Los
antiguos griegos ya descubrieron el clítoris femenino, aunque lo llamaban ninfa
El precursor de los médicos, Galeno (129-216), creía que su función era
mantener la matriz caliente. Otro griego anterior, Estrabón, describió que los
egipcios circuncidaban a sus niños y practicaban una escisión (corte) genital a
las niñas. Y Sorano de Éfeso describió anatómicamente la vulva, así como una
práctica para rebanar los clítoris “demasiado grandes”.
Prácticas
de este tipo se siguieron usando en siglos posteriores, pese a que,
biológicamente, son casos raros los de hipertrofia de clítoris, así que tales
mutilaciones se atribuyen a creencias sociales de que ese punto de la anatomía
femenina era origen de muchos males, de lo que a través de distintas épocas se
consideraron conductas anormales, antinaturales, lascivas, vergonzosas... como
el lesbianismo o tener apetito sexual. Pero hoy en día hay países donde todavía
se practica la ablación genital femenina.
Este
pequeño viaje por la historia con el clítoris como eje es una muestra del libro
A Curious History of Sex , recién publicado y escrito por Kate Lister, una
profesora universitaria inglesa, con el que quiere mostrar cómo se han sucedido
los dictados culturales en torno al sexo a lo largo de los tiempos, cómo han
ido cambiando las actitudes (o no tanto) ante la sexualidad. Una idea que se
desprende es que siempre ha sido limitada la sexualidad de la mujer.
La
autora es profesora de Artes y Comunicación en la universidad Trinity de Leeds
e investigadora desde hace años de la historia del sexo y de la prostitución,
sobre todo de la época victoriana. En su libro señala que los humanos son los
únicos seres vivos que han dotado el sexo, más allá del medio de reproducción,
de complejidad, de variedad –Lister cita que un profesor, Anil Aggrawal, en
2008 hizo un listado de 547 diferentes parafilias e intereses sexuales–, y que
lo han convertido en un asunto moral y rodeado el deseo sexual de estigma,
castigo y vergüenza.
En
un mundo sexista, las mujeres siempre se han llevado la peor parte. Muchas en la
Edad Media eran quemadas como brujas o encarnaciones del diablo. Y en la
Antigüedad, enterradas vivas. Siguiendo con el clítoris, por ejemplo, los
antiguos médicos árabes mantuvieron teorías y prácticas similares a las
descritas por Sorano. Avicena lo reconoció, indica Lister, como punto de placer
sexual femenino, y eso fue recogido en la Europa medieval. Aunque, al ser
placer femenino, la autora señala que nunca se le dio importancia (al
contrario, dar placer oral al clítoris se consideró siempre obsceno y
disoluto).
Lister
define como “el mayor acto de mansplaining
de la historia de la humanidad”, de ejercicio masculino de “aquí estoy
yo que te lo voy a explicar para que lo entiendas”, que dos anatomistas del
siglo XVI reivindicaran haber descubierto el clítoris: Realdo Colombo y, el que
se hizo más famoso, Gabriele Falloppio. El nombre en realidad no se lo dio
hasta 1615 Helkiah Crooke en una enciclopedia de anatomía.
Desde
siempre ha habido una obsesión por la vulva femenina. En la Antigüedad ya se
usaban espéculos, pero en los siglos XVIII o XIX estos tubos, algunos muy
parecidos a herramientas de tortura, tuvieron un extendido uso vaginal para
estudiar supuestos problemas de salud de las mujeres
También
se usaban para examinar y certificar que una joven estaba bien para casarse.
Hasta
el siglo XIX, y especialmente entonces, en círculos sociales bienestantes se
diagnosticaba la histeria femenina, una supuesta enfermedad que causaba de
todo: desmayos, insomnio, inapetencia, nervios y otros muchos problemas, y que
mediante más o menos sofisticadas formas se trataba con lo que no era más que
masturbación genital hasta el orgasmo (paroxismo, lo llamaban). Varias veces al
día si hacia falta, pero siempre con un cariz antinatural. Lo retrató la
película Hysteria (2011), entre otras Un médico del XIX, en su hospital de
Paddington, también defendía como tratamiento de múltiples enfermedades
(incluso del dolor de espalda y la ceguera) las clitorectomías, extirpar el
clítoris (otra vez a vueltas con La obsesión por el sexo femenino va más allá
de lo sexual. Si el deseo femenino se ha visto durante siglos como algo a
vigilar, a controlar, en un mundo de dominancia masculina, las investigaciones de
Lister la han conducido a relacionarlo con los tabús impuestos por las
religiones –sobre todo la católica, pues uno de sus fundamentos es venerar la
virginidad–. Pero también con el hecho de que la vía genital femenina, su
aparato reproductor, es el principal modo de transmisión de la propiedad, de
los bienes materiales, de generación en generación en nuestra sociedad, con lo
que los hombres lo consideran demasiado importante para dejarlo en manos de las
mujeres. Puro sexismo.
