Las
Marías, Las Dos Marías, Las Dos en Punto o Cara de Palo es el nombre con que
se conocía en Santiago de Compostela (Galicia) a la pareja formada por las
hermanas Maruxa (Santiago, 4 de enero de 1898 - 13 de mayo de 1980) y Coralia
Fandiño Ricart (Santiago, 24 de agosto de 1914 - La Coruña, 30 de enero de
1983)
Las
dos hermanas se convirtieron en personajes populares de la ciudad debido a que
realizaban un paseo diario por el casco antiguo de Compostela, durante los años
cincuenta y sesenta, vestidas y maquilladas de manera excéntrica, mientras
flirteaban con los jóvenes universitarios.
Apodadas
las Marías, fueron también calificadas como «locas» y «solteronas». Lo que se
conoce como uno de los íconos más representativos de la ciudad de Santiago de
Compostela, obedece a un proceso de maltrato social e institucional, amparado
por el régimen del general Francisco Franco
No
está claro si las dos hermanas pertenecieron al movimiento anarquista, pero se
sabía que su ideología era claramente de izquierda. Se dice que habían sido
miembros de la CNT, como sus hermanos, y que habían llevado a cabo tareas de
enlace con sindicalistas escapados de Galicia.
Las
mujeres de la casa, la madre y las hermanas, tuvieron que vivir durante décadas
entre las amenazas, el aceite de ricino, el cabello rapado, los falangistas que
llegaban a cualquier hora del día y de la noche a su casa, para violar la
privacidad y dignidad de las familias pobres y las mujeres en general.
Las
llamaron «rojas» (‘comunistas’, aunque eran anarquistas), las trataron de «putas».
A
partir de entonces, el trabajo desapareció como medio de sustento y dignidad,
el hambre se hizo presente en su vida cotidiana.
Las
hermanas desempeñaron, posiblemente sin saberlo, un papel fundamental en esa
época de represión.
Mucha
gente que se sentía ahogada por el régimen y que no se rebelaba por temor a
represalias, veían en Las Marías ese grito de libertad
Vivían
en la Rúa del Medio, en esos años cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta, donde
solo había oscuridad, miedo y silencio. El triángulo inquisidor formado por Falange, Iglesia y Ejército en el franquismo triunfante después de
la guerra destruyó su fragilidad mental.
Las
tres hermanas Maruxa, Coralia, y Sarita salían juntas a caminar. Sarita
falleció joven.
Las
dos hermanas cayeron en la pobreza después de que los residentes de la ciudad
dejaron de hacer pedidos al taller de costura «por ser una familia anarquista,
por miedo a significarse» (que la policía los vinculase con ellas). Más allá de
este temor, los compostelanos en general sentían simpatía por ellas, y cuando
terminó la guerra las hermanas ―que ya vivían solas en su casa― vivieron de la
caridad de los vecinos. Los que querían ayudarlas no les daban limosna
directamente, sino que compraban comida, con la excusa de que eran
«promociones» de empresas y no caridad.
Las
dos hermanas Fandiño fueron las mujeres más conocidas y fotografiadas de
Compostela. Maruxa y Coralia ―que siempre se había querido llamar Rocío―,
lograron crear un mecanismo de defensa para sobrevivir: se volvieron locas, y
en su locura recuperaron el sueño de la juventud. Siempre escuálidas, como si
vivieran en un campo de concentración, sin dientes, se vistieron de luz y
color, llenas de maquillaje como si se tratase de una representación de
máscaras: polvo de arroz, colorete y carmín en ese Santiago de la mediocridad,
la miseria y el terror.
Cada
día, al mismo tiempo, marcadas por la campana Berenguela de la Catedral de
Santiago de Compostela, en el verano iban por la calle del Espíritu Santo hasta
el Paseo en el Toural, en el invierno en las arcadas de la Rúa del Villar,
desafiado al tiempo gris y la mente de la gente con su luz de la antorcha
permanentemente. E incluso cuando algunos estudiantes querían, con una galantería
burlona, acercarse a estas máscaras de color, ellas, con la dignidad recuperada
y la fuerza de la locura rechazaban ese «cortejo» diciendo en español: «¡Tú ya
tienes!»
Según
Fermín Bescansa, en una ocasión una tormenta les arruinó el techo de su casa, y
se organizó una colecta que reunió un cuarto de millón de pesetas, que en ese
momento era el valor de un apartamento.
Maruxa
falleció en Santiago de Compostela el 13 de mayo de 1980, a los 82 años.
Coralia
se fue a vivir con otra hermana al puerto de La Coruña (75 km al norte), ciudad
a la que nunca se adaptó. Murió dos años más tarde ―el 30 de enero de 1983, a
los 68 años de edad― después de preguntar muchas veces cuál era el camino
para volver a Santiago.