En el sentido opuesto a como lo hizo David Livingstone en 1854.






A los 50 años, después de una vida más o menos formal, decidió que sería la primera mujer en atravesar África a pie. Y lo consiguió.


En  1924 emprendió la ruta, financiada por el Museo de Artes y Ciencias de Brooklyn, sin ayuda de guías, ni cazadores blancos, ni profesionales de safari. "Desde mi primera experiencia con las tribus primitivas del África central, hace ya 22 años, he tenido la firme convicción de que si una mujer se aventura sola, sin escolta armada y vive en los poblados, podría hacer amistad con las mujeres y conseguir información más valiosa y auténtica sobre sus costumbres tribales", escribió.

Se fue sola al Congo Belga. Se presentó a la tribu de los Mbuti, los más diminutos de entre todos los pigmeos, que ocupaban media hectárea en la selva de Ituri. Convivió con ellos varios meses mientras los jefes del clan se debatían entre el ardor guerrero y la aceptación de esta insólita criatura que les sacaba cientos de fotografías sin robarles el alma.



Delia Akeley no renunció jamás a su extravagancia. Viajaba con una bañera plegable de caucho que fascinaba a los pigmeos como si convocase el cielo en un recipiente donde se echaba desnuda al atardecer a la sombra de una acacia.

El viaje continuó durante 11 meses más. Y en medio del camino había que sortear animales y hambre. Cruzar las orillas del río Zambeze, orladas de cocodrilos. El acoso de algunos nativos. Enfermedades. Penurias. Viajaba siempre sola. Convencida de que así era mejor.


En aquel mundo extremo donde ni el paisaje ni las emociones se matizaban demasiado, Delia Akeley se convirtió en una referencia que se anunciaban de poblado en poblado. Fue la primera mujer que atravesó el continente africano sin más equipo que una voluntad inquebrantable y un afán extraordinario por intentar entender los miles de recodos que esconden decenas de tribus aún inéditas entonces.




Regresó a Nueva York y publicó sus trabajos sobre los pigmeos.

Al final de la vida volvió a casarse con otro expedicionario, Warren Howe.

Escribió sus memorias  y a los 94 años murió