La
vía genital femenina es el principal agente de transmisión de la propiedad en
nuestra sociedad Unas cosas y otras generan actitudes ante el sexo, sobre todo,
ante la sexualidad femenina, que Lister señala que no han cambiado mucho a lo
largo de la historia y que con su libro quiere poner en evidencia y reducir el
estigma o la vergüenza. Habla de cuestiones como el aborto, la menstruación o
la racialización (el mito del gran pene africano que aún circula como meme de
Whatsapp nació en la América de hace 120 años).
Otras
actitudes y prácticas alrededor del sexo de los que habla el libro, casi
enciclopédico, son a ojos de hoy más curiosas, como el ardor que despertaban en
la época victoriana las mujeres en bicicleta, que se atribuye a que las erigía
en modernas e independientes, y que fue un elemento que aparecía en las fotos
eróticas usuales del siglo XIX y principios del XX. Aunque a las damas se les
recomendaba no ir en bici porque podía dañar sus genitales y su fertilidad.
Ya en el siglo XX, en Francia, se puso de moda
un médico que al parecer prometía un rejuvenecimiento a partir del trasplante
de testículos de mono. Porque el libro también habla del sexo masculino, claro.
Los hombres, sobre todo los niños y adolescentes, tampoco han escapado a tabús y
represiones. Se les ha transmitido, por ejemplo, que el deseo nubla el juicio y
se les ha constreñido sexualmente (con aparatos tan torturantes como los
cinturones de castidad femeninos: anillos de púas, jaulas, descargas
eléctricas, cuenta Lister).
El
americano John Harvey Kellogg, en su sanatorio de Battle Creek (Anthony Hopkins
lo encarna en la película El balneario de Battle Creek),abogaba por la
circuncisión (sin anestesia) porque tenía efectos beneficiosos para la mente.
Afortunadamente acabó volcando sus esfuerzos en los cereales del desayuno.
Al
lado de esto, lo de recomendar baños fríos contra la calentura sexual, que
también viene de lejos, parece mal menor. Incluso los enemas de agua helada. Y
para las mujeres, había los lavajes, muy populares hasta principios del siglo
pasado y que en muchos casos tenían una función espermicida, anticonceptiva
tras el acto sexual. Tampoco los vibradores se anunciaron durante siglos con
función sexual, sino contra problemas digestivos, flatulencias...
Vienen
de lejos igualmente, repasa Lister, los mitos sobre los alimentos afrodisíacos,
aunque hay que agradecer las normas de higiene actuales en la manipulación de
alimentos, porque en la Edad Media se decía que era afrodisíaco que la mujer
mantuviera un pez en la vagina un día (y vivo) y luego lo cocinara para su
amante. De higiene también habla el libro, sobre el hedor de los cuerpos
medievales o sobre el vello púbico.
La
autora hace una radiografía de la palabra puta como insulto (y de coño, “cunt”
en inglés, como palabra malsonante). Analiza el término en inglés “whore” y
señala que así llamaron sus enemigos igual a Juana de Arco que a la reina
inglesa Isabel I (pese a que supuestamente ambas murieron vírgenes, por lo que
poco tuvieron que ver con lo sexual), y así llamaron también siglos después
partidarios de Trump a Hillary Clinton en la campaña por
Sexualidad
femenina al desnudo. Hablamos sobre el clítoris, la vulva y el
autoconocimiento, con la intención de desterrar falsas creencias. Una serie creada por las periodistas Raquel
Elices y Raquel M. Alonso para 'RNE Solo en Podcast'
1. Clítoris y Autoerotismo
2. En busca del Orgasmo
Perdido
Lister, K: Curious History of Sex