Los
argumentos del posmachismo para cuestionar la violencia de género no tienen
límites.
Una
de las características del posmachismo es decir una cosa y la contraria para
generar confusión, que es el objetivo para conseguir que no haya
posicionamiento social frente a la desigualdad y que todo siga igual. Veamos
cómo lo hace respecto al matrimonio y la violencia de género.
El
machismo cuestiona el matrimonio entre personas del mismo sexo, y dice que
viene a desvirtuar el modelo tradicional de familia, o sea, el impuesto por la
cultura que lo ha considerado como el único válido, llegando a pedir que la
unión entre personas del mismo sexo se haga de forma diferente, que se denomine
de otra forma y que no tengan los mismos derechos. Con ese posicionamiento
reconoce de forma clara la influencia del modelo de relación que la cultura ha
establecido a lo largo de los siglos, el cual admiten que actúa como una
referencia que lleva a reproducirlo y a facilitar la vía de expresión de lo que
significa la relación, ese compromiso nacido del amor, a través del mismo,
incluso en parejas diferentes a la clásica hombre-mujer.
Ese
planteamiento muestra cómo el machismo viene a reivindicar la autoría del
matrimonio, de la familia, de los papeles de los hombres y mujeres dentro de
ella, así como algunas formas de organizar la relación y dinámica dentro de ese
contexto, desde la distribución rígida de roles, funciones, espacios y tiempos,
hasta la idea de autoridad, respeto, sacrificio, entrega... en las personas que
forman la relación o familia. En cambio, ese mismo machismo creador de la
relación no dice nada sobre la violencia que el propio modelo incorpora cuando
entiende que la dinámica entra en conflicto y el orden necesita ser
restablecido desde el criterio de autoridad que representa el hombre. Una
violencia que, en lo particular, lleva a muchas mujeres a decir lo de "mi
marido me pega lo normal"; de hecho, el 44% de las mujeres que no
denuncian afirman no hacerlo porque la violencia que sufren "no es lo
suficientemente grave" (Macroencuesta, 2015); y en lo social hace que
mucha gente piense que ante la violencia de género no hay que actuar por ser un
"asunto de pareja".
Esta
normalidad de la violencia de género dentro del modelo de relación no se debe a
que la violencia se vea como algo normal de forma general, puesto que no se
acepta en otros contextos, sino a que el modelo de relación está por encima de
las circunstancias y de los elementos necesarios para recuperar el orden que lo
sustenta una vez que se ha alterado, incluyendo entre esos instrumentos a la
propia violencia. Esto es la violencia de género, la violencia construida sobre
las referencias culturales que presentan a los hombres como autoridad y
guardianes del orden que ellos mismos han creado, y a las mujeres como
sometidas y amenaza de ese orden.
No
existe una construcción cultural para la violencia que pueda ejercer una mujer
contra un hombre, ni contra la que pueda desarrollar un hombre contra otro
hombre o una mujer contra una mujer en una relación homosexual. Podrá haber
violencia en estos casos, pero no cuenta con la normalidad como argumento ni
como justificación.
“La
existencia de violencia en las parejas del mismo sexo lo que demuestra es la
violencia de género como referencia impuesta por la cultura a la hora de
enfrentarse a los problemas o conflictos que se producen en su seno, no lo
contrario.
Y
ante la violencia de género secular que ha sido sistemáticamente ignorada por
la sociedad y sus leyes, y que incluso ha contado con atenuantes y
justificantes de todo tipo, incluso legales, el argumento actual del
posmachismo es que no existe y que las razones para que un hombre agreda y
asesine a su mujer son muy diferentes; por ejemplo, el recurrido argumento de
los celos. Y dicen que si un gay puede asesinar a su pareja por celos, un
hombre también puede asesinar a su pareja por celos, como explicación de que la
violencia de género no existe.
Todo
ello forma parte del posmachismo para intentar desvirtuar la violencia de género
a través del cuestionamiento de su realidad y de su desvinculación de la
desigualdad histórica, o sea, del machismo. Evidentemente, no lo consigue, pero
conviene destacar dos elementos de su estrategia bajo este argumento para
desenmascarar sus tácticas.
