Bi Kidude (1910 –2013). Cantante Taraab de Tanzania, nacida en Zanzíbar. Considerada la reina indiscutible de la música Taraab y Unyago.Era rebelde. Cuentan que con diez años se escapó de la escuela coránica para irse a beber y fumar con amigos. Más tarde tuvo que huir de dos maridos. Nunca dejó de cuestionar el papel de la mujer en la sociedad musulmana. Tras una apariencia frágil había una luchadora que vivió como quiso. Se llamaba Fatma bint Baraka y nació en el pueblo de Kitumba, hija de un vendedor de cocos. Se la conocía como Kidude, que significa “cosa pequeña”, por su escasa estatura. El apodo se lo habrían puesto siendo un bebé: un día que estaba envuelta en ropas y su tío a punto estuvo de sentarse encima de aquel bulto.Comenzó a cantar en público —contadas eran las mujeres que se atrevían— canciones con letras ricas en metáforas, allá por los años veinte. Siguiendo los pasos de Siti bint Saad, la primera gran cantante de taarab, una música sinuosa que se nutre de influencias suajilis, árabes e indias.
Entre
sus instrumentos principales: el oud (un laúd), el qanun (una cítara), violines
y tambores.Bi Kidude cantaba sentada acompañándose de un tambor a menudo casi
tan grande como ella. Al principio con el rostro cubierto por un velo, que
rápidamente dejó caer. También estaba considerada la reina del unyago, un
ritual con cantos, tambores y bailes, en el que las adolescentes son iniciadas
en los secretos de la condición femenina y la vida marital. Se ganó reputación
de sanadora con sus plantas y tenía fama de dominar los dibujos con henna que embellecen
brazos y piernas de las jóvenes novias.Viajó por primera vez a Europa en 1989
y, durante el verano de 2004, recorrió el continente con Culture Musical Club,
una orquesta de taarab con la que llegó a grabar Taj Mahal. El dinero que
ganaba lo repartía generosamente entre familiares y personas necesitadas. En
2005, en el WOMEX ,feria anual de la industria de la world music, le entregaron
un premio por su contribución a la música y, en 2006, un documental titulado As
old as my tongue contó su historia. Esta mujer ingeniosa solía aconsejar, a
quienes aspiraban a cumplir tantos años como ella, ponerse zapatos únicamente
de ser imprescindible: estaba segura de que uno se debilita cuando empieza a
usar calzado.