La
violación es uno de los grandes crímenes en masa de nuestro tiempo.Una
táctica de terror y sometimiento que traumatiza a las víctimas y garantiza una
destrucción de larga duración de comunidades o grupos étnicos. La cultura de la
impunidad que ampara esos crímenes es el enemigo a batir. Para poner fin a
estos crímenes se necesita un verdadero compromiso internacional para que se
investiguen y documenten estos crímenes; para que se persiga a los
perpetradores y se garantice asistencia a largo plazo de los supervivientes; la
mayoría –aunque no únicamente– mujeres y niñas. Se necesita la activación del
primer protocolo internacional que recoja medidas concretas de prevención y
acción. Se necesita cambiar actitudes hacia unos crímenes reconocidos como de
lesa humanidad y que, sin embargo, en la inmensa mayoría de casos nunca son
perseguidos.
Los
ejemplos van desde Bosnia o la República
Democrática del Congo hasta Siria y Sudán.La violencia sexual ha sido y es
utilizada de forma masiva como arma o táctica de guerra en los conflictos, sin
olvidar el secuestro de dos centenares de estudiantes nigerianas por los
islamistas radicales de Boko Haram, un suceso que, al igual que la reciente
lapidación de una mujer embarazada en un "crimen de honor" en
Pakistán o la violación y asesinato de dos adolescentes en el norte de India,
ha arreciado la presión para que los Gobiernos reaccionen. Frente a su gran
impacto mediático, subraya Amnistía Internacional, el recurso sistemático a la
violencia sexual en los conflictos sigue siendo un crimen silenciado, a menudo
por la falta de pruebas a causa del temor de las víctimas y de su
estigmatización.
Una
media de 36 mujeres y niñas son violadas a diario en la República Democrática
del Congo, según las estimaciones de UNICEF, que cifra en hasta 200.000 el
número de víctimas de la violencia sexual desde finales de los años noventa. En
el conflicto civil sirio, la agresión sexual es un arma recurrente contra
mujeres, hombres y menores durante los registros de viviendas e interrogatorios
en centros de detención, confirmaba la ONU meses atrás. Eso ocurre dos décadas
después del epílogo de la guerra de los Balcanes, en la que decenas de miles de
mujeres fueron violadas y nunca obtuvieron justicia.
Aunque
muchos países miembros de la ONU han accedido a suscribir la Declaración de
Compromiso para poner Fin a la Violencia Sexual en los Conflictos, se intenta convertir el mero papel en acción: documentar
esos crímenes para sustentar acciones judiciales contra los instigadores,
presionar a los países afectados para que refuercen sus leyes en ese ámbito,
alentar la formación de los soldados y fuerzas de paz en la prevención de la
violencia sexual e incrementar los recursos económicos en el apoyo a unas
víctimas que, tras la agresión, deben afrontar el rechazo social y enfermedades
como el sida.
El
hecho de que la violencia sexual contravenga la Convención de Ginebra y
constituya un crimen de guerra debería impedir, asimismo, que se pueda
amnistiar ese delito en los acuerdos de paz.
Animation
launched for Summit to End Sexual Violence in Conflict: https://www.youtube.com/watch?v=1QFUD2Q6D8k
Imágenes de Nancy Spero
(*)En respuesta a la escalada
de violencia tras la intervención de Estados Unidos en Vietnam y en repulsa a
esta guerra, Nancy Spero inicia en 1966 la serie “War”. En este conflicto
armado fueron constantes las violaciones de mujeres vietnamitas por parte del
ejército norteamericano, atrocidades como la masacre de My-Lai en 1968, en la
que tropas estadounidenses bajo el mando del teniente W. L. Calley, violaron,
degollaron y quemaron a todas las mujeres y niñas del pueblo.Su serie “War”
está compuesta por máquinas de guerra que siembran la destrucción, y en medio
del caos, la violencia sexual y sádica contra las mujeres parece formar parte
indisoluble de la violencia bélica. Dibujos como Fuck (1966) reflejan ese
universo de sexo y violencia plagado de aviones que metamorfoseados en voraces
tiburones, devoran los cuerpos desnudos de las mujeres.
Fuente: El País