En
primer lugar, sorprende que el mismo posmachismo que reivindica su modelo de
familia como una creación propia de sus valores, exigiendo un uso exclusivo y
que todo lo que se aparte de su modelo no sea denominado "matrimonio"
ni equiparado en derechos, en cambio no reconozca que la violencia que se
produce dentro de ese modelo de relación como parte de su normalidad no se
entienda como el origen de la violencia en las relaciones homosexuales, y
pretenda presentar la violencia en las relaciones entre dos hombres o dos
mujeres como propia y al margen de la construcción cultural machista que lleva
a entender que la violencia puede formar parte de las relaciones.
Es
decir, por un lado dicen que el matrimonio, la paternidad, la maternidad y
otros elementos son suyos y propios de ese tipo de relación y, en cambio, la
violencia que cultural e históricamente forma parte de ese mismo contexto de
relación dicen que no es propia y que es un problema al margen. Curioso
planteamiento.
En
segundo lugar, llama la atención la facilidad con la que desde el posmachismo
son capaces de conocer el sentido de la conducta y el significado de los hechos
en determinadas circunstancias. Lo hacen, por ejemplo, cuando sin más pruebas
que su palabra son capaces de afirmar que todas las denuncias que no terminan
en sentencia condenatoria son falsas. No necesitan investigación, ni
instrucción, ni un juicio, ellos directamente sólo con sus ideas condenan a las
mujeres como reas de un delito de denuncias falsas. Y lo mismo ocurre cuando hablan
de que los hombres "matan por celos", y no por violencia de género,
simplemente porque ellos lo dicen. Para ello no dudan en dar veracidad al
hombre asesino que afirma que mató a su mujer "porque quería
dejarlo", y entender que esa motivación no nace del control y la posesión,
ni que la mujer podía querer dejar la relación por los motivos que considerara,
entre ellos la violencia, y concluyen sin pudor que todo se ha debido a los
celos.
Quizás
no sepan que todos los asesinos elaboran sus homicidios sobre una serie de
razones y motivaciones: unos porque la mujer "los quería dejar",
otros porque era una "mala madre", o porque quería "quedarse con
la casa", o porque era una "mala mujer", o porque se había
"reído de ellos".... Ninguno de ellos mata "sin querer". Y
esa construcción de los argumentos se hace desde la posición de fuerza y poder
que ellos ocupan en la relación, y desde la cual ejercen la violencia hasta
llegar al asesinato. Afirmar, como hacen ahora, que esos argumentos no tienen
nada que ver con la violencia de género es una falacia, además de una
perversidad dirigida a esconder la violencia y la desigualdad que les dan los
privilegios que disfrutan y que no quieren perder.
El
análisis de las sentencias de los homicidios por violencia de género que
realiza el Observatorio del CGPJ muestra cómo en la inmensa mayoría, los
homicidios no tienen nada que ver con los celos, ni con las denuncias falsas,
ni porque son "malas madres"... Decir que esos argumentos son los
motivos de los homicidios al margen de la violencia de género es parte de la
mentira que busca desviar la atención de la realidad para ocultar el verdadero
significado de la violencia de género, que es el machismo.
Por
eso resulta muy pobre decir que, como hay otros homicidios en contextos
similares, por ejemplo, en las relaciones homosexuales, no existe violencia de
género. La existencia de violencia en las parejas del mismo sexo lo que
demuestra es la violencia de género como referencia impuesta por la cultura a
la hora de enfrentarse a los problemas o conflictos que se producen en su seno,
no lo contrario. No la niega, sino que la demuestra como realidad histórica
anterior a la existencia de parejas del mismo sexo.
El
posmachismo intenta manipularlo todo para mantener su poder y privilegios, pero
cada vez queda más al descubierto y en evidencia, como ocurre cuando se hacen
dueños del modelo de relación de pareja y familiar, y al mismo tiempo intentan
presentar la violencia que lo ha caracterizado como algo al margen del mismo.
La
violencia contra las mujeres es consecuencia del machismo, no de unos pocos
hombres malos, sino de toda una sociedad que acepta la cultura de la
desigualdad y su violencia como forma de convivencia, y ve en las políticas y
medidas a favor de la Igualdad una amenaza y un ataque a sus posiciones
privilegiadas.
Miguel
Lorente
Imagen:Omar GALLIANI