Irene
de Atenas o Irene de Bizancio (c. 752 - 9 de agosto de 803), fue emperatriz de Bizancio —si bien prefirió
titularse, en masculino, basileus ("emperador"), en lugar del
correspondiente femenino, basilissa ("emperatriz"), Irene se
convirtió en la primera emperatriz en la historia del Imperio
bizantino en ocupar el trono no como consorte o regente, sino en su propio
nombre.
Fue esposa del emperador León IV y madre de Constantino
VI, durante cuya minoría de edad (780-790) asumió la regencia. En 792 fue
asociada al trono por su hijo y, más tarde, asumió el poder en solitario entre 797
y 802.
En
782 el príncipe abasí
Harún al-Rashid lideró una expedición de
envergadura que derrotó al ejército bizantino y alcanzó el Bósforo. La
regente Irene tuvo que comprometerse a pagar un tributo al califa al-Mahdi
durante tres años, consistente en unos 70 000 a 90 000 dinares anuales.
Su
decisión más importante fue permitir la restauración del culto de las imágenes,
que había sido prohibido por León III el Isaurio en 726. I
rene
siempre había sido partidaria de los iconódulos,
aunque se había visto obligada a renunciar públicamente a sus creencias en vida
de su marido. Nombró patriarca de Constantinopla a Tarasio, su
antiguo secretario, y convocó dos concilios. El primero comenzó el 17 de agosto
de 786 en la iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla,
con la asistencia de delegados tanto del papa Adriano I
como de los patriarcas de Alejandría, Antioquía y Jerusalén, pero debió
interrumpirse debido a la oposición del ejército.
El
segundo tuvo lugar en Nicea en septiembre de 787, se celebró con éxito y declaró
herética la doctrina iconoclasta, aunque se especificó que los iconos solo
podían ser objeto de veneración y no de adoración.
El
éxito del concilio, conocido como el II Concilio de Nicea, supuso la reunificación
con la Iglesia de Occidente.
En
790, Irene decretó que ella tendría siempre prioridad en el gobierno frente a
su hijo Constantino, que ya era adulto. Esto convirtió a su hijo en el
principal foco de oposición contra el gobierno de Irene, y se urdió una
conspiración para deponer a la emperatriz. Sin embargo, la conspiración fue
desbaratada por Irene, quien castigó a los culpables, encarceló a Constantino y
obligó al ejército a jurarle fidelidad.
Mientras
que en la parte europea del Imperio, donde predominaban los iconódulos, lo
consiguió sin problemas, los soldados de Asia Menor se
negaron y comenzaron una revuelta que culminó con la proclamación de
Constantino VI como único emperador.
Sin
embargo, tras una serie de fracasos militares, Constantino decidió devolver el
poder a su madre, quien fue confirmada como emperatriz. Ante esto, la facción
iconoclasta tramó colocar en el trono al césar Nicéforo, uno de los cinco
hermanos del anterior emperador, León IV. La conspiración fue descubierta:
Nicéforo fue cegado y a los otros cuatro tíos de Constantino, que habían tomado
parte en ella, se les cortó la lengua.
Pocos
años después, la propia Irene tramó una conspiración contra su hijo, en
beneficio propio.
En
797, el emperador fue apresado y fue cegado por orden de su madre. Se cree que
murió a consecuencia de las heridas producidas, aunque este extremo ha sido
recientemente puesto en duda.
Tras
acabar con su hijo, Irene se convirtió en la primera emperatriz en la historia
del Imperio bizantino en ocupar el trono no como
consorte o regente, sino en su propio nombre.
En
el año 800, ante la ausencia de un emperador varón en el trono de
Constantinopla, y por razones de propia conveniencia, el papa León III coronó a Carlomagno
como emperador de Occidente. En Constantinopla esto fue visto como un acto
sacrílego. Sin embargo, en el verano de 802, el nuevo emperador envió
embajadores a Constantinopla proponiendo matrimonio a la emperatriz Irene.
Para
Irene pudo haber sido la oportunidad de consolidar su inestable posición en el
trono de Constantinopla. Según el cronista Teófanes, único que refiere la historia de
esta negociación matrimonial, los planes de boda fueron frustrados por uno de
los favoritos de la emperatriz.
En
octubre de 802, una conspiración depuso a Irene y colocó en el trono a Nicéforo
I, que había sido su ministro de finanzas. La emperatriz fue desterrada a
la isla de Lesbos,
donde murió un año más tarde. Es considerada santa por la Iglesia
ortodoxa por su decisión de restaurar el culto de las imágenes.