Felisa Bravo (Aldealcorvo ,Segovia,1904-2012)
“Y estalló la guerra. Al principio era un ruido lejano. La guerra era un avión
que iba todos los días a la Puerta del Sol a lanzar propaganda franquista. Lo llamábamos
“el churrero” porque aparecía siempre por la mañana.
Pero pronto se fue acercando….Un día vimos a soldados por el viaducto de la calle Segovia de Madrid. Al llegar a la altura de la iglesia, el cura y el sacristán abrieron fuego. Mataron a cuatro. Y entonces la gente entró en la iglesia, los sacó a la calle y los fusiló allí mismo.
Creíamos que la guerra iba a durar un mes. Nadie pensaba en tres años, ni en perder. Pero Franco tenía todos los apoyos y a los republicanos nos falló todo el mundo.
Nos dejaron solos .Éramos muchísimos huyendo de la guerra. Mi único equipaje era Nieves ,mi hija, y la ropa que llevaba puesta.
El 7 de febrero de 1939 nos subieron en dos camiones para pasar la frontera. No olvidaré nunca aquel día. Aún me retumban en los oídos los gritos y los lloros.
No volví a ver a mi madre, ni a mis hermanos. Mi familia desapareció”.
En Francia a Felisa no le daban permiso para trabajar “por roja”, pero se las ingenió para ganar algún dinero en la vendimia, pelando cebollas, limpiando en el café de una mujer que se apiadó de ella.
Hasta que conoció a una de las jefas de la resistencia, madame Pignol. “Me colocó en casa de un colaboracionista nazi. Me preguntaron si sabía leer y me hice la tonta. En aquella casa planeaban asesinatos, dejaban papeles... A madame Pignol terminaron fusilándola el día del desembarco de Normandía, con su marido”.
En el verano de 1959 volvió a España. “Fue un gran desengaño. No se parecía a mi país. Se había convertido en un lugar triste en el que la gente no se atrevía a hablar de nada. Me sentía una extraña. Felisa decidió que no viviría en dictadura. Francia se convirtió en su hogar definitivo.
Pero pronto se fue acercando….Un día vimos a soldados por el viaducto de la calle Segovia de Madrid. Al llegar a la altura de la iglesia, el cura y el sacristán abrieron fuego. Mataron a cuatro. Y entonces la gente entró en la iglesia, los sacó a la calle y los fusiló allí mismo.
Creíamos que la guerra iba a durar un mes. Nadie pensaba en tres años, ni en perder. Pero Franco tenía todos los apoyos y a los republicanos nos falló todo el mundo.
Nos dejaron solos .Éramos muchísimos huyendo de la guerra. Mi único equipaje era Nieves ,mi hija, y la ropa que llevaba puesta.
El 7 de febrero de 1939 nos subieron en dos camiones para pasar la frontera. No olvidaré nunca aquel día. Aún me retumban en los oídos los gritos y los lloros.
No volví a ver a mi madre, ni a mis hermanos. Mi familia desapareció”.
En Francia a Felisa no le daban permiso para trabajar “por roja”, pero se las ingenió para ganar algún dinero en la vendimia, pelando cebollas, limpiando en el café de una mujer que se apiadó de ella.
Hasta que conoció a una de las jefas de la resistencia, madame Pignol. “Me colocó en casa de un colaboracionista nazi. Me preguntaron si sabía leer y me hice la tonta. En aquella casa planeaban asesinatos, dejaban papeles... A madame Pignol terminaron fusilándola el día del desembarco de Normandía, con su marido”.
En el verano de 1959 volvió a España. “Fue un gran desengaño. No se parecía a mi país. Se había convertido en un lugar triste en el que la gente no se atrevía a hablar de nada. Me sentía una extraña. Felisa decidió que no viviría en dictadura. Francia se convirtió en su hogar definitivo.